Miércoles, 1 de septiembre de 2010
En unos de sus diarios la gran novelista Virginia Woolf apuntó: “The reason why it is easy to kill another person must be that one’s imagination is too sluggish to conceive what his life means to him.”
La razón por la cual es fácil matar a otra persona debe ser que la imaginación de uno es demasiado perezosa como para concebir lo que la vida de la víctima significa para él.
Desde que la leí, esta incisiva equivalencia de Woolf entre la empatía y la imaginación se quedó incrustrada en mi memoria.
Aunque yo quizá añadiría algo a la frase. Diría “lo que su vida significa para él, su familia, sus amigos y la sociedad en general.” Porque matar afecta no sólo a la víctima, sino también a sus familia, amigos y seres queridos.
Leyendo la noticia de la muerte de Franklin Brito (y la vergonzosa reacción del gobierno a la muerte), y escuchando la orden de Chávez de negarle recursos al Hospital Pérez de León por estar en un municipio gobernado por un alcalde “escuálido,” recordé la frase de Woolf.
No estoy diciendo que Chávez mandó a matar a Brito, ni tampoco que su decisión de no dar recursos al Pérez de León (decisión de la que luego se retractó a medias -porque se dio cuenta que ya estaba en manos de la administración central) es comparable a mandar a cientos de personas al paredón de fusilamiento.
No voy a llegar a ese extremo.
Simplemente estoy diciendo que la incapacidad de Chávez de medir las consecuencias de sus acciones o inacciones; la pereza mental que lo hace decir sin el menor empacho cosas como la que dijo sobre los recursos del Pérez de León; la falta de imaginación -combinada con la lógica polarizadora- que casi anula por completo su capacidad de empatía -todo esto, junto, es una señal más del increíble potencial de maldad de Hugo Chávez.
A este hombre hay que pararlo. Por eso a votar el 26 de septiembre.
Próximamente:
- ¿Cuál es el mejor libro sobre Chávez?