La mejor opción

Jueves, 16 de agosto de 2012

Para echar broma mi hermano de vez en cuando asume -con voz, gestos y expresiones incluidas- la postura de ciertos sectores de la oposición cuyas posiciones él sabe que me irritan:

Es que la oposición cree que Venezuela es Suiza. Y que Chávez, el día de la elecciones, va a entregar el poder. A ese hay que matalo pa’ que entregue. Pero eso no lo entiende, y no lo ha entendido jamás, la oposición. Pendejos que son, chico. Que actas ni que actas. Por eso es que tenemos a Chávez. Porque la oposición es peor que él. Que esperen ahí sentaditos con la actas. En eso se les va a ir la vida.”

Por supuesto, esta manera de pensar es errada.

Ni yo, ni creo que la totalidad de la oposición, niega que Chávez es capaz de no entregar el poder si gana las elecciones. La gran pregunta es si va a poder.

Pero primero retrocedamos un poco.

Que Chávez podría no aceptar o negar los resultados de las elecciones (así la oposición tenga las actas en mano) es una verdad como un templo, una posibilidad real que toda persona medianamente informada está consciente de que existe.

Chávez es un hombre que antes de considerar una renuncia en abril de 2002 ordenó el Plan Ávila; un hombre que ha creado las milicias porque teme, con una buena -y quizá justificada- dosis de paranoia, que la Fuerza Armada lo traicione; un hombre que, según algunos reportes, repartió armas a grupos violentos después del golpe para que lo defendieran en el caso de otra rebelión. Y un hombre que, por encima de todo, tiene razón en temer un futuro fuera de la presidencia, así la oposición asegure que no iniciará una cacería de brujas si llega al poder.

Al mismo tiempo, verse forzado a negar los resultados electorales para permanecer en el poder está lejos de ser el escenario ideal para Chávez.

Por dos razones.

En primer lugar están los riesgos y peligros inmediatos. La FAN podría no rebelarse, pero de eso nadie está seguro. Un robo de las elecciones, además, podría desatar manifestaciones en todo el país. Esas manifestaciones podrían obligar a la FAN -incluso una FAN leal al gobierno- a pedirle la renuncia a Chávez.

En segundo lugar, para Chávez es riesgoso cruzar esa frontera gaseosa que separa las viejas dictaduras de los nuevos autoritarismos. Por un lado Venezuela tiene una tradición democrática -relativamente corta, pero que está allí- que dificulta esta labor. Por el otro no es fácil gobernar como un viejo dictador en un mundo globalizado e interdependiente, con comunicaciones instantáneas, donde hay un clima generalizado cada vez menos favorable para los gobiernos antidemocráticos a la antigua usanza.

Por eso los autoritarismos modernos, a diferencias de los viejos, se preocupan por (o no les que otra que) dejar abiertos ciertos espacios de acción a sus opositores y tratar de preservar cierta legitimidad democrática a través de la celebración de elecciones, cierta permisividad con los medios, en las críticas, etc. Saben que si cierran totalmente la olla de presión (y gobiernan como viejos dictadores) esta puede explotar y por eso ajustan constantemente la válvula para restringir las libertades pero siempre dejando aperturas para ventilar el descontento y poder decirle al mundo que son democráticos.

Venezuela es un ejemplo perfecto de esta evolución del autoritarismo. Si Chávez retrocedió con la Ley Sapo, o con leyes educativas, o de vez en cuando suelta a un preso político; si Chávez no se ha atrevido a cerrar Globovisión, o a eliminar con un decreto los límites a la reelección, o ha implementado un enfoque gradual para revertir la descentralización, es por su temor a que la olla explote. De igual modo, él sabe que ganar elecciones es importante, y que prescindir de ellas es sumamente riesgoso. Por eso ahora está prácticamente supeditando la economía nacional a su triunfo electoral.

Estas aperturas, sin embargo, aunque benefician a los estados autoritarios modernos, también pueden ser vistas como una poderosa arma para sus adversarios; una manera de acorralar a los gobiernos para que acepten una transición pacífica de poder.

Participando en las elecciones la oposición venezolana no está actuando como si Venezuela fuese Suiza. Está aprovechando una de estas aperturas para tratar de provocar una situación peligrosa para el presidente en la que el poder podría escurrírsele de las manos.

De lejos, esta es la mejor opción disponible.

Dos notas inconexas

Miércoles, 15 de agosto de 2012

La primera es que el gasto de los primeros ochos meses de 2012 ya superó al gasto total del año pasado.

Este gasto ha demostrado ser ineficiente, pero igual…

En segundo lugar, ¿qué le pasa a Uribe?

A veces critico a quienes exageran la necesidad de alejarse lo más posible del imperio, Uribe y otros actores que le permitan o le hagan más fácil al gobierno encasillar y caricaturizar  a la oposición. Haga lo que haga el liderazgo opositor, Chávez, utilizando su masivo aparato propagandístico, siempre lo asociará con Washington, la derecha, la oligarquía, etc. De eso no hay escape posible.

De igual modo, las totalmente innecesarias declaraciones de Uribe parecen diseñadas por el Comando Carabobo.

La hidra del ventajismo

Miércoles, 15 de agosto de 2012

Llegué tarde a este reportaje de Siete Días que ilustra y detalla el ventajismo y las irregularidades electorales en los estados rurales del país, enfocándose en el Delta y Vargas. Pero igual me gustaría hacer dos observaciones.

En primer lugar, el reportaje resalta, una vez más, que cuando no hay testigos el oficialismo se roba los votos. Y no sólo eso: a veces no hace sólo falta testigos, sino testigos que no se dejen fácilmente intimidar, un obstáculo quizá fácil de esquivar en Caracas, pero no en zonas rurales donde la dependencia de la población al gobierno es extrema.

En segundo lugar, el ventajismo electoral es una masa proteica que tiene muchas formas, y una de ella es la movilización del voto el día de las elecciones. El gobierno tiene mucho dinero no sólo para chantajear donde tiene espacio para hacerlo (votos a cambio de dinero en efectivo o bolsas de comida o electrodomésticos, por ejemplo), también para llevar seguidores a votar y tener una red nacional de gente remunerada encargada de llevar a cabo esta labor.

(Esto recuerda, por cierto, cuán importante fueron los avances de la oposición en las elecciones regionales de 2008; donde somos gobierno es mucho más fácil competir, movilizar el voto y frenar los abusos del gobierno).

Pero, en fin, vean esto:

La gasolina para movilizar las embarcaciones es imprescindible en el Bajo Delta. En una jornada electoral es un insumo estratégico porque sin él no pueden movilizar a los votantes. El responsable de la maquinaria del PSUV en Antonio Díaz lo admite: “Es lo más importante. En el Comando Carabobo nos abastecemos de todo y no nos pueden acusar de acaparamiento. Para el 7 de octubre, en Curiapo necesitaremos 10.000 litros de gasolina y tenemos 3 embarcaciones para hacer la gira política”.

Ervis Arbeláez, secretario de la MUD en Delta Amacuro, resume: “Los votos del Bajo Delta son los más caros del país”.

Y se refiere al elevado costo del traslado de votantes, asociado al precio de la gasolina que se requiere para las embarcaciones. Un tambor de 200 litros puede costar hasta 1 millón de bolívares, asegura Arbeláez.

“Nos impiden abastecernos de combustible. Se confabulan la FAN, el CNE y la Fiscalía con el PSUV. Tienen todo el poder y los recursos. El ventajismo es escandaloso y ha persistido impunemente. El oficialismo contrata lanchas que no utiliza, para que la oposición no las pueda contratar”, dice Nelson, dirigente de MIN Unidad.

Por cierto, no mienten quienes recuerdan que los adecos y copeyanos utilizaban algunas de estas técnicas.

Pero, si estas cosas existían antes, ahora se han repotenciado y multiplicado por mil gracias al mayor boom petrolero de la historia.

El misterioso “mercenario” (actualizado)

Martes, 14 de agosto de 2012

¿Estará pasando lo que me vengo sospechando desde hace unos días?

Frente al anuncio de Hugo Chávez de la captura de un “mercenario” estadounidense de “origen latino” que entró “ilegalmente” al país por la frontera con Colombia, Estados Unidos ha dicho ya varias veces que no ha sido notificado formalmente por el gobierno venezolano de la captura, y que si “de verdad” un ciudadano estadounidense ha sido detenido (ese “de verdad” o “in fact” revela que los gringos no son ingenuos), Venezuela está obligada a respetar la Convención de Viena y concederle a Estados Unidos acceso al preso.

Ahora bien, si esto es una olla, como muchos estamos seguros sospechamos que es, conceder acceso al detenido a Estados Unidos podría iluminar incoherencias en la historia, porque dudo, por ejemplo, que exista ese pasaporte estadounidense con los registros de viajes a Libia, Irak, Afganistán, etc. (¿Y será de verdad marine?).

No me extrañaría que el gobierno, con lo incompetente que es montando este tipo de tramoyas, no se le haya ocurrido que adscribirle una ciudadanía estadounidense al hasta-ahora-sin-nombre magnicida no era una buena idea.

Mejor hubiese sido que fuese de uno de los países de Alba, donde los gobiernos no se iban a poner con esas necedades de la Convención de Viena.

Claro, en ese caso no hubiesen podido culpar al imperio de esta nueva conspiración.

Update: Al parecer Venezuela sí le va a conceder acceso al detenido a Estados Unidos. Rara vez me ocurre esto, pero quizá subestimé la competencia del gobierno. Igual, me gustaría ver qué sale de esa reunión de los diplomáticos estadounidenses con el preso.

La espuela y la rémora

Lunes, 13 de agosto de 2012

Llevaba unas semanas con una idea vaga rondando mi mente que no lograba cristalizar en algo sólido. Y, leyendo esta mañana un artículo de Juan Nagel, por fin lo logré.

Refiriéndose a la controversia de la gorra tricolor de Capriles, Juan dice no debemos obsesionarnos con la arbitrariedad del CNE porque de esa manera caemos en la trampa del oficialismo, que es lograr implantar suficientes dudas entre los votantes opositores sobre la confiabilidad del sistema electoral como para que la mayor parte se quede en casa y no vaya a votar.

En vez de actuar como caja de resonancia de los abusos del CNE, y contribuir de esa manera a sembrar dudas, debemos más bien enfocarnos en los mensajes de la campaña, la inseguridad, el empleo, la educación, etcétera.

¿Tiene razón Juan?

En parte, sí. Creo que sería un error convertir las injusticias del CNE en el principal tema de la campaña.

Pero al mismo tiempo no podemos ignorar sus abusos porque, si lo hacemos, le facilitamos su labor de seguir desnivelando el terreno electoral.

Si no levantamos la voz frente a lo ocurrido en Miami, por ejemplo, el CNE podría seguir perpetrando atropellos similares porque el costo político de hacerlo es cero. Si no nos quejamos por sus estrategias para hacer creer a los electores que el voto no es secreto, también le abrimos el espacio para más y quizá más preocupantes arbitrariedades.

Capriles debe entonces encontrar un equilibrio entre no desmoralizar a los votantes con denuncias al CNE y denunciar y presionar al CNE lo suficiente para cerrarle el paso a sus incesantes tropelías -que siempre amenazan con convertir en un “no” la respuesta a esta pregunta.

Tanto la espuela (para animar a los votantes) como la rémora (para frenar al gobierno) son necesarias.