Silencioso desplazamiento

Viernes, 28 de febrero de 2014

Poco advertido por los medios es el nuevo consenso de la MUD. Y lo sorprendente es que, dentro de la coalición, el bando más débil ganó.

Pero repasemos lo ocurrido. Hace dos semanas decidí sumarme al debate cuando Henrique Capriles suscribió un artículo de Fernando Mires. La tesis central del artículo es…

Las luchas en la calle…no tienen sentido si antes no ha sido librada una ardua lucha al interior de los sindicatos, de las organizaciones populares y civiles, en las universidades y en las escuelas, en los pueblos y en las aldeas. El poder de la calle –ese es el punto– surge del poder social y no al revés.

El espaldarazo al artículo de Mires no sorprendió a nadie porque Capriles, en público, estaba básicamente diciendo lo mismo. De hecho, su fuerte escepticismo hacia los protestas, y la manera como las igualaba a “caos” y “golpe,” lo enfrentó tanto a López como a los estudiantes.

El fondo del debate era la calle. Si era correcto o no salir a protestar en este momento.

Yo argumenté que sí, pero la polvoreda que levantó el debate sobre las mayorías tapó un punto para mí clave. Mires y compañía hablaban como si la realidad fuera estática; le restaban importancia al rápido cierre de los espacios de acción democrática. Sí, podemos decir que antes de protestar la oposición debe ampliar su base social de apoyo. Pero ¿de qué sirve esto si el sistema se sigue cerrando hasta asfixiar cualquier posibilidad de disputarle el poder al gobierno de manera pacífica? Como mínimo, y así aceptemos que “no somos mayoría” (con el necesario *), se debe luchar por preservar estos espacios de acción a la vez que se busca ampliar el respaldo popular.

Porque a la luz del 14A; a la luz de lo ocurrido con los medios durante los últimos diez meses; a la luz de los atropellos y represión de febrero, incluyendo la persecusión y arresto de líderes políticos; las denuncias de tortura; las medidas dictatoriales de censura, el asalto violento a sedes de partidos; el uso de la GN, la PNB y fuerzas paramilitares para aterrorizar a la población; a la luz de todo esto, ¿es tan difícil imaginar una total cubanización del proceso electoral en 2019?

No importa si el objetivo es una Asamblea Constituyente, una enmienda, las parlamentarias o las presidenciales de 2019. La oposición debe encontrar maneras creativas de hacerle frente a los embates autoritarios del gobierno. La protestas no deben ser vistas como un sustituto a otros métodos de lucha, sino como un complemento. Una poderosa y perfectible herramienta de resistencia pacífica al creciente autoritarismo; una manera de ejercer presión para resguardar espacios sin los cuales es difícil imaginar cualquier salida, incluyendo la transición ordenada y pacífica que todos deseamos.

Hace apenas dos semanas el artículo de Mires resumió la visión de buena parte de la MUD. Los que promovían la protesta pacífica y continuada estaban solos. Hoy nadie cita a Mires. Y nadie se atreve a decir que, en este momento, la lucha en la calle “no tiene sentido.” Los estudiantes y las decenas de miles de manifestantes que tomaron las calles zanjaron diferencias importantes entre los líderes de la oposición.

Respuesta de @Econ_Vzla

Martes, 18 de febrero de 2014

Estimado Alejandro,

Muchas gracias por tu gentil mención. Te confieso que he pasado el día tratando de hilar mis propias ideas, no solo porque me había comprometido a hacer un comentario a tu inteligente post, sino porque realmente hay argumentos en tu texto que me hicieron replantearme algunas ideas.

Verás, creo que no estamos tan en desacuerdo como parece. En primer lugar creo que estamos de acuerdo que la definición funcional de “mayoría” es un constructo social, susceptible a ser estructurado y modificado desde el poder. Pienso además que esa premisa, que es válida en cualquier parte, lo es aun más para un Petro-Estado como el nuestro.

Partiendo de que esa premisa es correcta, te admito que existe cierta tendencia entre la gente defiende la idea de contar con una sólida mayoría social como pre-condición para un cambio de régimen, a pensar que el proceso de cambio social es de tipo lineal o secuencial. Yo tengo ese sesgo, y admito que puedo estar en un error. Me resulta obvio –cómo se desprende de tu análisis- que el cambio social puede ser un proceso no lineal, sin un orden predeterminado o secuencia de eventos necesarios. Admito que la toma del poder y la construcción de la mayoría pudieran ser procesos simultáneos.

Pero hecha esta admisión, quisiera puntualizar que existe también la tendencia a caricaturizar al ala “moderada” de la oposición, como un grupo que defiende exclusivamente la construcción de una mayoría como un elemento estrictamente electoral. Esa visión, que ciertamente no es la mía, nos atribuye frecuentemente una falsa disyuntiva del tipo Elecciones Vs. Protesta, con todas sus variantes del tipo: “eh tú, comeflor, esto no aguanta hasta el dosmildiecinueve”.

El tema de la mayoría, al menos en mi caso, trasciende el tema electoral. Cuándo mencioné el tema en nuestro intercambio puse el énfasis en que #LaSalida, cualquier salida, debe ser sostenible o no será salida. Me refería con eso a que la construcción de una mayoría “nocional”, que va ciertamente más allá del tema numérico -electoral-. Esta mayoría “nocional”  es una versión blanda de lo que pudiera ser el respaldo popular. Y con mayoría nocional me refiero a que si la protesta pretende ser la mecha que desencadene un cambio de régimen –la oferta original de #LaSalida- ésta debe ser percibida como no-antagónica a los problemas y anhelos de una amplia base social. No me refiero a que la protesta debe recibir el apoyo duro, ni siquiera la simpatía tipo ni-ni, me refiero a que la protesta debe ser percibida como que está conectada, que se preocupa por el padecer de las mayorías.

Sé que estarás de acuerdo con que esta condición de no-antagonismo es necesaria para la sostenibilidad de cualquier cambio en cualquier escenario, desde un triunfo electoral en 2015, 2016 o 2019, hasta las diferentes vías previstas en la Constitución, pasando incluso por la vía insurreccional. Creo firmemente que sin esa pre-condición cualquier esfuerzo corre un alto riesgo de fracasar, incluso si se lograra un cambio temporario en la coalición de poder que logre el desalojo –circunstancial- de la élite gobernante.

El problema de fondo es que 15 años de lucha de clases, desconfianza mutua y explotación exacerbada de un discurso político con fuertes elementos racistas, reducen el margen de maniobra en (t+1), hacen más complicado el camino de construcción de esa mayoría desde el poder. Es ahí donde yo pondría el énfasis en el debate sobre la mayoría y me pregunto ¿Una protesta clasemediera, sin conducción y desconectada del padecer de la gente común puede encender la pradera? Sí. ¿Puede generar un cambio de régimen? Tal vez. ¿Puede ser este cambio sostenible? No lo creo.

Te envío el fraterno abrazo de siempre,

Econ_Vzla

Nota: Para los que están llegando a este debate, yo escribí este artículo sobre #LaSalida. Esto motivó una respuesta de Econ_Vzla en Twitter: Estimado, muy buen artículo. Concuerdo contigo en gran parte de él, aunque difiero en un punto central…la conveniencia de contar con una base social mayoritaria es condición necesaria para la sostenibilidad de cualquier salida. Mi impresión es que estas protestas están por ahora desconectadas de esas mayorías. Luego yo respondí y luego Econ_Vzla respondió.

Un error que debe ser visto como error

Sábado, 14 de diciembre de 2013

¿Fue errada la decisión de Henrique Capriles de cancelar la marcha en Caracas después del 14A?

Esta pregunta resurge a cada rato -y con razón. Porque, si Capriles cometió un error, se debe reconocer como tal para no repetirlo.

¿Lo cometió?

Todo el mundo sabe que el chavismo es capaz de irrespetar el resultado de unas elecciones. Y no me refiero al proceso anterior a la elección sino a lo que sucede el día de la votación. Pero uno de los objetivos de la estrategia electoral es forzar al oficialismo a cruzar esta línea; y desnudar ante el país, de la manera más clara posible, la transgresión del gobierno si decide no reconocer una derrota.  Esto puede llevar al chavismo a una situación de inestabilidad. La combinación de derrota electoral y presión popular provocada por el irrespeto al voto pueden resquebrajar el apoyo institucional del presidente y provocar su salida. El poder puede escurrírsele de las manos.

Pero, si en el punto álgido, el liderazgo opositor decide suspender protestas y asfixia de esa manera la voluntad de una multitud dispuesta a hacer valer sus derechos, ¿no tiene menos sentido votar en las presidenciales cuando se sabe de antemano que el gobierno podría no reconocer y que la oposición no va a salir a la calle a presionar si esto ocurre?

En las presidenciales, a diferencia de las regionales, no hay victorias parciales. No marchar porque el oficialismo puede incitar una situación de violencia es aceptar una prohibición de facto a la manifestación pacífica. Porque el oficialismo siempre va a contar con este recurso de chantaje.

Falsa dicotomía

Martes, 10 de diciembre de 2013

Parece que los procesos electorales atrofian la brújula de muchos analistas.

Y puedo resumir con dos preguntas mi crítica a argumentos que han recobrado fuerza.

¿Tendría la oposición una presencia importante en las principales capitales, no sólo en términos de votos sino de estructura de organización política, sin participación en esos “inútiles” procesos electorales -procesos, vale la pena añadir, que nadie en la oposición niega que son una retahíla de abusos?

Decenas de líderes locales y regionales han aprovechado las estructuras municipales y estatales para trabajar por sus comunidades, ganar apoyos, movilizar el voto en las presidenciales y -¡horror de horrores!- alimentar sus propias ambiciones. El gobierno ha azotado estas estructuras. Alcaldes y gobernadores han sido desprovistos de competencias y recursos; el gobierno ha superpuesto nuevas estructuras sobre las viejas. Pero pese al saboteo estos líderes locales han preservado el apoyo de sus seguidores y ganado otros más a través de un trabajo diario organizado dentro del marco de estas estructuras. ¿Es poco lo que logran? No creo, porque ese trabajo ha ayudado a la reelección de muchos.

Segundo, ¿por qué se habla de la presión contra el creciente autoritarismo del gobierno a través de protestas callejeras y resistencia civil como algo casi incompatible a la lucha electoral? ¿No se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo?

Más aún, los que reclaman mayor movilización deberían reconocer que los logros de la participación electoral son valiosos activos para cualquier estrategia alternativa. Si los que buscan una Primavera Árabe, protestas como las de Ucrania o un inspirador escenario de “resistencia civil” (gaseoso término si los hay) deciden tomar acción y hacer un enorme esfuerzo de organización para promover una mayor movilización callejera, ¿a quién deben acudir? Mejor Carlos Ocariz que Diego Arria.

Por cierto, esto es algo que entiende mejor la cúpula chavista que algunos analistas, simplemente porque éstos no hacen el esfuerzo de ponerse en los zapatos de aquéllos. En este caso, pareciera que el miedo a perder el poder aguza el criterio y la capacidad analítica de los poderosos para detectar acertadamente obstáculos y amenazas.

La isla de la fantasía

Martes, 17 de septiembre de 2013

No es nada nuevo, pero leer Noticias 24 y otros medios me parece una experiencia cada vez más surreal.

Y para explicar la razón permítanme hacer una analogía.

Hace poco un amigo, miembro de un Consejo Comunal, me contó que la jefa de su consejo, una señora de unos sesenta años,  es lesbiana.  Sin embargo, nadie en el CC habla abiertamente sobre la orientación sexual de la jefa.

La novia también es miembro del CC y asiste a todas las reuniones. Pero nadie la trata como la novia o esposa de la jefa, sino como una amiga. Todo el mundo sabe que es la compañera amorosa pero igual la tratan como la amiga. Ante una realidad que ellos consideran incómoda los miembros del CC prefieren asumir como real esta fantasía que todo el mundo sabe que es una fantasía.

Volviendo a la situación de los medios. Fíjense, por ejemplo, en esta entrevista que le hizo Venevisión al ministro de Interior Miguel Rodríguez Torres sobre los planes de magnicidio. Todo el mundo sabe que estas acusaciones son una farsa grotesca. Pero ¿qué puede hacer la entrevistadora para hacerle entender esto al televidente? Tiene que ser muy agresiva y hacer todo lo posible por descubrir la farsa. De lo contrario, si las mentiras no son expuestas con agresividad, el ministro logrará su objetivo: recubrir con una pátina de seriedad señalamientos totalmente absurdos.

Por supuesto, la tendencia natural de la entrevistadora es a comportarse “civilizadamente” y no caerle a tiros al ministro.

Ahora bien, ¿por qué ocurre esto? ¿Fanatismo del centro?

No, no es sólo eso. Por un lado, no podemos olvidar la presión a la que son sometidos muchos de estos medios. Tratar mal a un ministro puede acarrear graves consecuencias.

Por otro lado, el chavismo, desde 1998, ha arrimado exitosamente el límite de lo aceptable. Ya es “normal” que un periodista no reaccione agresivamente cuando un funcionario inventa o miente con descaro.

Y así llegamos adonde estamos. A un mundo donde asumimos como serios planteamientos totalmente absurdos que todo el mundo sabe que son absurdos.