Miércoles, 6 de junio de 2012
Justificando sus propuestas de reforma de la CIDH, Insulza dijo que la Comisión debe actuar menos como “tribunal” y buscar más “soluciones amistosas con los Estados.”
Esto es increíble. Me pregunto si Insulza le dedicó diez segundos de reflexión a este argumento.
Tomemos el caso del gobierno de Venezuela, que desde hace tiempo se comporta como un sordo ante las decisiones de la CIDH.
Si el gobierno venezolano respetara todas las decisiones de la CIDH quizá el argumento de Insulza tuviese un poquito de sentido. Pero el hecho es que no lo hace. ¿Y por qué no lo hace? Porque simplemente no está de acuerdo con las decisiones de la Comisión.
Ahora bien, imagínense si la CIDH hubiese intentado el enfoque “amistoso” cuando admitió el caso de Leopoldo López. El gobierno de Venezuela jamás hubiese admitido que a López se le violaron sus derechos políticos. ¿Y qué espera entonces Insulza? ¿Que en aras de la amistad la CIDH le de la razón a Venezuela? Si la respuesta es negativa, entonces quedamos en las mismas y no hace falta reformar la CIDH para promover estas falaces “soluciones amistosas.”
Claro, la respuesta de Insulza quizá es positiva, sólo que no se atreve a expresarse con claridad y transparencia.
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