Sábado, 13 de octubre de 2012
En El Nacional de ayer (suscripción), Hernán Lugo Galicia nos informa sobre el mea culpa de Isea:
El gobernador de Aragua, Rafael Isea, ofreció sus disculpas al pueblo por su mal gobierno y aseguró que continuará apoyando el proyecto político y programa de gobierno del presidente Hugo Chávez.
Manifestó un contundente respaldo a la decisión que el PSUV, el mandatario nacional y el Comando Carabobo tomaron con respecto a las candidaturas de 17 estados. “Entendemos que el pueblo ha expresado distintas opiniones de temas que faltan por resolver. Asumo la responsabilidad de las cosas que no pudimos hacer en el estado y al pueblo le expreso mi agradecimiento y mis disculpas por lo malo del gobierno de Rafael Isea”, dijo Isea.
Al apoyar la designación de Tareck el Aissami, Isea aseveró que partidos y sectores sociales trabajarán sin cansancio para que logre obtener la gobernación.
La decisión reciente del PSUV fue contraria a la que Chávez expresó el 12 de febrero, cuando en su participación en el desfile del Día de La Juventud, ratificó a Isea como candidato a la Gobernación de Aragua.
¿Qué lleva a alguien a humillarse de esta manera? Isea sabe que fue Chávez, no el PSUV, el que tomó la decisión de sacarlo y sabe que el presidente lo ratificó en su cargo y le expresó “su apoyo incondicional” para la reelección hace apenas unos meses, cuando ya llevaba tres años gobernando. Sabe que su destitución no tiene nada que ver con su gestión porque muchos funcionarios que el presidente ahora premia con candidaturas lo han hecho igual o peor que él.
¿Qué lo lleva entonces a convertirse en un protagonista de este teatro cuando él sabe que se trata de una gran farsa que, en cualquier persona con un mínimo de amor propio, provocaría un acto de rebelión o una radical afirmación de soberanía? ¿Qué le impide convertir en acción lo que su conciencia seguramente le dice que debe hacer? ¿A que se debe esa parálisis, ese adormecimiento del libre albedrío y el raciocinio? ¿O es que todo esto es una simple demostración de cinismo? ¿De ver el mundo como un pozo séptico donde el único camino para surgir es zambullirse en ese pozo y chapotear en la mugre? ¿Un mero afán de enriquecimiento y de mantenerse en la órbita del poder así ello implique desvanecerse a sí mismo, transformarse voluntariamente en una nulidad, en un ser pequeño, amoral, sin un ápice de dignidad, decencia, orgullo?
A esos rincones oscuros y nebulosos de la condición humana es difícil llegar.
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