Ahora o dentro de poco

Jueves, 4 de octubre de 2012

Andrés Oppenheimer publicó una buena columna sobre los escenarios electorales en Venezuela.

Básicamente dice algo que ya he comentado un par de veces durante las últimas semanas. Pase lo que pase el domingo, la oposición podría estar muy cerca de la victoria porque 1) Si Capriles pierde probablemente sea por poco. 2) Chávez está muy enfermo y en poco tiempo podrían haber otras elecciones en Venezuela, para la cuales Capriles estaría muy bien posicionado.

Sin embargo, Oppenheimer presenta también el argumento de los escépticos de este argumento:

El escenario de “Capriles ahora, o dentro de poco” es ilusorio, porque Capriles ha generado tanto entusiasmo que una derrota el domingo desmoralizaría, paralizaría y dividiría a la oposición. Millones de opositores concluirían que hubo fraude, y dejarían de votar en futuras elecciones, según esta línea de argumentación.

Bien, yo estoy cautelosamente optimista con estas elecciones. Capriles tiene una oportunidad real de ganar, pero las elecciones están cerradas y nadie sabe con certeza qué va a pasar.

Creo que mi cauteloso optimismo es la actitud más responsable porque está respaldado por la información disponible y porque el excesivo triunfalismo aumenta las probabilidades de que, si Chávez gana, ocurra lo que describen los escépticos citados por Oppenheimer. En vez de “ganar perdiendo” y aumentar de esa manera las posibilidades de una transición en el futuro próximo, la oposición podría dividirse y desmoralizarse, lo cual podría llevarla a un descalabro en los comicios de diciembre similar al que ocurrió en las elecciones regionales después del Referendo Revocatorio de 2004. Es decir, podríamos cometer el mismo error dos veces.

Cualquier que sea el resultado el 7 de octubre, gane o pierda Capriles, la oposición debe permanecer unida y combativa para navegar la aguas turbulentas que se avecinan. O, para decirlo de otro modo, la oposición debe asumir una actitud de que está ganando (en vez de que ya ganó o perdió) independientemente del resultado del domingo.

En esto Capriles debe jugar un papel fundamental como líder de la oposición.

Desperdicio criminal

Jueves, 4 de octubre de 2012

Entre 2003 y 2006 Estados Unidos gastó 28,9 mil millones de dólares en la reconstrucción de Irak, un país con una población muy similar a la de Venezuela. De esa cantidad casi 11 mil millones fueron invertidos en reforzar la seguridad para lidiar con el desastre de 2003-2005.

¿El resultado? En sus picos de violencia después de la invasión Irak llegó a tener una tasa de alrededor de 100 homicidios por cada 100 mil habitantes. En 2011 la tasa fue 14, cuatro o cinco veces menor que la venezolana. La disminución de la violencia no ocurrió lo suficientemente rápido, pero al menos ocurrió.

Este dato es revelador, considerando que durante el gobierno de Chávez han ingresado a las arcas de PDVSA 700 mil millones de dólares. Sólo a Fonden, desde 2005, se han transferido 100 mil millones.

Obviamente, las ventajas de esta bonanza, de estos recursos que han podido ser invertidos en reforzar, reformar, ampliar y mejorar nuestra seguridad, no han sido aprovechados:

 

Imperio indiferente

Miércoles, 3 de octubre de 2012

Leyendo un artículo reciente de Chris Sabatini, me fijé que el presupuesto existente de Estados Unidos pide apenas 1,8 mil millones de dólares para América Latina durante los próximos dos años. Para poner esta cifra en perspectiva, los subsidios anuales de Venezuela a Cuba son de aproximadamente 3,5 mil millones de dólares. El estatal Banco de Desarrollo Chino le ha prestado a Venezuela más de 42 mil millones de dólares desde 2007.

Los que dicen que a Washington no le importa ya mucho lo que pasa en América Latina tienen un punto. Y esto precede a Obama y George W. Bush.

Por otro lado, estuve revisando las conferencias diarias del Departamento de Estado y en al menos una semana (me da flojera ir más atrás) no ha habido ni una sola mención a Venezuela y sólo dos menciones a América Latina (Alan Gross y México). A pocos días de las elecciones Venezuela sigue estando en su lugar de costumbre: al fondo de las prioridades de la política exterior de EEUU.

Pensar que Estados Unidos lo considera importante y está haciendo todo lo que está a su alcance para debilitarlo y acabar con él, es uno de los grandes delirios de Chávez. En realidad, no me extrañaría que, con todo lo que está ocurriendo en Medio Oriente, con la campaña electoral, con la preparación para los debates, Obama no haya escuchado el nombre del gran revolucionario en varias semanas, a pesar de que las elecciones venezolanas son el domingo.

Mérida con Capriles

Miércoles, 3 de octubre de 2012

Fotografía de Vasco Szinetar:

Economía de puerto

Miércoles, 3 de octubre de 2012

Para el gobierno de Venezuela la independencia es su principal objetivo. Así lo expresa Hugo Chávez en el primer “objetivo histórico” del programa que ha presentado como candidato: “Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de doscientos años: la independencia nacional.” Y este afán independentista abarca todos los ámbitos. En las metas de política alimentaria, por ejemplo, el presidente se propone “lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo.”

Por supuesto, Chávez siente que este objetivo de independencia alimentaria está al alcance de la mano. Hace un año aseguró que en 2014 Venezuela sería un país “autoabastecido y autosustentable.” Pero quien haya visto las cifras sabe que esto es, en el mejor de los casos, una muestra de ingenuidad o delirio (o las dos). En el peor, una demostración de la frase de Goebbels “miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá.”

Para ser justos, el gobierno no ha ignorado el problema de la producción de alimentos. Al contrario, su fracaso es una demostración de que para gobernar las buenas intenciones no bastan si no están respaldadas por buenas ideas. Durante la gestión de Chávez el crédito agrícola ha aumentado cada año, se creó un ministerio para la producción y las tierras, y otro para la alimentación; se montaron programas como Mercal, Pdval, Corporación Agrícola y Banco Agrícola; se fundaron varios centrales azucareros y una academia de agricultura; se firmaron convenios con China, Brasil, Uruguay, Rusia, Irán, Cuba y Bielorrusia; y el gobierno se apoderó de 3,6 millones de hectáreas supuestamente beneficiando a 175 mil nuevos productores.

¿Y cuál fue el resultado?

Pues, entre 2006 y 2011, la producción interna de alimentos se desplomó, disminuyendo en promedio un 25 por ciento. Más aún, hoy producimos menos de 14 millones de toneladas de alimentos de origen vegetal cuando hace seis años la producción arañaba los 20 millones. Antes producíamos arroz y café para satisfacer el mercado interno e incluso exportar, pero hoy tenemos que importar para suplir nuestro propio mercado, al igual que tenemos que importar otros productos, como la caña de azúcar y la carne bovina, para cubrir la demanda interna que antes cubríamos con producción nacional.

De hecho, la disminución de la producción se ha combinado con un aumento del consumo producto del masivo gasto público para disparar las importaciones hacia las nubes. En 1998 el valor de los productos importados no superaba los 2 mil millones y hoy oscila entre los 5 y 7,5 mil millones de dólares. Si algo ha ocurrido en Venezuela durante la última década no es entonces que el país ha conquistado su soberanía alimentaria. Más bien la ha perdido. En materia alimentaria hoy somos menos independientes que nunca.

Nada de esto fue por accidente. La producción en el país ha colapsado por las ineptas políticas públicas del gobierno. Y la lista de desaciertos es larga: desde la expropiación de fincas y empresas de la cadena agroindustrial a la combinación letal de controles de precios y alza de costos de producción; desde las restricciones para importar insumos por el control de cambios y el ventajismo del que gozan los órganos del Estado que importan alimentos al deterioro y las carencias de la infraestructura. Todos estos factores y otros se han nutridos mutuamente y mezclado para producir un miasma que literalmente ha diezmado el aparato productivo nacional y contribuido a que la inflación anual de alimentos sea casi cuatro veces mayor a la tasa promedio de América Latina.

Lo peor es que esta historia podría sería muy diferente. Venezuela podría aprovechar su clima y sus tierras fértiles para aumentar la producción de alimentos que ya produce, crear nuevo rubros y abastecer mejor la demanda interna y aumentar sus exportaciones. Como lo están haciendo Brasil, Argentina, Paraguay, Perú, Colombia y algunos países de Centroamérica que producen y exportan cada vez más, nuestro país podría beneficiarse de los altísimos precios internacionales de los alimentos -tendencia, por cierto, que perjudica a economías de puerto como la nuestra.

Pero esto no va a ocurrir pronto si este domingo no sacamos a Hugo Chávez del poder.

Nota: Desde el año 2007, el gobierno dejó de ofrecer muchas cifras sobre el sector alimentos. Las estadísticas que no tienen enlaces provienen de una base de datos de Carlos Machado Allison, el experto más reconocido en el país en esta materia. Machado Allison me explicó que sus cálculos se basan en gran parte en cifras de distintas redes de distribución y asociaciones de productores de la agroindustria.