Shadow-Line

Lunes, 5 de septiembre de 2011

Sobre su novela The Shadow-Line, Joseph Conrad escribió: Primarily the aim of this piece of writing was the presentation of certain facts which certainly were associated with the change from youth, care-free and fervent, to the more self-conscious and more poignante period of maturer life.

“El objetivo principal de esta novela es la presentación de ciertos hechos asociados al cambio de la juventud, despreocupada y ferviente, a un período de la vida madura más cohibido y acerbo.”

Fíjense en estas dos obras, ambas en la Frick Collection en Nueva York.

La primera de Ingres, la Comtesse d’Haussonville. La falta de pasado en su expresión, la ausencia de ‘cicatrices del alma,’ la ligereza casi arrogante en la mirada, como si inconscientemente nos echara en cara su belleza y juventud. Esta bella joven todavía preserva intacta esa habilidad juvenil de mirar el futuro como un vasto horizonte donde todo es posible.

Al otro lado del “shadow-line” está el retrato de Sir Thomas More, obra maestra absoluta de Holbein. Su expresión es más compleja, ambigua. Por un lado la mirada fuerte, determinada, que no se arredra ante nada. Por el otro, cierta vulnerabilidad en su expresión, un casi imperceptible rictus de desilusión. Cierta cautela, escepticismo, ‘baggage’ (palabra envidiable del inglés), producto de la edad o los desencantos inextricables del paso del tiempo:

 


Más sobre este tema:

  • Podrido arte. Reflexión sobre La gran odalisca de Ingres.

Simpatía por el diablo

Viernes, 2 de septiembre de 2011

Con la excepción de México, que comparte una frontera de más de tres mil kilómetros con Estados Unidos, no hay país en la región que dependa más del imperio en su comercio internacional.

Y, también exceptuando México, ningún otro país de la región privilegia tanto su comercio con EEUU y tan poco el comercio con las hermanas repúblicas de América Latina.

Y nuestro Simón Bolívar wannabe tiene los bríos de armar una alharaca cada vez que un país (Perú y Colombia entre ellos) firma un tratado de libre comercio con Estados Unidos.

Con todo y TLC, Perú reserva para Estados Unidos sólo un 25 por ciento de su actividad comercial (Venezuela el doble). Y los pitiyanquis colombianos 36 por ciento, once puntos menos que Venezuela.

No estaría mal que la MUD divulgara estos datos del último reporte de la CEPAL:

 


 

Cómo ver a través del manto

Jueves, 1 de septiembre de 2011

¿Qué va a hacer la Fuerza Armada si Hugo Chávez pierde la elecciones en 2012?

Pocas preguntas en Venezuela son al mismo tiempo tan importantes y tan difíciles de responder.

“La FANB es una caja negra,” me dijo hace un año un ex militar que consideraba la persona idónea para responder esta pregunta. “Y no ahora: antes de Chávez era lo mismo. Pero ahora es peor.”

El descontento, pues, no anda promocionándose, menos en un ambiente donde reina la paranoia y la menor sospecha puede servir como pretexto para la purga y la represión.

Una pregunta clave es: ¿Quiénes son los que están en mejor posición de iluminar esa caja negra que es la FANB?

Para mí la respuesta es obvia: El gobierno.

El gobierno es el que invierte más dinero, tiempo y esfuerzo averiguando, a través de sus servicios de inteligencia, qué está pasando en la FANB.

Y el gobierno, claramente, no se siente muy seguro sobre el grado de control que tiene sobre la FANB. Si no, ¿por qué el cáncer de Chávez vino acompañado de constantes (y extrañas) declaraciones por parte del presidente y otros funcionarios de que nuestras “gloriosas” fuerzas armadas están “como un solo hombre” con el pueblo y su Comandante?

Esta inseguridad también explica las recientes declaraciones del ministro de Defensa Carlos Mata Figueroa, en las que pide a los militares leales que agucen los oídos:

Estemos alertas en todas partes donde estemos, de quién tenemos al lado, de dónde estamos, de qué se dice.

Es cierto que todos los autócratas son paranóicos

Pero, igual, a los que están tan seguros de que Hugo Chávez seguirá en el poder después de 2012, así pierda las elecciones, sólo les digo una cosa: la persona que más ha invertido sudor y recursos en penetrar a la FANB está mucho menos seguro que ustedes.

Desapego

Miércoles, 31 de Agosto de 2011

Autora: Mirtha Rivero

La última vez que estuve en Caracas –en marzo pasado- me regresé a Monterrey con una carga de libros de autores venezolanos. En mi visita anterior, había tenido que dejar el paquete porque mi esposo se fracturó un pie y era impensable emprender un vuelo –de dos escalas- con dos maletas y un marido en muletas. Esa vez los libros tuvieron que quedarse para después porque, además, no soy de las que gusta meterlos en el equipaje; prefiero llevarlos encima, muy cerca de mí. Me da pavor que los destrocen en los controles antidrogas de los aeropuertos o –peor- que se me pierdan si se extravía un maletín.

Los había dejado, pero cinco meses después me los traje. Y abril fue, entonces, para leer escritores venezolanos –en novela, cuento, reportaje-. Empecé con Federico Vegas y su Sumario (Alfaguara, 2010), la ¿ficción? que se construye a partir del asesinato del coronel Carlos Delgado Chalbaud en 1950. La novela venía con harta recomendación y el texto –interesante, serio, muy bien escrito- me gustó, pero, debo decirlo, me dejó una sensación desagradable en el cuerpo. Un amargor en la boca. Un amargor que sentí casi desde las primeras páginas cuando uno de los personajes –Leonardo Bermúdez, secretario del juez que abre el sumario del caso- comenta:

“Mi vida cambió cuando vi al presidente tirado en el suelo. No fue el cuerpo lo que me impresionó, sino el que nadie parecía sentir nada. Lo mirábamos como embrutecidos. Yo mismo no lograba conmoverme. Era como si Delgado nunca hubiera existido”.

Al leer esas líneas enseguida recordé unas palabras que tres años antes me había confiado Paulina Gamus, antigua dirigente de Acción Democrática, cuando a propósito de la caída de Carlos Andrés Pérez en 1993 la entrevisté para La rebelión de los náufragos (Alfa, 2010): “lo que sucedió con Carlos Andrés fue el abandono total. Era como un leproso. Nadie salió a quebrar lanzas por él”.

También me acordé de un artículo que en septiembre de 2010, en Tal Cual, había escrito Laureano Márquez después de asistir al entierro del productor Franklin Brito, que había muerto –de mengua- días antes en el Hospital Militar. Ese texto, que me había dolido, lo tenía guardado, y ahora, a casi un año de ese artículo –y de esa muerte-, todavía cargando con un mal sabor en la boca, entresacó unas frases:

“Fue particularmente triste el funeral de Franklin Brito… Fue particularmente triste, además, por el par de centenares de personas que acompañaron su sepelio, siendo que tenía 28 millones de deudos… murió solo y poca gente acompañó el entierro”.

Pero Laureano no se quedó allí, se fue a lo más hondo y en el último párrafo, lanzó: “A Franklin Brito lo mató la indolencia”, y quiso destacar: “la que se nos ha instalado a todos en el corazón”.

Y es esa indolencia, esa aparente incapacidad de restearnos en los momentos en donde lo único que cabe es restearnos, la que me lleva a escribir hoy. Es esa insensibilidad mostrada en momentos cruciales. Esa particular manera de ser que exhibimos como colectivo y que nos lleva a quedar tan mal retratados en la historia.

Es como un desapego, un desamor, un desinterés que se instala en automático, y de repente. Cuando la puesta en escena deja de ser multitudinaria, espectacular y no produce dividendos. Una forma de ser que, tal vez sin darnos cuenta, nos lleva también a morir de mengua. Pero no por inanición, sino por desafecto.

Cortesía del diario 2001.

Un fantasma recorre el país

Lunes, 29 de agosto de 2011

Una buena manera de evaluar la gestión de la oposición en Venezuela es comparándola con la gestión de la oposición en otros países del hemisferio. Y en esa comparación la oposición venezolana luce bastante bien.

Este ejercicio comparativo es una herramienta de análisis útil, porque ayuda a poner las cosas en perspectiva mostrándonos que errores que a primera vista parecen muy irresponsables son más bien comunes o que aciertos que nos parecen normales son más bien extraordinarios.

Sin embargo, a veces nos olvidamos de ver más allá de las fronteras.

Veamos.

La extorsión del tea party y el partido republicano en Estados Unidos en las negociaciones del límite de la deuda, donde básicamente la derecha amenazó a la administración Obama con volar el país si el presidente no cedía en sus demandas..o la actitud irresponsable y cínica de los miembros de la Concertación en Chile, apoyando un paro de 48 horas exigiendo respuestas a una serie de problemas cuyos principales autores, más que Sebastián Piñera, son ellos mismos…o la miopía de los candidatos moderados en el Perú, que por dividir el voto del centro dejaron pasar a la segunda vuelta a dos candidatos con fuerte tendencias autoritarias…Todos estos son errores graves. ¿Y no sale bien parada la oposición venezolana si se le compara con sus pares en Estados Unidos, Chile y Perú?

Están, además, los recientes aciertos de la MUD:

  • La victoria de Alcasa.
  • Votar a favor de que se investigue a la MUD en la Asamblea Nacional.
  • Rechazar la posición obtusa del partido Republicano en EEUU de recortar fondos a la OEA.
  • La decisión de Henry Ramos Allup de apoyar la tarjeta única, a pesar de que a AD, visto desde una perspectiva estrecha y egoísta, no le conviene la adopción de esa tarjeta.
  • La resolución del conflicto de UNT a favor de Pablo Pérez.
  • La cada vez más rápida capacidad de respuesta de la MUD ante los abusos del gobierno. Ya no hay ataque o abuso que no sea respondido inmediatamente por la oposición en un comunicado o conferencia de prensa.
  • El compromiso cada vez más sólido con la unidad de las fuerzas opositoras. ¿Alguien ve la más mínima posibilidad de que esta se quiebre?

Quizá la prueba más obvia de que la oposición está haciendo las cosas bien es la reacción del gobierno, resumida en un twit medio cursi pero no por eso inexacto de Alberto Barrera Tyszka:

Ahora hablan todo el día de golpe y de fraude. La revolución está histérica. Un fantasma recorre el país: la unidad.