Primarias 20/11

Jueves, 10 de marzo de 2011

¿Cuáles son las ventajas de no hacer este mismo año las primarias para escoger el candidato presidencial de la unidad?

Veo con preocupación que, dentro de la MUD, la idea de dejar las primarias para 2012 ha cogido fuerza. Los argumentos son los siguientes:

1) Si el candidato es escogido en octubre o noviembre, el entusiasmo inicial va a ser interrumpido por las vacaciones de diciembre. Y esto le haría daño al candidato.

2) Una campaña larga cuesta demasiado dinero y es mejor concentrar los limitados recursos en un número limitado de meses.

3) Mientras más larga sea la candidatura, más se expone el abanderado opositor a ser “liquidado” por la maquinaria propagandística del gobierno.

De este trío de argumentos, el tercero es el más débil. Pues, así el candidato sea electo en marzo, ¿no va a tener el gobierno tiempo suficiente para tratar de desprestigiarlo a través del aparato del Estado? ¿Y no lo está haciendo ya con muchos de los posibles candidatos?

El segundo también es enclenque. Pues ¿no puede escogerse un candidato este año y concentrar la mayor parte de los recursos para el número limitado de meses que los estrategas electorales consideren más importantes?

Pero, dejando a un lado estas reservas, creo que los tres argumentos tienen un denominador común: pensar que la estrategia de la oposición no debe enfocarse tanto en sus propias acciones, sino en cómo restringir lo más posible el margen de maniobra de Chávez.

Lo importante no es tener más tiempo para recorrer el país y convencer al mayor número de personas de votar por la MUD. Lo importante es darle poco tiempo a Chávez para destruir al candidato opositor y aprovechar su ventaja de recursos (como si el presidente no fuese a hacer campaña antes de la campaña).

Lo importante no es tener cuatro o cinco meses más para ganar votos, sino que Chávez tenga cuatro o cinco menos para él ganar votos (como si Chávez no estuviese ya buscando votos).

No sé ustedes, pero yo prefiero apostar a la voluntad de lucha de los partidos y la sociedad civil, y por eso me apunto en la propuesta de Óscar Lucien.

Primarias para el 20 de noviembre de 2011.

20 del 11 de 2011.

Primarias 20/11.

Almas serviles

Miércoles, 9 de marzo de 2011

Desde lejos, la recién fallecida Lina Ron parecía una rebelde. Así uno no compartiera su extremismo ideológico y su carácter violento, Ron aparentaba ser una mujer independiente y autosuficiente, incapaz de recibir órdenes de nadie.

Pero ¿lo era?

En febrero de 2008 Lina Ron lideró una toma violenta del Arzobispado de Caracas. No era su primer acto público violento. Ya varias veces había protagonizado actos similares bajo el silencio cómplice del gobierno. Pero esta vez cometió un error: decidió tomar el Arzobispado el mismo día que, gracias a una mediación de Chávez, las FARC liberaron a unos rehenes. Fúrico, molesto porque el show del Arzobispado había desviado la atención mediática de su propio show, Chávez arremetió contra ella.

El episodio casi se repitió un tiempo después. Lina Ron llevaba meses perpetrando ataques violentos a diferentes blancos “contrarrevolucionarios,” en algunos casos en abierta alianza con el colectivo La Piedrita. Pero un día Chávez se dio cuenta que los ataques lo estaban afectando en las encuestas.  ¿Qué hizo? Mandó a arrestar a Lina por “anárquica.” (A los pocos meses Ron fue fotografiada en libertad).

El patrón era claro. A Chávez no lo molestaban los ataques violentos en sí, sino el timing de estas acciones, que él decidía arbitrariamente si era bueno o malo. Lina, por su parte, aceptaba cabizbaja los aletazos de humor del presidente.

A Ron le gustaba definirse como una revolucionaria rebelde, recia, guerrera, que estaba dispuesta a morir por sus ideales. Pero debajo de esa expresión dura, debajo de esa mirada desafiante y esas camisas del Che Guevara y ese discurso radical y altisonante, se emboscaba un espíritu sumiso y sumamente conservador, que se sometía a la voluntad de otros -sobre todo de Chávez y Diosdado- como otros se someten a la autoridad de los reyes, los Papas y -horror de horrores- los amos imperiales.

Lecciones de ayer

Sábado, 5 de marzo de 2011

John Bavicchi

Cuando canto en la ducha, o durante el desayuno, mi esposa siempre me dice “¿tu y no que estudiaste música?”

La pregunta siempre me hace reír, pero en el fondo es una pregunta seria.

¿Aprendí lecciones importantes durante esos fríos años en Boston estudiando armonía, contrapunto, orquestación y composición? ¿Fue en retrospectiva útil pasar horas y horas sumido en partituras de Wagner, Duke Ellington, Debussy y Stravinsky? ¿Que consecuencias tiene para mi vida de hoy haber pasado meses escudriñando con el gruñón y octagenario compositor John Bavicchi los últimos (y casi milagrosos) cuartetos de Beethoven? Más aún, ¿fue útil adentrarme con el errático pero encantador Vuk Kulenovic en el tupido universo teórico de Arnold Schoenberg?

Aunque ya no estudio ni compongo ni toco (seriamente) música, no me queda duda de que aprendí lecciones importantes, lecciones que guían hoy mi quehacer diario. Y no me refiero, por supuesto, a la carpintería pedestre de la música, sino a algo más profundo: a una manera de pensar, analizar, de procesar, sintetizar y cuestionar información. Y quizá -y esto sí podría ser delirante wishful thinking– a desarrollar un tacto para alcanzar de vez en cuando ese difícil equilibrio entre la razón y las emociones que, como dice Thomas Mann, puede insuflar las ideas con una enorme fuerza y poder de persuación.

La música también me enseñó ciertas maneras de ver el trabajo diario que, para bien o para mal, adopté entonces para nunca abandonar.

Vuk Kulenovic

Recuerdo, por ejemplo, cuánto me impresionó leer una entrevista con Igor Stravinsky donde el gran compositor ruso, el rebelde e irreverente creador de PetrushkaLa consagración de la primavera, comparaba su oficio de compositor con el de un zapatero. Cito de memoria: “Me levanto en las mañanas, cumpló un horario estricto de trabajo, luego descanso y me voy a dormir.” ¿Y si la inspiración no llega? “Eso no me importa a mí. Yo cumplí con mi labor haciendo acto de presencia.”

También recuerdo una bella anécdota del compositor John Cage sobre su maestro Arnold Schoenberg, otro radical innovador que revolucionó la música durante el siglo veinte abandonando el sistema tonal (una de esas creencias de Ortega y Gasset) e inventando el sistema dodecafónico.

Cage cuenta (y cito también de memoria) que Schoenberg una vez le preguntó cuántas horas tiene el día. Cage respondió que veinticuatro. Schoenberg negó con la cabeza y le dijo: “No es cierto. El día tiene el número de horas que John Cage -y no otro- decida ponerle.”

Una fase de mi vida que se hace cada vez más brumosa en mi memoria. Pero lecciones que aún están ahí.

Orígenes de la represión

Viernes, 4 de marzo de 2011

Pienso en el arresto de Oswaldo Álvarez Paz por una simple declaración en un programa de TV. O la vez que hizo un llamado a la Fiscal para supervisar Internet por un reporte que no le gustó. O cuando arremetió contra Tal Cual por ese artículo de Laureano Márquez en el que mencionaba a su hija Rosa Inés.

¿Por qué hace eso Chávez? ¿Por un sofisticado método de represión selectiva?

En algunos casos, sí.

En otros casos creo que la explicación es más básica.

Chávez dice que hay que luchar contra las campañas mediáticas de desestabilización. Que ese “veneno” que se transmite en los medios opositores contribuye a una clima de ingobernabilidad, desinformación y violencia que obstaculiza los avances revolucionarios.

Esto, claro, es cuento chino. Con el control que tiene de la FAN, las cortes, el Congreso, la Fiscalía, la Contraloría, el Banco Central y PDVSA, Chávez puede gobernar con mucho más espacio de maniobra que cualquier presidente de cualquier democracia civilizada.

Estas ofensivas de Chávez no son una consecuencia de los imperativos económicos y sociales del país, ni de una necesidad de ampliar su espacio para gobernar más efectivamente.

Estas ofensivas no contribuyen de ninguna manera a resolver estos problemas sociales y económicos, ni tienen mayor efecto (positivo o negativo) en el poder exagerado que tiene ya Chávez para resolverlos.

Estas ofensivas no tienen nada que ver con la resolución de las diferentes crisis del país, ni con una necesidad real o urgente de represión.

Con lo que tienen mucho que ver es con los propios problemas personales de Chávez, con su vanidad, sus inseguridades, sus complejos.

Extrañando a Rosario

Miércoles, 2 de marzo de 2011

En la sala de espera un señor, sin duda un escuálido, se paró y encendió el pequeño televisor, sintonizando el canal Globovisión. Néstor suspiró. No podía creer que, de todos los canales, el señor hubiese escogido ese semillero de odio de la ultraderecha que era Globovisión. En ese momento el canal transmitía el programa Alo, ciudadano. El nombre del programa lo decía todo. Una vulgar copia del programa dominical de Chávez. El moderador, Leopoldo Castillo, siempre le había parecido un emblema del viejo orden. Uno de esos señores resentidos, llenos de odio, que la revolución había desplazado, despojándolos de su poder y sus privilegios. Era además llano, superficial. Sólo invitaba al programa a dinosaurios de AD y COPEI para despotricar contra el Presidente.  “No queremos castrocomunismo.” “No queremos mar de la felicidad.” “Chávez nos está llevando a un comunismo a la cubana.” Él se preguntaba: ¿Y acaso el comunismo a la cubana es tan malo? Pero esas preguntas no se debatían. En el canal el objetivo era atacar, no debatir. Repetir el mismo discursito que tenía la oposición desde 1999. Que si Chávez es un dictador; que si Chávez quiere quitarnos nuestras casas; que si Chávez quiere adoctrinar a nuestros niños. El asunto cansaba. Cansaba incluso a las dos muchachas bonitas, sifrinitas, que acompañaban al moderador, que no lograban disimular los bostezos. ¿Para qué, por cierto, estaban esas muchachas del este allí? ¿Y para qué servían? A veces leían noticias o daban los resultados de estúpidas encuestas (¿está de acuerdo con las última expropiación ordenada por Chávez?), pero eso no justificaba su presencia. Esas muchachas estaban ahí por los ratings. Tener a esas dos sifrinitas allí era mejor que tener a dos negritas de Petare. Vendía más publicidad. Un ejemplo más de la lógica perversa del sistema capitalista.

Lo mejor de Alo, ciudadano era cuando transmitían declaraciones de Chávez. Eso lo impresionaba. Ponían a Chávez para luego armar un motín contra él. Pero el efecto era el contrario. Porque poniendo al Presi se derrotaban a ellos mismos. No había mejor juez que el contraste entre los dos discursos. ¡Chávez se los llevaba por delante! Por eso él se oponía a que cerraran Globovisión. Era cierto que el canal no informaba, sino desinformaba; que era un nido de víboras de la IV República; que había participado en el golpe de 2002. Pero no había mejor propaganda para el Presi que el contraste entre su discurso y el de los escuálidos. Allí estaba todo.

En ese punto Rosario y él estaban de acuerdo. Rosario odiaba a Chávez, pero  decía que, si la obligaban a escoger, prefería las cadenas de Chávez que Alo, ciudadano. “Chávez es un dictador demente, pero puede ser entretenido.” Él nunca entendió esa opinión que tenía ella del Presi. ¿Cómo podía decir que Chávez era un dictador? ¿Cómo ella, siendo una muchacha humilde, nacida en un barrio, podía apoyar a los oligarcas responsables de la miseria que se vivía en su barrio? Para él eso era un misterio inextricable. A veces pensaba que era un complejo de pobre. Sus deseos de ser una burguesa, de formar parte de la oligarquía, la llevaban a odiar a Chávez. Cuando Chávez insultaba a los ricos ella quizá sentía que la insultaba a ella, a su futuro. Si los burgueses odiaban a Chávez, ella tenía que odiarlo porque, si las cosas le salían bien, ella sería pronto rica. Cuando pensaba en esta posibilidad, Néstor se decía que Chávez era un grande. Él trataba de reinvindicar al pobre como persona, como ser humano. Su mensaje decía: “Ustedes son valiosos por ser ustedes mismo. No tienen que estar imitando lo vicios y la codicia de los burgueses. Tienen que ser ustedes mismo y estar orgullos de ser quienes son, de su origen humilde.” Quizá Chávez había fracasado con Rosario, pero había triunfado con otros.