Ganadores y perdedores del #26S

Jueves, 30 de septiembre de 2010

Los ganadores

La MUD. Si la oposición no alcanzaba el tercio de la Asamblea Nacional, y ganaba sólo 40 o 50 diputados, se corría el riesgo de división. En los días previos a las elecciones, frente a la amenaza de un resultado desfavorable, corrieron rumores de zamuros que saldrían a saborear la derrota y patear la Mesa de la Unidad. Con el resultado favorable, los zamuros no alzaron vuelo y la MUD finalizó la carrera fortalecida. (PD: Ramón Gullermo Aveledo como vocero fue un gran acierto).

Primero Justicia. Pese a no tener un alcance nacional y haber llegado de cuarto en número de diputados entre las fuerzas de la MUD (UNT se llevó el trofeo), PJ fue el partido que más creció en votos (600 mil en casi dos años), casi triplicando el aumento de AD, el segundo partido con mayor crecimiento. En Miranda la MUD sacó una ventaja de casi 200 mil votos, mayor a la ventaja opositora en los estados Carabobo, Táchira, Nueva Esparta y Zulia. Y PJ le sacó una ventaja de 100 mil votos a UNT en el Distrito Capital, donde este partido solía dominar entre los opositores.

Consultores 21. No se equivocó en su medición. A diferencia de buena parte de las encuestadoras, los números finales de las elecciones son bastante cercanos a los de su último sondeo.

Antonio Escarri. En el barrio 23 de Enero, uno de los bastiones del chavismo y el semillero de los grupos radicales revolucionarios, este joven candidato de la MUD perdió por sólo 3847 votos. Denle cinco años más.

Teodoro Petkoff. En los últimos cuatros años, después de aventurarse por varios atajos y caminos equivocados, la oposición ha ido consolidando poco a poco una estrategia de unidad, participación y resistencia democrática. De nosotros, los escribidores, depende que la historia le reconozca a Petkoff su papel importante reencausando la estrategia opositora. El término “escritor comprometido” parece inventado para este veinteañero septuagenario.

Los perdedores

Chávez y el PSUV. El presidente obtuvo su peor votación desde que asumió el poder. Según El Universal, el presidente podría haber perdido cerca de un millón de votos desde 2009. Considerando que la campaña estuvo centrada en su figura, para Chávez es imposible sacudirse esta derrota.

Menos mal que la LOPE y la ayudita del CNE rediseñando circuitos, camuflaron un poco el fracaso. Si no, ¿alguien se imagina la reacción de la bestia herida?

Patria para Todos. A pesar de que sus votos dieron la mayoría a las fuerzas antichavistas, el PPT, que levantó muchas expectativas autodefiniéndose como un partido de la tercera vía (The Washington Post incluso le dedicó un reportaje antes de las elecciones), obtuvo sólo dos diputados y alrededor de 3 por ciento del voto. Quizá deberían cambiar la tercera vía por la única fuerza alternativa.

Voluntad Popular. No teniendo tarjeta, Voluntad Popular hizo repetidos llamados a sus seguidores para que votaran por la tarjeta de Unidos para Venezuela en las semanas previas a las elecciones. Unidos para Venezuela sacó apenas 41.739 votos.

Luis Vicente León. En la Conferencia de las Américas en Miami, diez días antes de las elecciones, el director de Datanálisis inició una ola de pesimismo en la oposición declarando que, según su última encuesta, un 27 por ciento del electorado planeaba votar por los aliados de Chávez, 24 por ciento por los candidatos de la oposición y 30 por ciento permanecían indecisos. Añadió que, si se clasificaba a los indecisos según sus preferencias de partido, los aliados de Chávez podrían esperar una victoria con el 52 por ciento.

A su vez la malas lenguas dicen que León aseguraba a amigos y conocidos que la oposición ganaría sólo 40 diputados, 25 menos de lo que terminó ganando. Ciencia y pesimismo, no se deben confundir.

El abstencionismo. Consenso unánime entre los líderes opositores de que votar es mejor que abstenerse y 66 por ciento de participación en unas elecciones legislativas. ¿Se puede pedir más?

¿Quién ganó el voto popular?

Miércoles, 29 de septiembre de 2010

Henri Falcón

El debate sobre quién ganó el voto popular es un debate legítimo.

Por un lado Chávez dice que la MUD sacó menos votos que el PSUV, lo cual es cierto.

Pero la oposición dice que ganó el voto popular porque, si se suman los votos de la MUD y el PPT, y por otro lado los del PSUV y el PCV, la votación de los partidos que adversan al presidente supera el 50 por ciento.

¿Es válido este argumento?

Un detalle revelador es que el PPT no se ha desligado del razonamiento de la oposición. Líderes de la MUD han declarado a diestra y siniestra que la oposición ahora es mayoría sin que ni un solo dirigente del PPT se haya quejado de que la MUD se haya adjudicado sus votos.

Y, con lo poco que han dicho, los pepetistas no han buscado precisamente una conciliación con Chávez. Ayer, en una conferencia de prensa, el secretario general del PPT, José Albornoz, dijo que en las elecciones Chávez “quedó como el perdedor.”

Cuando le preguntaron de qué lado estará el PPT a partir de enero, Albornoz dijo que “del lado del pueblo.” Y añadió: “Las cosas que nos quieran imponer las vamos a rechazar.” Una alusión no muy sutil a sus problemas pasados con el presidente.

Por otro lado, también hay que recordar las declaraciones del presidente Chávez, que no acepta medias tintas.

Dejando a una lado los choques frecuentes de Chávez con el gobernador de Lara Henri Falcón, a quien ha acusado de dejarse encantar por la burguesía y a cuyos seguidores ha obligado a escoger entre el gobernador y él, Chávez ha tildado más de una vez al PPT de “contrarrevolucionarios.”

Irónico que el hombre que se empeña en ver la política en términos binarios, y que divide a la raza humana entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, ahora reconozca grises y esté arguyendo que el PPT no es chavista ni opositor, sino algo en el medio.

La oposición sigue en la lucha

Lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Qué significan los resultados de las elecciones legislativas, en los que el chavismo no alcanzó su meta de alcanzar una mayoría de dos tercios y la oposición, al parecer, obtuvo un 52 por ciento del voto popular?

Los resultados, en primer lugar, son una prueba notoria de las manipulaciones de leyes y circuitos electorales que, previendo una votación como la de ayer, se pusieron en efecto para favorecer al gobierno. Se materializó, con datos duros y fáciles de asimilar a primera vista, el abismo entre los votos y la composición de la Asamblea Nacional.

Chávez, por su parte, no puede desafarse fácilmente del resultado. Aunque sigue siendo más popular que sus diputados, y también sigue siendo el político con más arrastre popular del país, su figura fue el sol de la campaña electoral, alrededor del cual giraban todos los candidatos del PSUV. Una pérdida del voto popular sería en buena medida una derrota del presidente.

En segundo lugar, el número de diputados que ganó la oposición no es desdeñable. Un analista de Moody’s declaró que la gente está prestando “demasiada atención al tema de los dos tercios porque de cualquier manera el Gobierno seguirá teniendo un amplio margen de maniobra.” En parte tiene razón. Chávez sigue teniendo un considerable margen de maniobra y, como ya lo ha hecho con gobernadores y alcaldes opositores, podría valerse de cualquier trampa o triquiñuela para quitarle poderes a la AN o aumentar los poderes de la mayoría simple que obtuvo ayer.

Sin embargo, el objetivo de la oposición es precisamente ése: hacerle la vida más difícil a Chávez. Colocarle piedras en el camino. No habiendo un verdadero Estado de derecho en Venezuela, a la oposición no le queda sino ponerle trabas y obstáculos al gobierno, aprovechando cada espacio restante del andamiaje democrático que Chávez todavía no ha logrado demoler. Poco se puede hacer para castigar los abusos del presidente. Pero mucho se puede hacer para estorbar sus planes e incluso forzarlo a moderarse y retroceder.

Por otra parte, la meta de la oposición era los dos tercios. Si se fracasaba en ese objetivo, se corría el riesgo grave de división y desmoralización. Con los resultados de ayer, la oposición reafirmó una estrategia que, en sus lineamientos generales, es la correcta: la unidad y la participación. La lucha por defender y reconquistar espacios institucionales sin los cuales va a ser difícil preservar las garantías institucionales necesarias para derrotar a Chávez en las elecciones presidenciales de 2012.

Cuando se compite en un terreno electoral tan desnivelado, que estira la definición de democracia hasta casi volverla inútil, no es fácil lograr un consenso en torno a esta estrategia.

La historia le reconocerá este gran logro a la oposición.

5 razones para votar

Viernes, 24 de septiembre de 2010

Una vez más, en vista de las elecciones del domingo, insisto con estos argumentos para ir a votar. Si ya leyó el artículo, y está de acuerdo con los argumentos, entonces divúlguelo.

¿Para qué votar si Hugo Chávez luego va a desconocer los resultados? ¿No fue eso lo que hizo con la reforma constitucional? ¿No fue lo que hizo con la Alcaldía de Caracas, a la que despojó de recursos y superpuso una autoridad elegida por su dedo? ¿No fue lo que hizo con las gobernaciones de Miranda y Táchira, y con la alcaldía de Sucre, también despojadas de recursos y competencias? ¿Para qué jugar a que existe la democracia? ¿Por qué votar, además, por una oposición que es igual de mala que Chávez? ¿Por qué votar por una oposición que se opone pero no propone?

Desde 2006 vengo diciendo que estos argumentos para no votar son débiles, pero me asombra que, siendo tan débiles, sigan circulando por Venezuela. A continuación, cinco razones para ir a votar el próximo 26 de septiembre:

I. No se debe olvidar el objetivo final.

Las posibilidades de que Chávez haga con una Asamblea Nacional opositora lo que hizo con la Alcaldía de Caracas son altas. Si la oposición gana, es probable que el gobierno se las ingenie para marginar a los diputados de la AN o disminuir sus poderes.

En esto todo el mundo está de acuerdo.

Sin embargo, el objetivo del 26 de septiembre no es reinstaurar una plena democracia en Venezuela. El objetivo es utilizar todos los resquicios democráticos que nos quedan para frenar, obstaculizar y revertir donde se pueda el proyecto totalitario de Chávez. El objetivo final es 2012. Hacer todo lo posible para defender y reconquistar espacios democráticos sin los cuales va a ser difícil presionar a Chávez para que acepte un resultado adverso en las elecciones presidenciales dentro de dos años.

Votando en las elecciones no vamos a restablecer la democracia en Venezuela. Votando vamos simplemente a poner una traba en la ambiciones monárquicas del presidente. Las elecciones legislativas pueden ser vistas como un fin en sí mismo, pero, más importante aún, deben ser vistas como parte de un proceso; parte de un proyecto de transición pacífica en el 2012.

Lo ocurrido con las gobernaciones y alcaldías opositoras no debilitan sino más bien refuerzan este argumento. ¿Qué hubiese sido mejor para las ambiciones Chávez? ¿Tener a títeres del PSUV en las gobernaciones de Miranda, Carabobo, Nueva Esparta y Táchira, o tener a opositores gobernando en esos estados, así sea con poderes disminuidos? ¿Acaso Ocariz en el municipio Sucre y Capriles en el estado Miranda le han facilitado los planes de concentración de poder de Chávez? Creo que la respuesta es obvia.

II. No hay mejor alternativa.

Entre el promotor del voto y el abstencionista hay similitudes importantes. Ambos piensan que Chávez es capaz de desconocer los resultados y ambos piensan que el gobierno se vale de cualquier trampa disponible antes del voto (ventajismo, intimidación, discriminación, uso ilegal de recursos públicos, gerrymandering, etc) para desnivelar a su favor el terreno electoral.

En esto no hay ningún desacuerdo.

La diferencia está en qué hacer para lidiar con esta situación.

Si no se vota, existen dos alternativas. Una es la abstención, pero ya probamos esta estrategia en las pasadas legislativas y conocemos el resultado. Otra es tomar las armas y derrocar a la fuerza al gobierno, pero esta opción es rechazada por la mayoría de los que nos oponemos a Chávez.
Esto nos deja con la opción electoral.

Los abstencionistas que proponen un escenario de huelgas, marchas y movilizaciones deben admitir que no hay mejor incentivo para una “gran” movilización que unas elecciones robadas (sean éstas o las próximas). E incluso la minoría radical que piensa que a Chávez hay que sacarlo a la fuerza debe aceptar que deslegitimar a Chávez con el voto no afecta su causa.

Votar, pues, es por descarte la mejor opción.

III. La democracia es escoger.

Muchas personas -en Venezuela y en el mundo- no parecen comprender que en las elecciones muchas veces se elige no al candidato ideal, sino a la mejor opción, que con frecuencia es el menos malo.

Con la abstención no se logra nada porque, votemos o no votemos, alguna de las opciones va a ganar y luego gobernar o (en el caso de la AN) controlar y legislar.

La abstención nunca cambia esta realidad. Así decidamos no votar, como gesto de rechazo a todas las opciones disponibles, uno de los contrincantes va a ganar. ¿Por qué no entonces escoger al mejor o al menos malo?

Cuando el Nini decide no apoyar a nadie, en el fondo está apoyando al statu quo. Porque, no tomando partido, beneficia más al gobierno que a la oposición. En este punto las encuestas son muy claras: obligados a votar, la amplia mayoría de los Nini votaría por la oposición.

Si piensa que la oposición es al menos un poquitito mejor que el oficialismo, entonces vote por los candidatos opositores.

IV. La oposición no es homogénea.

Los Nini, quizá inconscientemente, parecen haber somatizado el discurso de Chávez que reduce la oposición a una masa homogénea, un cogollo, un grupete excluyente e incompetente de no más de diez o doce personas. Pero lo cierto es que la oposición es un muy diversa y abierta, que incluye a personajes tan disímiles como Teodoro Petkoff y Oswaldo Álvarez Paz.

A diferencia del gobierno, los liderazgos de la oposición no son fijos. Ledezma, Pérez Vivas y Pablo Pérez hace no mucho eran figuras marginales. Carmona, Carlos Ortega y Rosales ya no figuran. María Corina Machado dejó de existir y revivió hace poco gracias a un éxito electoral. Hay varios liderazgos que ascienden silenciosamente como el de Carlos Vecchio.

A mí, en particular, me gusta mucho más Ocariz que Barboza. Prefiero a Ledezma que a Salas Feo. Y veo un océano de diferencia entre Ismael García y Henry Ramos.

Considerando esta diversidad y naturaleza proteica de la oposición, decir que “Chávez es malo, pero la oposición es igual de mala” me parece no sólo incorrecto, sino una grotesca simplificación.

La oposición, por lo demás, no está en el poder. A la AN chavista se le puede acusar con razón de incompetencia en el ejercicio de sus funciones, pero a los candidatos de la oposición, la mayoría de los cuales se están estrenando como candidatos a diputados, no se les puede juzgar por labores que nunca han ejercido.

V. No podemos darnos el lujo de no votar.

Por último, los Nini -que, como ya dije, son mayoritariamente de tendencia opositora- deben entender que no estamos en Inglaterra, donde no tomar posición no entraña la posibilidad de un cambio sistémico en el país. En Venezuela está en juego la democracia. Un bando tiene un proyecto claramente totalitario. El otro está conformado por muchos líderes con probadas convicciones democráticas. En otro país ser Nini es un lujo irresponsable, pero no grave. En Venezuela no tenemos ese lujo.

Logros de la oposición

Jueves, 23 de septiembre de 2010

Uno de los deportes favoritos de la comentocracia opositora es criticar a la oposición. Algunas de esas críticas son atinadas, pero otras son tremendamente simplistas e injustas. Rara vez, además, se señalan los logros, algunos de los cuales no son nimios. Días antes de las elecciones legislativas, vale la pena resaltar tres de ellos, todos indicadores de que la oposición de hoy es mucho mejor que la de hace unos años.

1) Derrota del abstencionismo.

Para mí este es el logro más subestimado de la oposición. En un país donde el presidente y el partido de gobierno se valen de todo tipo de trampas y triquiñuelas para desnivelar el terreno electoral, desde el uso abusivo de recursos y medio estatales al gerrymandering, la intimidación, el chantaje y la discriminación, la abstención es una reacción previsible, sino natural. Más aún: el argumento a favor de la participación es sumamente sofisticado, no fácil de asimilar y digerir, sobre todo en un colectivo cuyo juicio puede, comprensiblemente, ser a veces nublado por la rabia, la frustración y la indignación. Que haya consenso en todas las principales fuerzas opositoras de que el voto es una de las mejores herramientas de lucha contra el régimen es algo que no deberíamos, como dicen en Estados Unidos, take for granted.

Ojalá esto se extendiera a todos los votantes.

2) El acuerdo unitario.

No creo que Teodoro Petkoff exagera mucho cuando califica de “milagroso” el acuerdo de la unidad. Cualquier persona que tenga experiencia política sabe que lo que logró la oposición con ese acuerdo no es poca cosa. Genaro Arriagada, uno de los arquitectos de la Concertación en Chile (la unión de fuerzas que logró salir de Pinochet sin disparar un solo tiro), dijo lo siguiente poco después de que se anunciara el acuerdo unitario: “La oposición venezolana de hoy es muy distinta a la de hace unos años, que estaba muy fragmentada. Yo no puedo sino sentir admiración por lo que acaba de lograr la oposición venezolana. Yo tengo mucha experiencia en este tema. Yo trabajé para lograr la unidad en Chile y sé de primera mano cuán difícil es alcanzar un acuerdo como el que la oposición acaba de alcanzar.”

3) El mensaje

En este espacio promoví mucho la idea de que la oposición se concentrara en la campaña en dos o tres mensajes. Hasta estas elecciones Chávez había sido habilidoso en impedir que esto ocurriera, atomizando el discurso de la oposición con su radicalismo (que siempre se acentúa en épocas electorales). Un día la oposición defendía a Zuloaga, otro la descentralización y otro día protestaba por alguna expropiación.

Pero esta vez fue diferente. Aunque todavía hay mucho espacio para mejoras, el mensaje opositor se enfocó en menos temas que en los pasados procesos electorales. Muchos días de la campaña era la oposición la que dictaba la agenda y Chávez el que reaccionaba.