Bolaño y el estilo

Viernes, 8 de junio de 2012

Con largas interrupciones (para leer otras novelas, escribir otras cosas), llevo meses dedicado a Roberto Bolaño, sobre todo a sus cuentos. Y voy a ir soltando de vez en cuando algunas observaciones, calentando para un ensayo que me gustaría escribir.

La primera:

En sus intereses Bolaño era un literato puro. A diferencia de Vargas Llosa, Fuentes o García Márquez, no fue muy ambicioso como ensayista, articulista o periodista. No tenía segundas carreras. Su vida era la literatura. Su curiosidad rara vez se desviaba de los cuentos, las novelas, la poesía.

Por eso, y por su vocación de poeta, es curioso que el estilo de su prosa sea tan poco literario. Y con poco literario me refiero a su total falta de interés en impresionar con el lenguaje, sorprender con una metáfora o una frase fosforescente, jactarse de su vocabulario o innovar con las sonoridades y ritmos de sus oraciones. Frente a Bolaño el estilo de las agencias de noticia puede parecer barroco.

¿Es esto una virtud?

No. Ni tampoco un defecto. Simplemente una elección.

Pero me gustaría, de paso, hacer una reflexión sobre el estilo.

Yo admiro tremendamente a grandes estilistas como Saul Bellow o Flaubert.

Al mismo tiempo, siento que aspirar a ser un gran estilista es un deporte peligroso por tres razones: 1) A veces el deseo de impresionar es demasiado obvio y eso empobrece la prosa (pienso en Nabokov). 2) La inevitable tensión entre la ambiciones estilísticas y el estilo indirecto libre. 3) El estilista a veces tiende a sobrevalorar el estilo sobre lo demás (pienso en El otoño del patriarca).

Bellow jugaba como un mago este deporte peligroso, pocas veces descarrilándose.

Te invoco si me sirves, te desprestigio si me atacas

Viernes, 8 de junio de 2012

A través de Greg Weeks, llego a este artículo de Manuela Picq sobre la CIDH:

The inconsistency of government discontent indicates the tensions are often political. In Ecuador, Luis Saavedra, from the human rights organisation INREDH, notes that President Rafael Correa invoked reports from the Inter-American system to discredit prior rightist governments. Correa’s administration also cited principles of non-intervention in the OAS Charter to condemn the 2008 Colombian bombing against FARC leader Raul Reyes on Ecuadorian territory. It was only when the Special Rapporteur for Freedom of Expression called into question efforts to censor opposition media, notably recommending precautionary measures on the case of the newspaper El Universo, that the Correa administration reacted strongly against the IACHR.

The Brazilian relation to the Court has been similarly contradictory. President Rousseff strongly supported the IACHR request that Brazil create a Truth Commission to shed light on human rights violations that took place during the 1964-1985 military dictatorship. In fact, prior to the Belo Monte rulings, President Rousseff invoked the Court’s authority and stressed her country’s engagement with the hemispheric human rights system. These cases demonstrate that Court decisions are supported when they are aligned with governmental agendas and attacked and discredited when the Court’s actions are perceived as inconvenient.

Hace unos días llamé a varios colegas de Ecuador, Brasil y Bolivia para preguntarles si recordaban casos de Correa, Rousseff, Lula o Morales alabando a la CIDH. Todos me dijeron que debía haber, pero que no se les venía ninguno a la mente. “Te escribo si recuerdo uno,” me dijeron. Ya no hace falta.

La ilusión determinista

Jueves, 7 de junio de 2012

Un comentario breve sobre el creciente pesimismo que he percibido en algunos sectores, espero minoritarios, de la oposición.

Como ya he dicho, Chávez navega hacia las elecciones con poderosos vientos a su favor. Estén o no estén compradas las encuestas, sean o no sean piratas, Chávez podría estar liderando la carrera con un cómoda ventaja. Una ventaja de diez puntos, y quizá un poco más, está perfectamente dentro del límite de lo posible.

También es verdad que el camino está lleno de piedras.

En América Latina rara vez los presidentes no son reelectos. En los últimos treinta años sólo han habido dos casos: Daniel Ortega en Nicaragua e Hipólito Mejía en República Dominicana (quizá la derrota de Pinochet en el referéndum o el fraude de la última reeleción de Fujimori podrían ser otros ejemplos).

En Estados Unidos el número de presidentes que ha ganado la reelección es aproximadamente el doble al número de presidentes que no han logrado un segundo período.

Y la comparación con Estados Unidos es engañosa. Porque en un petroestado autoritario como Venezuela las ventajas para la reelección son mucho mayores, sobre todo si la tasa de crecimiento de la economía supera el 5 por ciento. Si Estados Unidos estuviese creciendo como ahora está creciendo Venezuela, Mitt Romney tendría pocas probabilidades de ganar.

Hugo Chávez, además, ha decidido supeditar la economía nacional a las elecciones presidenciales de octubre, una estrategia irresponsable y suicida en el largo plazo pero que le va a dar votos.

¿Significa esto que todo está perdido?

Yo creo que asumir esta actitud es un grave error. Así como uno puede mirar hacia atrás y encontrar estadísticas desmoralizadoras, uno también puede encontrar muchos ejemplos en la historia, como la reciente Primavera Árabe, donde las fuerzas democráticas prevalecieron bajo circunstancias aún más adversas.

Sobre este punto en específico Chávez quizá nos puede dar una lección. Cuando el presidente conspiraba en los ochenta para tumbar el gobierno sus probabilidades de llegar a la presidencia eran mucho menores que las de Capriles hoy. Pero alcanzó su objetivo porque no se dejó desmoralizar por la ilusión determinista que le mostraba el espejo retrovisor -esa ilusión que, además de inhibir la acción y obstruir con pesimismo la claras aperturas de oportunidad, también alimenta las fantasías de certeza clarividente de muchos analistas.

Ventajismo presupuestario

Jueves, 7 de junio de 2012

El gobierno de Venezuela formula el presupuesto calculando el precio del barril de petróleo entre 40 y 50 dólares. Como el precio real del barril es mucho mayor el excedente es significativo. Y parte de este excedente va a fondos cuasifiscales como Fonden, el Fondo Chino, Fondespa y el Fondo Súbito, donde no hay fiscalización de ningún tipo ni transparencia. En teoría, ese dinero de los fondos puede ser utilizado sin que nadie lo advierta para la campaña electoral de 2012 o para cualquier estrategia populista para ganar votos.

Ojalá el ventajismo en recursos pudiese encasillarse dentro de ese excedente. La situación sería sumamente injusta, pero nada más.

El problema es que es peor porque en Venezuela, cómo en cualquier país con un gobierno autoritario, el ventajismo está también dentro del presupuesto.

La Asamblea Nacional acaba de aprobar más de mil millones de bolívares para el Ministerio de Información y Comunicación y el Sistema Nacional de Medios Públicos. Esto significa que, con respecto al 2011, el presupuesto del ministerio se duplicaría.

¿Es una casualidad que el aumento ocurra en año electoral? No hay que ser malpensados, por favor. Quien piense que esto es gasto de campaña jamás ha visto, escuchado o leído VTV, Radio Nacional, Ávila TV, la Agencia Venezolana de Noticias, Correo del Orinoco y muchos otros medios públicos que son claramente un dechado de honestidad, equilibrio, integridad y profesionalismo.

Pero, dejando a un lado las ironías, el presupuesto para el Ministerio de Información es sólo un porciúncula del ventajismo presupuestario.

El grueso está en los programa sociales que, al igual que el presupuesto de los medios estatales, el gobierno ha fundido descaradamente con la campaña.

Más sobre este tema:

La falacia de las “soluciones amistosas”

Miércoles, 6 de junio de 2012

Justificando sus propuestas de reforma de la CIDH, Insulza dijo que la Comisión debe actuar menos como “tribunal” y buscar más “soluciones amistosas con los Estados.”

Esto es increíble. Me pregunto si Insulza le dedicó diez segundos de reflexión a este argumento.

Tomemos el caso del gobierno de Venezuela, que desde hace tiempo se comporta como un sordo ante las decisiones de la CIDH.

Si el gobierno venezolano respetara todas las decisiones de la CIDH quizá el argumento de Insulza tuviese un poquito de sentido. Pero el hecho es que no lo hace. ¿Y por qué no lo hace? Porque simplemente no está de acuerdo con las decisiones de la Comisión.

Ahora bien, imagínense si la CIDH hubiese intentado el enfoque “amistoso” cuando admitió el caso de Leopoldo López. El gobierno de Venezuela jamás hubiese admitido que a López se le violaron sus derechos políticos. ¿Y qué espera entonces Insulza? ¿Que en aras de la amistad la CIDH le de la razón a Venezuela? Si la respuesta es negativa, entonces quedamos en las mismas y no hace falta reformar la CIDH para promover estas falaces “soluciones amistosas.”

Claro, la respuesta de Insulza quizá es positiva, sólo que no se atreve a expresarse con claridad y transparencia.