No abandonemos el pragmatismo

Sábado, 13 de octubre de 2012

Juan Nagel publicó una reflexión en su blog, con puntos que merecen ser debatidos.

Básicamente dice que tenemos que constituirnos como verdadera oposición en vez de pretender ser una opción de chavismo lite que, según explica, encarnó Capriles en la campaña.

Más allá de este debate, que es válido (y luego opinaré al respecto), creo que Juan comete una grave, grave equivocación desestimando la importancia de las elecciones regionales.

Ok, supongamos que la oposición asume todas las recomendaciones de Juan. ¿Y luego qué? ¿Qué va a hacer para poco a poco ir conquistando almas y espacios con este nuevo mensaje y nuevas voces? ¿No son las gobernaciones y alcaldías una poderosísima herramienta para proyectarnos como esa “verdadera alternativa” que Juan promueve? ¿Ganamos algo cediendo estos espacios o permitiendo al gobierno que fácilmente los suprima? Como dice Fernando Rodríguez, las gobernaciones y alcaldías “son de las pocas barreras reales” con que podemos frenar lo vocación totalitaria del régimen.

Está bien que Juan pida que la oposición abandone cualquier clase de coqueteo con el chavismo lite.

Pero tiene que enmarcar esto en la lucha, hoy más vigente que nunca, para preservar y ganar espacios en las estructuras de poder.

De lo contrario, el nuevo mensaje que Juan promueve no se va a escuchar en ninguna parte.

Batallón de paracaidistas

Sábado, 13 de octubre de 2012

Ayer en El Universal:

Sorprendió la designación de cuatro candidaturas, pues no votan en los estados donde se lanzarán como candidatos: [Aristóbulo] Istúriz vota en Caracas y se lanza [a la gobernación] en Anzoátegui, [Tarek] El Aissami vota en San Cristóbal y se lanza en Aragua, Erika Faría vota en Caracas y va para Cojedes y Yelitze Santaella, abanderada de Monagas, está registrada en Delta Amacuro.

¿Creen que estos candidatos están familiarizados con los problemas de los estados adonde aspiran ser gobernadores?

Así era Venezuela antes de las reformas de descentralización que se iniciaron en 1989. El presidente nombraba a dedo a los gobernadores, muchas veces sin importar si los líderes conocían o no conocían la realidad local de los estados donde eran nombrados.

No sería malo que la oposición utilizara el título de esta nota para referirse a los candidatos oficialistas.

Chávez vuelve a sus orígenes.

Pido discupas “por lo malo” de mi gobierno

Sábado, 13 de octubre de 2012

Rafael Isea

En El Nacional de ayer (suscripción), Hernán Lugo Galicia nos informa sobre el mea culpa de Isea:

El gobernador de Aragua, Rafael Isea, ofreció sus disculpas al pueblo por su mal gobierno y aseguró que continuará apoyando el proyecto político y programa de gobierno del presidente Hugo Chávez.

Manifestó un contundente respaldo a la decisión que el PSUV, el mandatario nacional y el Comando Carabobo tomaron con respecto a las candidaturas de 17 estados. “Entendemos que el pueblo ha expresado distintas opiniones de temas que faltan por resolver. Asumo la responsabilidad de las cosas que no pudimos hacer en el estado y al pueblo le expreso mi agradecimiento y mis disculpas por lo malo del gobierno de Rafael Isea”, dijo Isea.

Al apoyar la designación de Tareck el Aissami, Isea aseveró que partidos y sectores sociales trabajarán sin cansancio para que logre obtener la gobernación.

La decisión reciente del PSUV fue contraria a la que Chávez expresó el 12 de febrero, cuando en su participación en el desfile del Día de La Juventud, ratificó a Isea como candidato a la Gobernación de Aragua.

¿Qué lleva a alguien a humillarse de esta manera? Isea sabe que fue Chávez, no el PSUV, el que tomó la decisión de sacarlo y sabe que el presidente lo ratificó en su cargo y le expresó “su apoyo incondicional” para la reelección hace apenas unos meses, cuando ya llevaba tres años gobernando. Sabe que su destitución no tiene nada que ver con su gestión porque muchos funcionarios que el presidente ahora premia con candidaturas lo han hecho igual o peor que él.

¿Qué lo lleva entonces a convertirse en un protagonista de este teatro cuando él sabe que se trata de una gran farsa que, en cualquier persona con un mínimo de amor propio, provocaría un acto de rebelión o una radical afirmación de soberanía? ¿Qué le impide convertir en acción lo que su conciencia seguramente le dice que debe hacer? ¿A que se debe esa parálisis, ese adormecimiento del libre albedrío y el raciocinio? ¿O es que todo esto es una simple demostración de cinismo? ¿De ver el mundo como un pozo séptico donde el único camino para surgir es zambullirse en ese pozo y chapotear en la mugre? ¿Un mero afán de enriquecimiento y de mantenerse en la órbita del poder así ello implique desvanecerse a sí mismo, transformarse voluntariamente en una nulidad, en un ser pequeño, amoral, sin un ápice de dignidad, decencia, orgullo?

A esos rincones oscuros y nebulosos de la condición humana es difícil llegar.

Resucitan los fantasmas

Viernes, 12 de octubre de 2012

No sabía que escribir la nota anterior iba a ser como tirar una piedra en un avispero. He recibido correos de gente razonable que con un tono constructivo me exponen sus válidos argumentos y preocupaciones.

Pero también de voces groseras y estridentes que me hacen pensar que hay una epidemia del síndrome Durán, la enfermedad que consiste en pensar que uno es la única mente de Venezuela capaz de advertir realidades obvias (el fraude del 7/O) que, por alguna misteriosa razón, el resto no capta.

El problema es que en este caso no hay misterio. Muchos de los argumentos que ruedan por ahí ya han sido debatidos.

Migraciones forzadas, reubicaciones, doble cedulados, fallecidos, nacionalizados, el registro electoral, el reto de los testigos, todo eso ha sido objeto de fuertes discusiones.

Y, aunque nadie niega que existen diferencias en el debate, así como legítimas preocupaciones, la mayoría coincide en que si tenemos presencia en todos los centros y mesas Chávez no puede llevar a cabo un fraude como el que muchos dicen que perpetró el domingo, presuntamente robándose más de un millón y medio de votos para obtener la victoria.

Existe, sin embargo, una preocupación razonable, asomada por The Economist y que sobrevuela el artículo que escribí ayer. ¿Ha desnivelado el presidente el terreno electoral a un punto en el que es prácticamente imposible superar y vencer los abusos y el ventajismo de la campaña y derrotarlo con votos? En otros procesos electorales la oposición ha podido vencer el obsceno ventajismo y las múltiples tropelías, pero ¿se puede en las presidenciales? ¿Puede un demócrata con relativamente escasos recursos competir con un autócrata que utiliza sin ninguna clase de controles la chequera de un petroestado cuando los precios del barril oscilan los cien dólares por barril?

Algunos están proponiendo que debemos hacer un trabajo más intenso para nivelar el terreno electoral y combatir los abusos, una propuesta que, aunque difícil de implementar, a mí me parece sensata.

Pero la principal prioridad ahora debe ser combatir los fantasmas de la abstención y la desmoralización que amenazan con borrar del mapa político del país a la alternativa democrática.