La muerte en Venecia

Martes, 30 de junio de 2009

Una metáfora de Platón compara el intelecto con el conductor de una carroza llevada por varios caballos, uno de lo cuales es una bestia salvaje. Este caballo representa los instintos, apetitos, pasiones y deseos humanos, y la labor del conductor es embridar a la bestia para que no descarrile la carroza. Si la bestia no es controlada, el conductor corre el riesgo de ser arrastrado a un precipicio.

La idea de la civilización tiene que ver con esta metáfora. La civilización no se alcanza sin que los instintos y deseos individuales sean embridados y hasta cierto punto sometidos por el intelecto. Mientras más se deje dominar el intelecto por los instintos animales, más difícil será lograr la convivencia entre los miembros de un colectivo y mayores serán las posibilidades de violencia, conflicto y autodestrucción. La civilización depende de la capacidad del conductor de mantener la bestia salvaje bajo su control.

Pero civilización no es nunca una victoria absoluta de la razón sobre los deseos, sino el alcance de un equilibrio en el que aquélla prevalece sobre éstos. El ser humano no puede vivir sin rendirse ocasionalmente ante sus deseos, porque estos son una parte integral de él; una profundad necesidad del ser. Tan importante como controlarlos es abrirle espacios de acción dentro de un marco delimitado donde, al final del día, impere el orden y la razón. Esta tensión interna que define la condición humana y el efecto destructivo que puede acarrear el sometimiento de la razón a los deseos, es el tema central de la obra maestra de Thomas Mann, La muerte en Venecia.

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Peligroso cóctel

Martes, 16 de junio de 2009

Desde hace ya algún tiempo, algunos analistas han venido advirtiendo que el presidente Hugo Chávez tiene la clara intención de armar a los consejos comunales.

El señalamiento es grave porque existen 30 mil consejos y el gobierno ha anunciado su intención de impulsar la creación de muchos más. El presidente mismo ha dicho que debe haber un consejo comunal en cada edificio.

Rocío San Miguel, directora la asociación civil Control Ciudadano, me explica que este temor se fundamenta básicamente en la concatenación de dos legislaciones.

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Obama y los derechos humanos

Martes, 2 de junio de 2009

En las últimas semanas el presidente Obama ha recibido críticas de lo más diversos sectores por sus políticas de seguridad nacional y defensa de los derechos humanos. Sectores conservadores lo acusan de tener una visión muy ingenua de la amenaza terrorista que pone en riesgo la seguridad de los Estados Unidos. Algunos liberales lo acusan de vender sus ideales a los Republicanos y acoger las políticas antiterroristas de su antecesor, George W. Bush. Y otros más moderados lo acusan de envolver en una retórica de cambio lo que es, en esencia, la preservación de algunas políticas de Bush como el uso de comisiones militares para juzgar terroristas y de detenciones indefinidas sin juicio.

Obama también ha provocado críticas de distintos grupos por la manera como su equipo de gobierno aparentemente ha desplazado a los márgenes los temas de la democracia y los derechos humanos en las relaciones con China, Egipto y otros países autoritarios con los que Estados Unidos necesita estar de buenas. En un debate de radio que organicé sobre este tema, varios activistas de derechos humanos citaron como ejemplos las recientes visitas de Hillary Clinton a Egipto y Turquía, donde la secretaria de Estado evadió hasta donde pudo el tema de la falta de libertad en esos países para no incomodar a sus anfitriones. También recordaron la visita a China, en la que Clinton declaró que el debate sobre los derechos humanos “no podía interferir” en la búsqueda de soluciones a la crisis climática y económica. Y citaron el caso de Venezuela, donde en los últimos meses Hugo Chávez ha estado intimidando, persiguiendo y encarcelando a algunos de sus opositores bajo la mirada silenciosa de Estados Unidos. Según ellos el patrón es cada vez más claro: Obama camina en esa frontera donde el deseo a no querer ser visto como un líder imperial y arrogante comienza peligrosamente a confundirse con una tácita aceptación a prácticas represivas y antidemocráticas.

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