Instintivamente estratégicos

Viérnes, 20 de noviembre de 2009

rothEn The Humbling, la última novela de Philip Roth, una pareja conversa sobre el futuro de su relación. La conversación es importante porque, a pesar de que la relación va bien, las posibilidades de que ésta no dure son altas. Pegeen, la mujer, es una lesbiana con una historia amorosa complicada que está, por primera vez en decadas, experimentando con una relación con un hombre. Y ese hombre (Simon Axler) es más de dos décadas mayor que ella.

En la conversación Pegeen le reconoce a Simon el riesgo emocional de continuar con la relación, pero le asegura que está dispuesta a tomar ese riesgo porque está feliz con él. Simon sospecha que su pareja le dice eso porque ahora lo necesita, pero está casi seguro que, una vez que se recupere del trauma que le causó su pasada relacion, una vez que esté en una situación emocional más estable, Pegeen lo va a dejar por otro hombre u otra mujer. Y sobre esta actitud, el autor, a través de Simon, hace la siguiente reflexión (modifiqué ligeramente el párrafo para no confundir al lector):

Dirá [Pegeen] cualquier cosa que tenga que decir, así el diálogo se desborde en la telenovela, para que nuestra relación continúe…porque todavía sufre las secuelas de su pasada relación. No está engañándome asumiendo esta actitud -es la forma en la que todos somos instintivamente estratégicos. Pero llegará un día en el que las circunstancias la coloquen en una posición mucho más fuerte para que luego la relación se acabe, mientras que yo habré quedado en una posición más débil sencillamente por haber sido demasiado indeciso para romper ya la relación. Y cuando ella esté fuerte y yo débil, el golpe será letal.

Instintivamente estratégicos. Este es el tipo de aguda observación que ilustra el talento de Philip Roth. Con este “instintivamente estrategico” Roth simplemente nos dice que la frontera que separa el amor y la honestidad de la manipulación y el instinto de autopreservación, puede ser muy nebulosa. Pegeen esta consciente de que en el largo plazo la relación probablemente no dure, y de que un eventual rompimiento podría destrozar a Simon. Pero al mismo tiempo siente -no injustificadamente- que hay algo bonito, genuino y real en su relación con él. Trágicamente, Pegeen es incapaz de medir hasta que punto el amor que siente por Simon depende de su necesidad momentánea de tener a alguien a su lado que la ayude a atravesar su crisis emocional. Inconscientemente, su instinto de supervivencia la lleva a exagerar convenientemente el amor que siente por Simon. Por eso Roth enfatiza que Pegeen no está engañando a Simon. Está siendo instintivamente estratégica sobre su futuro amoroso.

Hugo Chávez y Don Quijote

Martes, 3 de noviembre de 2009

PicassoDonQuixoteSanchoEn la traducción al inglés de Estambul, ciudad y recuerdos, Orhan Pamuk confiesa lo siguiente:

Whenever I find myself talking of the beauty and the poetry of the Bosphorus and Istanbul’s dark streets, a voice inside me warns against exaggeration, a tendency perhaps motivated by a wish not to acknowledge the lack of beauty in my own life.

Para los que no hablan inglés, Pamuk revela en este extracto que su tendencia a la exageración -cuando habla de la belleza y poesía de su ciudad natal, Estambul- está quizá relacionada a un deseo de negar o no reconocer la falta de belleza en su propia vida. La admisión es en el fondo una crítica a su propio libro, pero también un reconocimiento de una debilidad muy humana, de la que todos, sin excepción, somos víctimas.

¿No es esta tendencia uno de los temas principales de Don Quijote? ¿No explica el comportamiento de esos niños mentirosos que inventan aventuras e historias inverosímiles donde ellos siempre son los héroes-protagonistas? ¿No explica la necesidad de mucha gente de hablar exageradamente de sus viajes, de sus amigos importantes y de las cenas y fiestas glamorosas a las que asisten? ¿No explica, al menos en parte, el afán de Hugo Chávez de hablar de su proyecto político como una revolución o una batalla a muerte contra enemigos poderosos (el imperio, la oligarquía, el capitalismo etc)? ¿No son las exageraciones en el discurso de Chávez el resultado de no querer reconocer la falta de épica y de belleza en su propia vida? ¿De no tener una vida siquiera remotamente similar a la de sus héroes históricos?

En ese sentido, Chávez a veces me recuerda a Don Quijote.

A la sombra del patriarca

Miércoles, 28 de octubre de 2009

fidel gaboLa relación entre Gabriel García Márquez y Fidel Castro ha sido explicada por algunos como una prueba de la confesa fascinación del escritor por el poder (en general) y Castro (en particular). Dicen que esta fascinación, combinada con un anti-imperialismo adolescente y una actitud escéptica hacia la democracia representativa, explica la cercana amistad entre el premio Nobel y el sátrapa cubano. Pero otros son menos generosos y cuestionan la integridad del autor de Cien Años de Soledad. Dicen que García Márquez está consciente de la podredumbre moral de la dictadura castrista, pero por alguna misteriosa razón decide callar.

Leyendo el polémico ensayo de Enrique Krauze sobre este tema (disfrazado de reseña de la nueva biografía de García Márquez), uno advierte que estas dos interpretaciones no son mutuamente excluyentes.

Sobre la primera, Krauze ofrece varios datos interesantes, algunos ya harto conocidos. Quizá los más reveladores son citas sobre Fidel extraídas de varios “reportajes” políticos de García Márquez:

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El perseguidor

Viernes, 2 de octubre de 2009

charlie 3Antes de leer Rayuela de Julio Cortázar recuerdo haber hecho dos o tres intentos fallidos de leer la novela. Por alguna razón este clásico que ahora me parece tan accesible no lograba atraparme como entonces atrapaba a tantos jóvenes de mi edad. Luego, un frío domingo en Boston (donde entonces estudiaba con muchos músicos que idolatraban a Charlie Parker como a un Dios), leí de una sola sentada El perseguidor en una viejísima edición de Las armas secretas. Y, después de leer este famoso cuento, pude por fin entrarle a Rayuela y disfrutar la novela como pocos otros clásicos del boom latinoamericano. He releído varias veces El perseguidor y, con la excepción del magistral episodio de Berthe Trépat en Rayuela, no creo haber disfrutado tanto ningún otro cuento, extracto o capítulo en la obra entera de Cortázar.

La trama de El perseguidor consiste básicamente en una serie de encuentros y conversaciones entre Bruno, el crítico musical que narra el cuento, y Johnny Carter, un jazzman basado en el gran saxofonista norteamericano, Charlie Parker. A través de estos encuentros Bruno va poco a poco develando ciertos aspectos importantes de la vida de Johnny: sus innovadoras producciones musicales, su revolucionario talento para la improvisación, las personas que lo rodean, y sobre todo sus problemas con el alcohol y las drogas. Pero, más importante aún, Bruno nos va informando sobre las ideas y las dudas existenciales de Johnny. Más que la progresiva desintegración del saxofonista, El perseguidor narra las profundas inquietudes metafísicas de Johnny. Las conversaciones con Bruno son la herramienta que utiliza Cortázar para que Johnny exprese estas inquietudes y para mostrarnos el vínculo que existe entre éstas y su vocación musical.

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Chéjov en el Teatro de Arte de Moscú

Jueves, 10 de septiembre de 2009

jameswoodEl crítico literario James Wood en entrevista con Letras Libres:

Letras Libres: Despues del posmodernismo y el multiculturalismo y las literaturas poscoloniales, ¿te ves como la reaccion conservadora?

James Wood: Me veo tratando de mantener viva una suerte de viejo radicalismo. Vuelvo como a un talismán a esa escena de Chéjov sentado en el Teatro de Arte de Moscú mirando la puesta de una obra de Ibsen y diciendo: “Pero Ibsen no es teatro: en la vida no ocurre así.” Lo que Chéjov sugiere, en un sentido, es que tienes que persistir en romper las formas. Me interesa V.S. Naipaul por esa razón. En algunos sentidos, él es obviamente muy conservador: es políticamente conservador y no está interesado en los juegos posmodernos por sí mismos. Pero tampoco está interesado en repetir las viejas formas. No tiene sentido para él sentarse y escribir una novela realista al viejo modo. Le gusta crear formas híbridas en las que mezcla memoria y autobiografía, y narración histórica y periodismo con ficción. Y creo que en ese sentido es un verdadero chejoviano, pues todavía dice: “Un momento, esas formas ya no nos dicen nada sobre la vida, tenemos que hacer algo nuevo.” Pero la pregunta ¿qué es la vida? -“esas formas no representan la vida, quiero vida en mi ficción”- no desaparece.

Me gusta esta respuesta porque, a través del ejemplo de Naipaul, Wood ilustra muy bien un argumento que considero certero. Wood dice que no rechaza, de antemano, el experimento ni la búsqueda de nuevas reglas y formas. Pero al mismo tiempo enfatiza que el experimento debe estar supeditado a la noble ambición chejoviana de que “haya vida” en la ficción. Las nuevas formas deben ser el resultado de este objetivo, y no simplemente de querer ser innovador o moderno por el mero hecho de querer ser innovador. Para Wood Chéjov fue moderno no porque quiso romper con la estética de Ibsen, sino por algo mucho más fundamental: le parecía que la vida no era como en las obras de Ibsen.

Hace poco, escribiendo sobre Juventud de J.M. Coetzee, me vino a la mente esta misma idea. En esta autobiografía novelada la forma de narrar es bastante novedosa. Las escenas nunca son muy largas; el pulso de la prosa es constante y monótono; la trama es casi inexistente. Episodios y monólogos interiores del protagonista podrían ser movidos de capítulos sin mayor efecto.

Pero, claramente, la intención de Coetzee no es querer ser “moderno” (hay maneras más visibles de lograr este objetivo), sino demostrar que la trama en la ficción muchas veces simplifica los verdaderos ritmos de la vida; que buena parte de nuestras actividades diarias, nuestros encuentros, nuestras aventuras amorosas, no son hitos que determinan nuevos rumbos, sino eventos aislados que pueden ser movidos en el tiempo sin causar mayores consecuencias. Para recrear esta etapa gris y monótona de su juventud Coetzee tuvo que buscar una manera inusual de narrar.

 

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