Las repercusiones de febrero

Viernes, 28 de febrero de 2014

Imaginemos que en unas semanas las protestas se apagan. Leopoldo López permanece preso. El Táchira militarizado. Y el gobierno aprovecha los eventos de febrero para explicar la crisis económica.

¿Quiere decir esto que las protestas fueron un error?

Primero que nada, hay que aclarar que la represión del gobierno no depende de las guarimbas. Su motivo fundamental son las protestas; la amenaza que representa para el chavismo tener miles de personas en la calle. La peor ola represiva fue antes de la explosión de guarimbas.

Dicho esto, la pregunta es imposible de responder. Hay demasiados factores en juego, algunos de ellos totalmente invisibles, cuyo peso relativo es imposible de determinar. No sólo eso: nunca vamos a saber que hubiese ocurrido en escenarios alternativos.

De no haber habido protestas, ¿se hubiese enlodado la oposición en una actitud pasiva e inerte que, a la larga, hubiese facilitado la implantación de una dictadura a la cubana en el país? No sabemos. ¿Nacieron en estas manifestaciones los líderes que en unos años liderarán batallas decisivas? No sabemos. ¿Creó esta crisis fisuras en la FANB que en un tiempo contribuirán a lograr una transición pacífica y ordenada? No sabemos. ¿Fue el gesto de López equivalente al “por ahora” de Chávez, como sugirieron Jon Lee Anderson y Álvaro Vargas Llosa? ¿Será visto en 20 años como una acción épica que transformó la historia de Venezuela como esa breve aparición televisiva del líder de un batallón de paracaidistas? No sabemos.

Esto de los plazos es importante. En mayo del 92 el golpe de Chávez lucía como un error para muchos. Pero para el chavismo fue un gran acierto. Desencadenó un proceso que llevaría a revolucionarios trasnochados a ascender al poder seis años después y a dominar la vida política del país por quince años. Del mismo modo, era difícil adivinar el efecto transformador del Caracazo. A partir de ese estallido, el destino del país no tenía necesariamente que desembocar en la pesadilla del chavismo.

Juzgar los eventos de febrero, medir sus consecuencias y entender sus repercusiones nos va a tomar más que tres meses.

Nota: El domingo, en Efecto Naím, un especial sobre Venezuela. Un invitado especial y varias sorpresas. No se lo pierda. NTN24, 9pm EST.

¿Todo sería mejor?

Viernes, 28 de febrero de 2014

Me gustaría hacer algunos puntos adicionales y los voy a ir soltando poco a poco.

En privado varios amigos me han dicho que las protestas le han dado un pretexto al gobierno para culpar creíblemente a la oposición de la inminente catástrofe económica.

¿Estoy de acuerdo?

No. Este argumento supone que, de no haber habido protestas, la acentuación de la crisis económica hubiese llevado al gobierno a un estado de descomposición que, magicamente, en ver de haber llevado a violencia, protestas y represión, hubiese resultado en una transición pacífica y ordenada. (Y que el gobierno no hubiese buscado otros chivos expiatorios -¿la gente ya olvidó Daka?).

Yo más bien especularía lo contrario. Mientras más débil se sienta el gobierno, más feroz será la represión.

Silencioso desplazamiento

Viernes, 28 de febrero de 2014

Poco advertido por los medios es el nuevo consenso de la MUD. Y lo sorprendente es que, dentro de la coalición, el bando más débil ganó.

Pero repasemos lo ocurrido. Hace dos semanas decidí sumarme al debate cuando Henrique Capriles suscribió un artículo de Fernando Mires. La tesis central del artículo es…

Las luchas en la calle…no tienen sentido si antes no ha sido librada una ardua lucha al interior de los sindicatos, de las organizaciones populares y civiles, en las universidades y en las escuelas, en los pueblos y en las aldeas. El poder de la calle –ese es el punto– surge del poder social y no al revés.

El espaldarazo al artículo de Mires no sorprendió a nadie porque Capriles, en público, estaba básicamente diciendo lo mismo. De hecho, su fuerte escepticismo hacia los protestas, y la manera como las igualaba a “caos” y “golpe,” lo enfrentó tanto a López como a los estudiantes.

El fondo del debate era la calle. Si era correcto o no salir a protestar en este momento.

Yo argumenté que sí, pero la polvoreda que levantó el debate sobre las mayorías tapó un punto para mí clave. Mires y compañía hablaban como si la realidad fuera estática; le restaban importancia al rápido cierre de los espacios de acción democrática. Sí, podemos decir que antes de protestar la oposición debe ampliar su base social de apoyo. Pero ¿de qué sirve esto si el sistema se sigue cerrando hasta asfixiar cualquier posibilidad de disputarle el poder al gobierno de manera pacífica? Como mínimo, y así aceptemos que “no somos mayoría” (con el necesario *), se debe luchar por preservar estos espacios de acción a la vez que se busca ampliar el respaldo popular.

Porque a la luz del 14A; a la luz de lo ocurrido con los medios durante los últimos diez meses; a la luz de los atropellos y represión de febrero, incluyendo la persecusión y arresto de líderes políticos; las denuncias de tortura; las medidas dictatoriales de censura, el asalto violento a sedes de partidos; el uso de la GN, la PNB y fuerzas paramilitares para aterrorizar a la población; a la luz de todo esto, ¿es tan difícil imaginar una total cubanización del proceso electoral en 2019?

No importa si el objetivo es una Asamblea Constituyente, una enmienda, las parlamentarias o las presidenciales de 2019. La oposición debe encontrar maneras creativas de hacerle frente a los embates autoritarios del gobierno. La protestas no deben ser vistas como un sustituto a otros métodos de lucha, sino como un complemento. Una poderosa y perfectible herramienta de resistencia pacífica al creciente autoritarismo; una manera de ejercer presión para resguardar espacios sin los cuales es difícil imaginar cualquier salida, incluyendo la transición ordenada y pacífica que todos deseamos.

Hace apenas dos semanas el artículo de Mires resumió la visión de buena parte de la MUD. Los que promovían la protesta pacífica y continuada estaban solos. Hoy nadie cita a Mires. Y nadie se atreve a decir que, en este momento, la lucha en la calle “no tiene sentido.” Los estudiantes y las decenas de miles de manifestantes que tomaron las calles zanjaron diferencias importantes entre los líderes de la oposición.

No-antagonismo y sostenibilidad

Lunes, 24 de febrero de 2014

Creo que tiene razón Econ_Vzla. Leo su respuesta y creo que no estamos tan en desacuerdo como parece.  Más aún, algunos los puntos que traté de expresar él los expresó con mayor elocuencia.

Sí me incomodan un poco la última serie de preguntas, pero no lo suficiente como para extender el debate y aburrirlos.

Pero debo decir que la historia rara vez es un cuento moral.

Econ_Vzla dice:

Cuándo mencioné el tema en nuestro intercambio puse el énfasis en que #LaSalida, cualquier salida debe ser sostenible o no será salida. Me refería con eso a que la construcción de una mayoría “nocional”, que va ciertamente más allá del tema numérico -electoral-. Esta mayoría “nocional”  es una versión blanda de lo que pudiera ser el respaldo popular. Y con mayoría nocional me refiero a que si la protesta pretende ser la mecha que desencadene un cambio de régimen –la oferta original de #LaSalida- ésta debe ser percibida como no-antagónica a los problemas y anhelos de una amplia base social. No me refiero a que la protesta debe recibir el apoyo duro, ni siquiera la simpatía tipo ni-ni, me refiero a que la protesta debe ser percibida como que está conectada, que se preocupa por el padecer de las mayorías.

Sé que estarás de acuerdo con que esta condición de no-antagonismo es necesaria para la sostenibilidad de cualquier cambio en cualquier escenario, desde un triunfo electoral en 2015, 2016 o 2019, hasta las diferentes vías previstas en la Constitución, pasando incluso por la vía insurreccional.

Sería bueno que la sostenibilidad de cualquier cambio dependiera de una condición de no-antagonismo. Pero pónganse a ver. ¿Cuál ha sido el gobierno más antagónico de los últimos cincuenta años? ¿Cuál ha sido el único gobierno que ha satanizado y deshumanizado sistemáticamente al otro bando? ¿Cuál gobierno ha prácticamente convertido la deshumanización en sú único modo de expresión? ¿A cuál no le ha importado nada lo que piensa o padece la otra mitad del país?

¿Y no ha durado ese régimen ya quince años?

Lo que debería ser y lo que nos gustaría que fuera es una cosa. Otra cosa es lo que es.

¿La calle se vuelve consenso?

Lunes, 24 de febrero de 2014

Quiero comentar algunas cosas sobre los inteligentes comentarios de Lisette y @Econ_Vzla, pero la crisis se ha acentuado y quiero hacer primero unos puntos.

En primer lugar, debemos dejar claro una cosa: ningún líder de oposición ha hecho un llamado a la violencia o apoyado las guarimbas y las barricadas. Al contrario: todos han hecho un llamado explícito a la manifestación pacífica. En estos coinciden radicales y moderados.

Segundo, en un escenario de protestas como el de ahora es difícil tener control sobre todos los factores y erradicar la guarimba y barricadas. Lo importante es que el liderazgo rechace estos métodos -y quizá deben hacerlo con mayor fuerza.

Veo a algunos comentadores y periodistas que, cada vez que hay un golpe represivo o guarimbas, sugieren que la culpa es de los defensores de la manifestaciones (“¿Esto es lo que querían? ¿Esto es lo que promueven?”). Esto es injusto. (Tan injusto como calificar a los críticos de las guarimbas como enemigos de las protestas). Y sorprende que los que tácitamente igualan promover la protesta a promover la guarimba sean los mismos que celebraron la marcha del sábado. Si llamar a la manifestación pacífica y continuada acarrea un riesgo de guarimba, y puede motivar una respuesta excesiva del gobierno (un riesgo que siempre va a existir), ¿no fue lo del sábado una imprudencia en este momento álgido? En este sentido hay que ser más consistente y no adoptar posturas cómodas.

Tercero, decenas de miles de personas saliendo a la calle a manifestar parece haber zanjado las diferencias en el liderazgo opositor y forjado algo cercano a un nuevo consenso. Todos han coincidido en llamar a la protesta pacífica y continuada. Esto es un cambio.