El misterio de las tres torres

Miércoles, 21 de septiembre de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Cuando era muchacha, ante cualquier cuento fingido, explicación rebuscada o excusa guabinosa, era usual que mi mamá –desconfiada- sonriera de medio lado y susurrara la sentencia: ¡el misterio de las tres torres!

Esas seis palabras, de inmediato, nos indicaban a mis hermanas y a mí, que quien había hablado antes ocultaba algo. Que no había sido claro ante preguntas tan simples y directas como: por qué llegas a esta hora; qué pasa con el boletín de calificaciones o cómo es eso de que el novio de fulana no la visita los fines de semana. Podía ser que quien hubiera echado el cuento fuera mi papá, una tía, una prima lejana, la vecina de dos pisos más arriba o cualquiera de nosotras. No importa. Al oír la frase –cáustica-, ya sabíamos que quien contaba escondía una cosa. Entendíamos que la historia enrevesada que se había armado por algún lado tenía unas costuras sueltas. Había algo encubierto, misterioso, y las más de las veces inapropiado o, cuando menos, inexacto.

Oíamos Las tres torres, y como reflejo pavloviano, en vez de salivar, desconfiábamos. A veces, hasta lástima sentíamos por el objeto de una sentencia tan definitiva.

La frase tiene su historia: alude a la cárcel (Las tres torres) que existió en Barquisimeto durante la dictadura de Juan Vicente Gómez y al enigmático –y fatal- destino que envolvía a quien traspasara sus puertas. Preso que entraba a ese recinto, muy difícilmente salía. Misteriosamente, como por arte de magia o de los esbirros, los condenados desaparecían –literalmente- tras los muros gruesos, correosos y los espacios oscuros y de seguro malolientes.

De ahí, entonces, viene la frase que mi mamá y muchos de su generación utilizaban. De ahí, y también de la radionovela que con el nombre de El misterio de las tres torres se transmitió con mucho éxito durante la década de los cuarenta del siglo pasado (ya terminada la dictadura, por supuesto). La novela –comedia, se le decía en ese tiempo-, según contaban mi mamá y mi abuela, se ambientaba en la prisión gomecista y en cada capítulo daba cuenta de torturas, crímenes espantosos y de seres tenebrosos que venían del Más Allá.

De tanto oírla, la frase la hice mía, y entre mis amigas se ha convertido en una especie de código secreto para calificar algún cuento o personaje.

Tenía rato sin usarla, pero en las últimas semanas en más de una ocasión me ha provocado sacarla a relucir, pese a que me encuentre a miles de kilómetros de Venezuela y que mis interlocutores no sepan quién era Juan Vicente Gómez, mucho menos el nombre o la historia de una de sus prisiones. Y es que de un tiempo para acá, cada vez que llego a un sitio, independientemente de que me conozcan o no, apenas saben que soy venezolana, parece que a la gente se le dispara una tecla en el cerebro y, en automático, me hablan sobre un solo asunto. Lo hace un taxista, un mesero, la muchacha de la tintorería, la cajera de la revistería en donde compro la edición dominical de El País o el oftalmólogo a quien consulto por una molestia en los ojos.

La pregunta más reciente vino del odontólogo, quien al cabo de media hora de tenerme con la boca abierta, cuando ya había terminado y se quitaba los guantes, me lanzó:

-¿Qué onda con el Presidente de Venezuela? ¿Por fin, qué es lo que tiene? ¿en dónde?

Y yo, con la coartada de un cachete y media lengua dormidos por la anestesia, encogí los hombros y levanté las cejas. Por dentro, me dije:

-El misterio de Las tres torres.

Cortesía del suplemento Día D de 2001.

Encontrar lo que no está

Martes, 20 de septiembre de 2011

Luis Yslas, comentando en Prodavinci la novela de Juan Gabriel Vásquez, El ruido de las cosas al caer.

Todo lector presiente una forma peculiar de soledad al recorrer las últimas páginas de un libro que se resiste a abandonar. ¿Cómo salir de un mundo que, por unas horas o días, fue también suyo? ¿De qué tipo de dolor está compuesto ese desprendimiento? ¿Qué se remueve en su interior? ¿Qué mutaciones se producen? Un lector que se haga estas preguntas debe sospechar que ese libro no lo abandonará del todo, al menos, mientras siga resonando en su propia historia. Y aunque esa sensación de soledad que lo invade se viva de muchos modos, y en repetidas ocasiones, y a pesar de que es posible releer el libro más de una vez, el efecto de la primera separación jamás tendrá el mismo impacto. Eso también forma parte del oficio de lector: aprender a vivir con ese fin del mundo que se repite en cada lectura, interminablemente, como el amor o la muerte.

¿Forma peculiar de soledad? ¿Dolor? ¿Aprender a vivir? ¿Cómo salir? ¿Cómo salir de un mundo que, por unas horas o días, fue también suyo? ¡¿Cómo salir?!

¡Por favor!

Pareciera que Yslas hablara no de pasar la última página de un libro que no queremos terminar sino de los traumas que confronta una persona que pierde trágica e inesperadamente a un familiar querido.

Los poetas mienten demasiado, se quejaba Nietzsche.

Y cada vez que leo reflexiones como la de Yslas pienso en esa frase.

Es el error frecuente que todos los escritores cometemos, empeñándonos en buscar significado incluso donde no lo hay.

Exagerar. Encontrar lo que no está. Complicar lo que es simple. Invertir demasiadas energías explorando aguas llanitas.

Estas son trampas de la literatura que debemos esquivar.

¿Teoría de conspiración?

Viernes, 16 de septiembre de 2011

Circula desde hace tiempo, pero yo me he resistido a creerla.

La teoría es que este medio, disfrazado de medio objetivo, sirve los intereses del gobierno. ¿Y cuál es la diferencia entre un medio objetivo y un medio disfrazado de objetivo?

Los hitjobs. Los medios disfrazados de objetivos informan como los medios objetivos, excepto con ciertas noticias o con el énfasis que se le da a ciertas historias.

Todo lo que ayude a dividir a la oposición, por ejemplo, debe ser enfatizado, así ello implique romper la ley divulgando varias veces grabaciones de conversaciones privadas.

No hay que ser paranoicos. Éste no es el único medio de Internet privado que ha divulgado grabaciones. Además, los periodistas venezolanos son irresponsables. La divulgación y publicación ilegal de grabaciones se puede atribuir a sus bajos estándares periodísticos. Quizá ni saben que divulgar esas grabaciones es ilegal.

No son sólo estas grabaciones. También son los titulares y las fotos, la manera como confunden. Un ejemplo es esta noticia. Viendo sólo la foto y el titular, uno jamás pensaría que el titular es una declaracion del canciller Maduro.


Esto también puede ser un descuido. Abajo, en la leyenda, mencionan a Maduro. El error es sólo la foto. Si hubiesen puesto una foto de Maduro, no hubiese habido confusión.

No es un solo “descuido.” Son muchos. Y muchas veces más graves. ¡¿Qué hace Juan Carlos Caldera allí?!

Think Again

Miércoles, 14 de septiembre de 2011

Moisés Naím, en un diálogo con Ibsen Martínez en Letras Libres:

MN: El primer deber [como escritor] es no aburrir, y una manera muy potente de lograrlo es mirar cuáles son las ideas más queridas por los lectores… y reventarlas. En [mi columna] siempre trato de mostrar con cifras, datos y lógica alguna conexión que presumo que no es obvia. En esto tiene mucho que ver el estar consciente de que casi nadie lee…A menos que los provoques argumentando agresivamente, pero con propiedad, contra ideas que esos lectores ‘quieren’ mucho, no van a leerte. Si eres aburrido o repites lo que otros han dicho no van a leerte. Siento la obligación de agregar valor.”

IM: ¿Esa inclinación a aguar la fiesta de la sabiduría convencional es innata o adquirida?

MN: Se debe mucho a mi paso por MIT. El agresivo estilo del MIT, donde, cuando afirmabas algo, otras diez personas le caían a palos a tu idea hasta demostrar que era falsa…Sólo una idea que sobreviviera a tan enérgico proceso de disección y cuestionamiento tenía algún chance de ser buena. Aquello fue un shock para mí porque en nuestros países prevalece el hábito social de inhibir el choque de ideas. Lo que ocurre entre nosotros es que prevalecen ideas ‘polares’; ideas que no se hablan entre sí. Y con ello quiero referirme también a partidos políticos, grupos académicos, capillas literarias, universidades, etcétera. En su ‘polaridad’, las ideas no se dignan a confrontarse. Esto crea un ambiente que encuentro a la vez complaciente y bipolar: o bien unas ideas son rechazadas de plano por la tribu opuesta, o bien la tribu acoge y entabla ‘diálogo’ sólo con quien comparte de antemano las suyas.

Detectar ideas arraigadas y muy queridas por los lectores y atacarlas. Añadir valor. No repetir lo que otros ya han dicho porque tu voz se vuelve redundante, y, peor aún, innecesaria. Promover el choque de ideas. Combatir esa tendencia latinoamericana de separar los argumentos hasta convertirlos en líneas paralelas que nunca se tocan, porque sin la interacción de ideas el debate no sólo se empobrece, también se vuelve mucho más aburrido e inconsecuente.

Estas son algunas de las cosas que definen el trademark Naím.

Definen como escribe, definen su paso como editor de Foreign Policy y definen Efecto Naím, su nuevo programa de TV en NTN24 que se estrena este domingo a las 9pm.

Hay otros rasgos importantes como detectar anécdotas o situaciones que son una manifestación de fenómenos o tendencias históricas o globales. Conectar eventos que, a primera vista, parecen disasociados. Y valorar la idea, el argumento, el trabajo mismo, por encima del nombre, el currículo y las distinciones. Puedes ser premio Nobel o su hijo, pero si tu artículo llueve sobre mojado Moisés Naím no te va a publicar (en esto también ha roto desvergonzadamente con las tradiciones periodísticas de su país).

Hace unos meses me llamó para invitarme a colaborar con su nuevo programa de TV, y puedo decir con conocimiento de causa que tiene un equipo muy talentoso, y también, por lo que veo, un network de escritores y periodistas que, como yo, contribuyen con el programa como freelancers desde Washington y otras ciudades del mundo.

Si les gusta su columna en El País, y admiran sus libros y la manera como se transformó Foreign Policy bajo su dirección, Efecto Naím no los va a decepcionar.

Daniel Candanga

Lunes, 12 de septiembre de 2011

Daniel Candanga con sus dos hijas

Llevo como seis meses tratando de convencerlo de que me deje publicar un reportaje largo sobre él. Pero Daniel Candanga, que me contó casi toda su historia antes de pensar en los potenciales riesgos y luego arrepentirse, se niega a que yo la publique. ¿La razón? Nos hemos hecho amigos por teléfono, así que no creo que a estas alturas tenga dudas sobre mí. Más bien teme que la oposición utilice algunas partes de la historia con propósitos políticos, para perjudicar a su Comandante.

A Daniel Candanga Hugo Chávez le ha respondido cuatro twits en los que le pide un crédito para una vivienda. Cuatro veces Chávez ha visto él mismo un twit de Daniel Candanga para luego responderle directamente. Y Daniel produjo un sofisticado video para probarlo (ver abajo). El background de su página de Twitter (abrir ventana para ver el background) está adornado con estos twittercambios con Chávez y sus subalternos, y en su barrio, donde mucha gente vio en TV al presidente leer sus twits, lo llaman Daniel Candanga, su pseudónimo de Twitter.

Esas respuestas de Chávez han sido seguidas por algunos intercambios telefónicos, e incluso en persona, con varios funcionarios de gobierno (la mejor parte de la historia que no puedo contar), pero esos intercambios no han parado en nada. Daniel todavía no ha recibido ayuda para su vivienda y sigue viviendo en un rancho de bahareque alquilado –de un sólo cuarto– con su esposa, sus tres hijos y su madre.

Lo que cuento aquí es sólo la punta del iceberg. Esta “historia detrás de un twit” (así quería titular el reportaje) es un tesoro. Pero Daniel sólo me dio permiso para publicar una partecita, básicamente lo que él mismo ha hecho público a través de su blog y su cuenta de Twitter. La parte a la que cualquier curioso tiene acceso.

De las cosas más conmovedoras de la historia es su persistencia. Que Chávez le haya respondido cuatro twits no es producto, sólo, de la suerte, sino de horas y horas pegado a la computadora aprendiendo sobre redes sociales y enviándole mensajes a Chávez.

Su familia lo ayuda. Hasta el día de hoy -casi un año y medio después de la primera respuesta de Chávez- siguen insistiendo a través del Twitter en comunicarse con el presidente para informarle que su caso todavía no ha sido resuelto. En esta cuenta, una de las muchas que tiene la familia, hay 6540 twits con el mismo mensaje:

CAMARADA @chavezcandanga ud le respondio 4 TWITTER a @danielcandanga1 y no le han dado la ayuda (VIDEO) http://www.youtube.com/watch?v…

Daniel Candanga sigue siendo chavista y sigue participando activamente en las redes sociales promoviendo el mensaje revolucionario. Piensa que el presidente, respondiéndole sus mensajes por Twitter, ha demostrado claramente su voluntad de ayuda e incluso ha dado la orden a sus subalternos para que se ocupen de su caso.

Pero luego las cosas no se han concretado. La órden del Comandante se pierde siempre en una maraña burocrática.