Lunes, 22 de febrero de 2010
Henri Falcón, gobernador de Lara
El gobernador del estado Lara, Henri Falcón, es un anomalía en el chavismo. Un líder con luz propia, que fue electo en 2008 con 73 por ciento del voto no por su asociación con Chávez, sino por su excelente labor como alcalde de Barquisimeto. Un líder que es un abierto desafío a los oximorones de “chavista competente” o “chavista independiente” (uno de sus lemas fue el atrevido La revolución eficiente). Un líder que muchos chavistas en su estado ven como un posible sucesor de Chávez en la presidencia, algo no se puede decir de ningún otro gobernador o alcalde chavista en el país (ni de ningún ministro). Un líder que, pese a la explícita prohibición del presidente de no adelantar candidaturas en 2008, decidió desobedecer esa orden y lanzarse a la gobernación de Lara, acaso previendo un saboteo de su candidatura por parte del entonces gobernador, y viejo compadre de Chávez, Luis Reyes Reyes, que quería aprovechar su amistad con el presidente para que su hijo heredara la gobernación (el PSUV expulsó a Falcón, pero luego, temiendo un efecto dominó, decidió reintegrarlo).
Por eso no sorprende su renuncia al PSUV (y su decisión de unirse al PPT), como tampoco sorprende la antipatía que le tiene Chávez, que con su sutil olfato detectó antes que nadie que el gobernador representa una amenaza a su poder.
Pero ¿hizo bien Falcón renunciando al PSUV?
Hasta ahora Falcón ha dado señales de ser un astuto animal político, que sabe leer muy bien el país y entiende muy bien su posición en el ajedrez nacional. Su militancia en el PSUV no se debía a un compromiso con Chávez (a quien no respeta un ápice), sino a un reconocimiento de que Chávez cuenta con los medios para destruirlo. Al mismo tiempo, Falcón parece entender que, asociándose con el deteriorado brand de la oposición, su horizonte político se reduce. Colocándose en el casi inexistente centro, donde se ha ganado respeto de chavistas y opositores, Falcón aumenta sus posibilidades de convertirse en una genuina y fresca alternativa en la polarizada política nacional.
Falcón también parece reconocer -y aquí quizá caigo en wishful thinking– que el chavismo después de Chávez no va a desaparecer, y que la mejor opción que tiene el país para salir del caos actual es modernizar y democratizar al chavismo, labor para la cual él es la persona ideal.
Por todos estos factores la decisión de Falcón de renunciar al PSUV es tan encomendable como peligrosa. Falcón ahora confronta el riesgo de una arremetida mayor por parte del presidente. El gobierno podría quitarle recursos, montarle una gobernación paralela y tratar de enjuiciarlo por las denuncias de irregularidades que ya existen en su contra. En un pequeño anticipo de lo que podría venir Iván Lugo, diputado chavista y miembro del equipo político regional del PSUV, anunció ya que el buró político del PSUV adelantará “una exhaustiva revisión de la relación política con el PPT.”
Pero no me extrañaría que Henri Falcón tenga una carta bajo la manga.
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