Enemigo de la razón

Martes, 29 de julio de 2008

Quien lleve una lista de los muchos incidentes tragicómicos de la era de Chávez en Venezuela, debería incluir el regaño que lanzó hace poco el presidente al partido Comunista por haber convocado una marcha de protesta a la visita al país del presidente de Colombia. En un mitin en Maracay, Chávez dijo que él mismo había invitado a Uribe y recordó que los comunistas, por haberse aliado con el ex presidente Rafael Caldera, no habían protestado contra la visita a Venezuela que hizo Bill Clinton en los noventa. Dijo también que su gobierno está obligado a “entenderse con el gobierno de Colombia” y que él es un jefe de Estado y “como tal debe actuar.”

La comicidad del incidente reside, claro, en el hecho de que, después de la retahíla de insultos de jefe de Estado que Chávez ha dirigido a Uribe desde que se peleó con él en noviembre – “genocida,” “paramilitar,” “líder de una mafia,” “mentiroso,” “criminal” son sólo algunos de ellos–, resulta gracioso escuchar al presidente regañando al partido Comunista por planificar una modesta protesta contra la visita de Uribe. Si algo se puede decir del plan de los comunistas, es que era consecuente con sus creencias, en total sintonía con el discurso oficial. Después de todo, si uno se toma en serio las palabras de Chávez, y suscribe lo que han dicho diputados, ministros y medios oficiales sobre Uribe en los últimos meses, ¿no es una manifestación contra la visita de este “líder mafioso” lo mínimo que uno puede hacer para resguardar la dignidad de la patria?

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Racismo en Bolivia

Miércoles, 16 de julio de 2008

evo-moralesEl pasado 9 de junio un grupo de más de 20 mil personas (el gobierno de Bolivia se jacta de que fueron 80 mil) se congregó en la embajada de Estados Unidos en La Paz que preside Philip Goldberg. La protesta no fue pacífica. Los manifestantes, la mayoría movilizados desde la ciudad vecina de El Alto, agredían con palos, piedras, petardos y cachorros de dinamita a los funcionarios policiales que protegían la embajada, y gritaban consignas como “fuera yanquis” y “Goldberg, ¡queremos tu cabeza!” La violencia llegó a un punto en el que amenazaba con desbordarse y el jefe de la policía se vio obligado a dispersar la manifestación con gases lacrimógenos. Al final, no hubo muertos, pero sí una docena de heridos de lado y lado.

Poco después de la manifestación el concejal Roberto de la Cruz, organizador de la manifestación y líder prominente de El Alto que tiene una relación clientelar con el gobierno, anunció que la manifestación no terminaba allí: volverían a protestar en la embajada hasta expulsar al “embajador genocida.” Otro líder notorio de El Alto, Edgar Patana, señaló que era un insulto que Estados Unidos izara su bandera en tierra boliviana, y que, hasta que no la bajaran, sus amigotes y él asediarían la embajada norteamericana. Ambos dirigentes dieron a los medios un mensaje claro y rotundo: o expulsaban a Goldberg o quemaban la embajada del país –esto no lo dijeron– que provee la mayor asistencia económica y social a Bolivia.

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La oposición va bien

Miércoles, 2 de julio de 2008

Desde que Hugo Chávez se echó para atrás con la Ley de Inteligencia y Contrainteligencia, con la que se pretendía, entre otras cosas, implantar en Venezuela una versión de los nefastos CDR cubanos, se ha dicho que, aunque el retroceso de Chávez tiene claros motivos electorales, las denuncias de la oposición –que amenazaban con convertir la ley en un asunto electoral– lo obligaron a rectificar. Se ha dicho también que la presión opositora fue clave para que Chávez se retractara de otras medidas, incluyendo el nuevo currículo escolar, el nuevo sistema de admisión universitario, la Ley de Pesca y el pasaje de transporte urbano. Y se ha dicho que la oposición, en combinación con presiones externas, fue la que forzó al presidente a enfriar sus relaciones con las FARC.

Todo esto es verdad, y está muy bien que se señale, pero para mí la prueba reciente más contundente de la efectividad de la presión opositora sigue siendo el referendo del pasado diciembre, cuyos resultados todavía, siete meses después de la votación, no han sido anunciados por el Consejo Nacional Electoral, probablemente porque revelan un margen mayor de derrota del que está dispuesto a aceptar el gobierno. Digo que es la prueba más contundente por una simple razón: con el margen anunciado por el CNE la noche del referendo, y el porcentaje de votos escrutados con que se anunció ese margen, no se podía afirmar, como lo hizo el consejo esa noche, que la tendencia del voto era irreversible. Eso sugiere que en ese momento el consejo tenía más información de la que estaba comunicando, y que esa información indicaba una clara derrota para el gobierno. Los resultados se anunciaron tarde porque hubo tensión entre un sector del gobierno que no quería reconocer la derrota y un sector de la oposición que tenía suficiente información para exigir el reconocimiento de los resultados electorales. Y en este pulso, la oposición ganó.

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