Subordinados al poder

Miércoles, 10 de febrero de 2010

Lina Ron

Lina Ron

¿Cómo se explica que, según encuestas regionales como el Latinobarómetro, Venezuela esté actualmente entre los países latinoamericanos que más valoran la democracia? ¿Cómo se concilia ésto con el 50 por ciento de popularidad que todavía tiene Hugo Chávez?

El martes asomé una posible explicación. Dije que muchos venezolanos podrán jactarse de que apoyan la democracia, pero esa opinión dice poco sobre la manera como ven el poder y se relacionan con él. Es decir: un sector importante de venezolanos tiene una relación de subordinación con el poder, más propia de un sistema monárquico que de una democracia.

Tres ejemplos de esta dinámica:

Lina Ron. Esta militante radical chavista es el perfecto ejemplo del súbdito con disfraz de rebelde. Por varios meses Lina Ron realizó, por iniciativa propia, varios ataques violentos contra objetivos “contrarrevolucionarios,” bajo la mirada silenciosa y presumiblemente aprobatoria del presidente. Pero un día, advirtiendo que las acciones de Lina Ron eran políticamente contraproducentes, Chávez decidió que este comportamiento era inaceptable y la mandó a meter presa. Lina no cuestionó el brusco cambio de opinión del presidente. No se preguntó por qué el presidente no se había pronunciado sobre sus anteriores agresiones públicas y televisadas contra Globovisión y el Ateneo de Caracas. Simplemente acató la orden.

Triste espectáculo, ver a esta “rebelde” revolucionaria, que no goza de ningún cargo y el gobierno manipula a su conveniencia (muchas veces marginándola), subordinándose al poder de una manera tan sumisa.

Así, así, así es que se gobierna. Este es el grito de batalla que muchas veces se escucha en actos públicos cuando Chávez manda a expropiar una empresa o le da una orden a los jueces del Tribunal Supremo, haciendo gala de una manera sumamente autoritaria de ejercer el poder. Y en los rostros que aplauden las órdenes militares del presidente uno ve muchas veces una genuina (y atávica) aprobación. Implícito en los aplausos está la aprobación de este estilo autoritario. ¿Qué pasaría si una de estas acciones autoritarias de Chávez afectara directamente a uno de los súbditos? Es posible que el súbdito le retire su apoyo a Chávez. Pero no se debe confundir la desilusión con una acción particular de Chávez con la opinión general sobre el estilo de mando. Porque, si el problema principal fuera el estilo de mando, el súbdito jamás hubiese apoyado al presidente.

El presidente debería saberlo. Este es el ejemplo de Carrera Damas. El chavista que, en medio de un reclamo sobre un aumento de sueldo o un préstamo o una beca, hace un llamado directo al presidente (“el presidente debería saberlo”). Implícito en este llamado está un reconocimiento y aceptación inconsciente de la autoridad cuasi monárquica del presidente. Implícita está una disolución de los poderes del Estado en la figura presidencial. Y sólo un súbdito, sin un verdadero entendimiento de lo que es una democracia, acepta como normal esta anormal concentración de poder en el presidente.

Lina Ron dice ser una demócrata convencida. También dicen serlo muchos de los que dicen cosas como “el presidente debería saberlo” o aplauden las órdenes de expropiación de Chávez gritando “así es que se gobierna.” Una compleja realidad que se escurre de los indicadores del Latinobarómetro.

Más sobre este tema:

Los súbditos

Martes, 9 de febrero de 2010

Germán Carrera Damas

Germán Carrera Damas

Pese al reciente deterioro, la popularidad de Hugo Chávez en Venezuela -que después de 11 años sigue siendo extremamente alta (poco menos del 50%)- es un fenómeno difícil de entender. ¿Cómo es posible que un sujeto tan transparentemente arbitrario, autoritario, temperamental y violento reciba el apoyo de millones de venezolanos? ¿Acaso no hay un punto álgido en el que el nivel de arbitrariedad es tal que anula o al menos erosiona significativamente otros factores como la carisma o el dinero?

¿Y cómo se explica que, según sondeos regionales como el Latinobarómetro o el Iberobarómetro, Venezuela esté actualmente entre los países de la región que más valoran la democracia?

En un excelente libro de entrevistas publicado por la editorial Libros Marcados (El asedio inútil, 2009), el reputado historiador venezolano, Germán Carrera Damas, asoma una de las varias explicaciones:

Convertir un ciudadano parcial en un ciudadano integral no es una cuestión de una o dos generaciones. Toma mucho tiempo erradicar el atavismo autoritario y de subordinación que caracteriza al súbdito, que es obediente y que transmite ese comportamiento a otros. Un pueblo no puede superar en sesenta años un inconsciente colectivo formado a lo largo de cinco siglos…Una enorme proporción de la sociedad no ha adquirido la condición de ciudadano en un sentido consciente. Sigue guardando con respecto al poder, aunque sea democrático, una relación de subordinación.

Muchos venezolanos podrán decir que apoyan la democracia, y que prefieren la democracia a cualquier otra forma de gobierno, pero esta opinión -según Carrera Damas- dice poco sobre la manera como éstos ven el poder y se relacionan con él. Debajo de esa opinión, se embosca un atavismo que contradice estas supuestas “convicciones” democráticas.

¿Y en qué consiste este atavismo? Llevado al extremo, en ver como normal un presidente cuyo poder no tiene barreras o límites, o tiene muy pocos. En ver el poder no como algo que se ejerce con mesura, respetando siempre los límites de las leyes, sino como algo que se utiliza para de verdad mandar, como mandan los generales o los reyes. En aceptar la autoridad del presidente como un niño acepta la autoridad de su padre, sin cuestionarla, sin buscar explicaciones o justificaciones a sus órdenes o acciones, asumiendo como algo “natural” la desigual dinámica de la relación.

Sigue Carrera Damas:

Todavía hay un enorme sector de la sociedad al que basta que le hagan una seña para que se le active el atavismo de súbdito. Es lo que vemos en la televisión cuando personas muy respetables, que protestan porque no les han pagado, terminan con la frase: “El presidente debería saberlo.” ¿Quién es el presidente? El monarca. ¿Cuál es la actitud? De súbdito suplicante ante el monarca. ¿Reclama derechos? No. Si reclamara derechos no se dirigiría al presidente. Se supone que el presidente no puede intervenir en el funcionamiento de la estructura del Estado. Todavía no han sido capaces de disociar el Gobierno, el Estado y el presidente.

Desde luego, éste no es el único factor que ayuda a explicar la popularidad de Chávez. Pero es uno importante.

Otro texto del autor:

  • Lea la reciente Tribuna sobre la influencia de Hugo Chávez en América Latina.

La renovación

Viernes, 5 de febrero de 2010

renovaci_n..hacia_un_horizonteEn la última encuesta de Hinterlaces hay tres datos que vale la pena resaltar:

• El 28 por ciento del electorado venezolano dijo que votará por los candidatos chavistas en las elecciones legislativas de septiembre, mientras el 26 por ciento dijo que votará por la oposición, y el 34 por ciento que elegirá a candidatos independientes.
• El 55 por ciento de venezolanos se definen como “ni pro-Chávez, ni anti-Chávez” (los famosos ni-ni) mientras que el 27 por ciento se considera chavista, y el 14 por ciento se considera “opositor.”
• El 65 por ciento de los venezolanos dice que el país necesita nuevos líderes, mientras el 21 por ciento está en desacuerdo con esa idea.

La conclusión es obvia: el brand “oposición” está más deteriorado que el brand “Chávez.” O muchos venezolanos que no están contentos con el presidente no ven una alternativa en la oposición. (No es de extrañar que muchos líderes opositores, sabiamente, se hayan reetiquetado como “la alternativa democrática”).

¿Qué implicaciones tiene esto en las elecciones legislativas? ¿Es posible para un candidato ser escogido como candidato único por la Mesa Unitaria (que agrupa a las fuerzas tradicionales de oposición) y al mismo tiempo no ser contaminado por el mellado brand “oposición” que estas fuerzas representan?

Aunque es cierto que entre los ni-ni hay un sector vulnerable a las dádivas electorales y la presión gubernamental, tres factores juegan a favor del voto no chavista.

En primer lugar, en el alto porcentaje de independientes debe haber muchos opositores que expresan su frustración con el liderazgo opositor declarándose ni-ni (lo cual no quiere decir que, a la hora de la verdad, votarían por el oficialismo). En segundo lugar, es más fácil para un candidato de la Mesa Unitaria desligarse del brand “oposición”(una marca difusa) que para un candidato chavista desligarse de Chávez. En tercer lugar, los actuales problemas del país -inflación, crimen, electricidad, agua- perjudican más a los candidatos oficiales que a cualquier alternativa no chavista.

Por otro lado, hay que decir que el costo de no tener candidatos unitarios a través de la Mesa podría ser mucho mayor al costo de la asociación con el brand “oposición,” como bien lo demostraron las pasadas elecciones regionales. Es decir: la asociación con la oposición tradicional a través de la Mesa (instrumento imprescindible para lograr la unidad) es electoralmente el mal menor.

¿Cómo atraer el voto independiente? ¿Cómo atraer ese 34 por ciento de ciudadanos que no se identifican con ningún bando? Pues los candidatos unitarios tienen que proyectarse como una alternativa novedosa, fresca y con vida propia, así operen dentro de la maquinaria opositora. Y, al mismo tiempo, la oposición tradicional tiene que luchar por renovar la pésima imagen que, justa o injustamente, tiene en buena parte del país.

Una buena manera de comenzar es renovando su liderazgo, lo cual depende no sólo de que las viejas caras cedan espacios a nuevos líderes, sino también de que los nuevos líderes se abran espacios ellos mismos.

La que se niega a morir

Jueves, 4 de febrero de 2010

¿Que Venezuela no tiene una admirable, corajuda y efervescente sociedad civil que está en la calles defendiendo la democracia?

Piénselo de nuevo:

Entre contribuir y no contribuir

Miércoles, 3 de febrero de 2010

lobo

Porfirio Lobo, presidente de Honduras

Después de varias pifias en el manejo de esta crisis de Honduras, Estados Unidos ha asumido una posicion bastante razonable. Aceptar al gobierno del presidente Lobo por falta de mejor opción, pero a la vez presionar a Lobo para que se cumplan los otros puntos del acuerdo Tegucigalpa-San José, incluyendo la instalación de una Comision de la Verdad para investigar el golpe de Estado.

No tan razonable es la posición de otros países, entre ellos Brasil, México y Chile, que todavía no han reconocido al gobierno de Lobo.

A mi modo de ver, ya no hay nada que debatir sobre el curso que deben seguir estos países. Negándose a reconocer al nuevo gobierno, Brasil, Chile y México no van a lograr revertir la situación actual. A estas alturas es imposible imaginar un regreso al poder de Manuel Zelaya, que implicaría una renuncia de Lobo, la anulación de las elecciones de noviembre y la convocataria de otros comicios, ahora bajo el mando de Zelaya. Es decir, negándose a reconocer a Lobo, Brasil, Chile y México no logran absolutamente nada.

Por el otro lado, estos países, y sobre todo Brasil, podrían condicionar el reconocimiento del gobierno de Lobo a la instalación de una Comisión de la Verdad genuinamente independiente que investigue los sucesos antes, durante y después del golpe (y no se debe olvidar el “despues” a la luz del reciente informe de la CIDH sobre los abusos cometidos por el gobierno de Micheletti). Tomando ese camino, Brasil podría poner todo su peso en asegurar que la comisión sea conformada por ciudadanos objetivos y de impecable reputación.

La opción, pues, es entre contribuir a mejorar lo que se tiene o simplemente no contribuir.

Otro texto del autor: