Nostalgia de un gran duelo

Jueves, 29 de septiembre de 2011

En un muy comentado reportaje de The New York Times, Nicholas Kulish escribe que las protestas y el descontento alrededor del mundo -de India a Grecia, de España a Israel, de Gran Bretaña a Estados Unidos- tienen un denominador común: “…cansancio, incluso desprecio, por los políticos tradicionales y el proceso político democrático que presiden.”

Kulish dice que la economía -el alto desempleo, la creciente desigualdad y las medidas de austeridad- ha sido un motor detrás de las protestas.

Pero incluso en India e Israel, donde hay alto crecimiento económico, los manifestantes dicen “que desconfían tanto de la clase política…que sienten que sólo un asalto al sistema puede resultar en un cambio real.”

Kulish dice que cada vez más ciudadanos de todas las edades, pero especialmente los jóvenes, están rechazando estructuras democráticas convencionales como partidos políticos y sindicatos.

Y este vacío ha sido llenado por Internet y las redes sociales. Twitter, Facebook, Paypal y otras redes sociales y herramientas de Internet son las nuevas estructuras a través de las cuales un creciente número de ciudadanos se organizan y manifiestan su descontento, a veces bypasseando las instituciones de la democracia representativa.

La antipolítica, pues, se ha globalizado y ha encontrado un espacio de operación: Internet.

El reportaje es estimulante y ambicioso; busca identificar y explicar un fenómeno internacional muy complejo.

Pero es tambien un ejemplo clásico de un autor acomodando la realidad para que encaje con su tesis, en este caso la globalización de la antipolítica y la frustración mundial por la falta de alternativas al sistema capitalista.

Un ejemplo:

Votantes frustrados no están pidiendo que un dictador tome el poder. Pero dicen que no saben qué dirección tomar….“Incluso cuando el capitalismo cayó en su peor crisis desde 1920 no había una visión alternativa,” dice el autor izquierdista británico, Owen Jones.

Otro:

La izquierda política, que podría haber sido el destino natural de estos movimientos que surgen alrededor del mundo, está comprometida, en la opinión de los activistas, por el neoliberalismo de centro de Bill Clinton y Tony Blair.

Con “activistas” o con “votantes frustrados” Kulish no se está refiriendo a un grupo de activistas específico, ni siquiera a un país específico. Los términos abarcan al movimiento mundial de protestas.

Leyendo estos dos párrafos -y hay más ejemplos de lo mismo- uno pensaría que el sentimiento que describe Kulish es generalizado. Que la mayoría de los manifestantes están frustrados porque la izquierda ha sido coaptada por el centro neoliberal de Clinton y Blair, y porque no hay en el mundo una verdadera alternativa al sistema capitalista.

Pero ¿dónde está la evidencia? ¿Dónde están las encuestas o sondeos de opinión que prueban esto? ¿Dónde están las pruebas de que los activistas citados representan el grueso de los manifestantes? ¿Cómo sabemos que las ocho o diez personas citadas en el reportaje son una muestra representativa? ¿O que el reportaje no es un ejercicio de cherry picking para fundamentar un análisis errado del autor?

En Chile, por ejemplo, hay claras manifestaciones de antipolítica entre los estudiantes. Pero las opiniones radicales de la bella Camila Vallejo no son compartidas por la mayoría de los manifestantes. De hecho, Vallejo es parte de una minoría radical en Chile.

Leyendo el reportaje Kulish, uno a veces siente que las democracias capitalistas de Occidente son como eran hasta hace poco las dictaduras Egipto, Libia y Túnez: ollas de presión que tarde o temprano van a estallar.

Y no estoy negando que no haya frustración antisistema en muchas de estas protestas. Lo que estoy diciendo es que Kulish no presenta evidencia convincente para demostrar la importancia que él le está asignando a la antipolítica en esta ola mundial de protestas.

Más que la realidad, el reportaje parece expresar la nostalgia del autor con un mundo donde había un claro contrincante al sistema capitalista; su frustración por la hegemonía del capitalismo.

En su reportaje los manifestantes del mundo se convierten en un espejo de esa frustración.

Efecto Alan

Miércoles, 28 de septiembre de 2011



Ríodoce y Javier Valdez

Martes, 27 de septiembre de 2011

Hace un par de años, leyendo un reportaje de Alma Guillermoprieto en The New Yorker, me crucé con el nombre de Javier Valdez, a quien la periodista se refería como un reportero de un “local scrappy newspaper” que sabía mucho del narcotráfico en Sinaloa.

Lo busqué en Internet y enseguida lo contacté porque estaba trabajando en un reportaje sobre México. Esa conversación, al igual que las muchas que hemos tenido desde entonces, fue iluminadora.

Más allá de los datos y cifras mil veces repetidas sobre el crimen organizado en México, Valdez es capaz de contarte la historia privada del narcotráfico en Sinaloa: cómo ha cambiado a sus amigos (“muy pocos no están de alguna manera vinculados al narco”), como ha transformado los valores, cómo ha alterado hábitos y costumbres y creado una narcocultura, cómo ha afectado al periodismo (“en el diario publicamos sólo el 60 por ciento de lo que sabemos”), cómo la corrupción ha penetrado hasta los árboles, y como en Sinaloa el narco es una “forma de vida”:

Vivimos en una ciudad en donde todos los caminos conducen al narco. Yo podría escribir sobre agricultura, y ahí está el narco; o sobre los table dance, y ahí está el narco; o sobre los centros comerciales o la venta de vehículos usados o nuevos, y está el narco. Aquí el narco no es un fenómeno policíaco, es una forma de vida.

El diario donde trabaja Javier, Ríodoce, se acaba de ganar el presitigioso premio Maria Moors Cabot a la excelencia periodística de la Universidad de Columbia.

A continuación los dejo con un reportaje de Mirtha Rivero sobre Ríodoce:

Continue reading

Turbocomemierda

Viernes, 23 de septiembre de 2011

Dos temas que me apasionan: el jazz y el poder de las ideologías para aniquilar las capacidad de razonamiento de los seres humanos.

En su último artículo, Ibsen Martínez conecta estos dos temas mediante la figura de T. W. Adorno, que a mí siempre me ha producido el mismo desagrado que a él -aunque nunca he expresado este desagrado con tanto humor y elocuencia:

Hubo un tiempo en el que muchos intelectuales, en el trance de comentar –de hacer trizas, mejor dicho–una película de Hollywood en cualquier revista cultural subsidada por el estado burgués, neocolonial y lacayo, citaban invariablemente a un filósofo de lengua alemana llamado T.W. Adorno (1903-1969) , fundador –entre otros pensadores dedicados a la observación de los fenómenos culturales en la era de la masificación–, de una legendaria “Escuela de Frankfurt”. La “T” era inicial de Theodor; la “W”, de Wiesengrund.

Para irnos entendiendo y avanzar con buen ritmo, evocaré que, siendo yo apenas un prometedor y brillante mozalbete, ya acudía en mi auxilio una prodigiosa inteligencia analítica y , así, me bastó una lectura somera de un par de libros de Theodoro W. Adorno ( quien ha ingresado la posteridad, entre otras cosas, como un filósofo de la “musikología”, con “k”) para concluir que el tipo era un perfecto “comemierda” y me perdonan.

¿Porqué digo yo que T.W. Adorno fue un comemierda? Pues simplemente porque a T.W: Adorno no le gustaba el jazz.

Dicho así suena a pecado venial–“a T.W. Adorno no le gustaba el jazz”–; total nadie está obligado a que le guste el jazz. Pero hay que leer la ringlera de sofismas y simplezas de inspiración marxista que, para descalificar al jazz como una operación de apropiación mercantilista blanca de la cultura negra, hilvanó desmañadamente T.W. Adorno. Termina uno por mover la cabeza y deshauciarlo como eso que he dicho: un turbocomemierda.

Y más adelante:

Recuerdo que leí “Dissonanzen; Musik in der verwalteten Welt ”, seguido de su “Enleitung in die Musiksoziologie zwölf theoretische Vorlesungen” –las leí en castellano, está claro, ¡faltaría más! – durante una breve vacación en Mochima y que cuando hube terminado de leerlo(s), me serví un ron doble en las rocas – en esa época todavía bebía ron– y me puse a oir “A Love Supreme”, de John Coltrane y, la verdad, es que vacilando junto al mar los solos de Coltrane, de Elvin Jones, de Jimmy Garrison y del formidable pianista que fue McCoy Tyner, sentí una lástima infinita por el tal T.W.Adorno que se perdió un mundo de sonoridades por razones ideológicas.

A diferencia de Ibsen Martínez, nunca he sentido la más mínima necesidad de enfrentar esos textos de Adorno sobre el jazz.

Siempre me digo: “No me importa un pito lo que piense ese pobre infeliz, ni voy a perder el tiempo enfrentándome a sus ‘argumentos.’ Déjenlo cacarear por allá lejos mientras yo disfruto mis discos.”

Ibsen, sin embargo, prefirió emular a Cantinflas y lanzarle un “yo a usted ni lo ignoro.”

En busca del hombre nuevo

Jueves, 22 de septiembre de 2011

Cada vez que destaco algún logro o los logros de la oposición venezolana recibo duras críticas por Email y por Twitter.

Varias veces me han llegado correos con explicaciones largas sobre porqué estoy equivocado.

Ninguna explicación me ha hecho cambiar de opinión, pero sí me han ayudado a detectar con precisión donde reside el desacuerdo.

En primer lugar hay una diferencia de expectativas y perspectiva. En las críticas de mis adversarios trasluce una aspiración de perfección, de encontrar -como dice Raúl Aular- políticos “hidropónicos,” impolutos. Quieren ver a una oposición perfecta, que haga exactamente todo lo que ellos promueven y defienden. Desde el otro extremo del espectro ideológico ellos buscan, también, al “hombre nuevo.” Y, cuando no lo encuentran, se frustran.

Yo pienso que esta aspiración es una quimera. Y lo comprueba un vistazo superficial a otros países. Observen el comportamiento de muchos políticos en Alemania, jugando con fuego con la crisis del euro; o la extorsión del tea party y el partido republicano en Estados Unidos en las negociaciones del límite de la deuda, donde básicamente amenazaron a la administración Obama con volar el país si el presidente no cedía en sus demandas.

O miren la actitud irresponsable y cínica de los miembros de la Concertación en Chile, apoyando un paro para exigir respuestas a una serie de problemas cuyos principales autores, más que Sebastián Piñera, son ellos mismos. O la miopía de los candidatos moderados en el Perú, que por dividir el voto del centro dejaron pasar a la segunda vuelta a dos candidatos con fuerte tendencias autoritarias.

O miren a la misma oposición venezolana hace apenas cinco años -dividida, fragmentada, desmovilizada por el espantajo del abstencionismo.

Este ejercicio comparativo es útil, porque ayuda a poner las cosas en perspectiva mostrándonos que errores que a primera vista parecen extremadamente irresponsables son más bien comunes o aciertos que nos parecen normales son más bien extraordinarios.

Para mí, en este contexto, los logros de la oposición durante los últimos años son notables.

La derrota del abstencionismo y la adopción (¡por consenso!) de una estrategia de participación electoral y de lucha por llenar y reconquistar espacios institucionales. (¿Acaso es poca cosa forjar este consenso alrededor de un argumento difícil de digerir y todavía más difícil de vender? ¿Es poca cosa que no haya surgido un ala opositora demagoga -como ha surgido recientemente en países desarrollados con problemas muchos menos graves que los de Venezuela- explotando la frustración del antichavismo ofreciendo soluciones más radicales para salir del presidente?).

Los espacios ganados en las elecciones regionales de 2008. El acuerdo unitario logrado en 2010 para las legislativas, firmado por 18 partidos y una docena de organizaciónes políticas. La decisión de escoger mediante primarias un candidato único para las presidenciales de 2012.

El sano surgimiento de una nueva generación de líderes que coexiste y colabora con la vieja generación, renovando el liderazgo opositor y comprendiendo que para ganarle el pulso a Chávez no hay que dividirse sino más bien sumar esfuerzos.

La mejoras organizativas dentro de la MUD, descritas con detalle en un imperdible artículo de Alonso Moleiro. La articulación de un programa de gobierno unitario que absorbe las ideas de las mentes más brillantes del país.

Ha habido también tropiezos, claro. Y también existe un amplio espacio para mejoras.

Reconocer la labor de la oposición no significa tapar sus errores o renunciar a exigencias y presiones para que las cosas se hagan mejor.

Pero, si Chávez sale de la presidencia en octubre de 2012, dentro de cien años historiadores verán con admiración el papel desempeñado por la oposición en la recuperación de la democracia venezolana.

De eso no me queda duda.