Economía de puerto

Miércoles, 3 de octubre de 2012

Para el gobierno de Venezuela la independencia es su principal objetivo. Así lo expresa Hugo Chávez en el primer “objetivo histórico” del programa que ha presentado como candidato: “Defender, expandir y consolidar el bien más preciado que hemos reconquistado después de doscientos años: la independencia nacional.” Y este afán independentista abarca todos los ámbitos. En las metas de política alimentaria, por ejemplo, el presidente se propone “lograr la soberanía alimentaria para garantizar el sagrado derecho a la alimentación de nuestro pueblo.”

Por supuesto, Chávez siente que este objetivo de independencia alimentaria está al alcance de la mano. Hace un año aseguró que en 2014 Venezuela sería un país “autoabastecido y autosustentable.” Pero quien haya visto las cifras sabe que esto es, en el mejor de los casos, una muestra de ingenuidad o delirio (o las dos). En el peor, una demostración de la frase de Goebbels “miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá.”

Para ser justos, el gobierno no ha ignorado el problema de la producción de alimentos. Al contrario, su fracaso es una demostración de que para gobernar las buenas intenciones no bastan si no están respaldadas por buenas ideas. Durante la gestión de Chávez el crédito agrícola ha aumentado cada año, se creó un ministerio para la producción y las tierras, y otro para la alimentación; se montaron programas como Mercal, Pdval, Corporación Agrícola y Banco Agrícola; se fundaron varios centrales azucareros y una academia de agricultura; se firmaron convenios con China, Brasil, Uruguay, Rusia, Irán, Cuba y Bielorrusia; y el gobierno se apoderó de 3,6 millones de hectáreas supuestamente beneficiando a 175 mil nuevos productores.

¿Y cuál fue el resultado?

Pues, entre 2006 y 2011, la producción interna de alimentos se desplomó, disminuyendo en promedio un 25 por ciento. Más aún, hoy producimos menos de 14 millones de toneladas de alimentos de origen vegetal cuando hace seis años la producción arañaba los 20 millones. Antes producíamos arroz y café para satisfacer el mercado interno e incluso exportar, pero hoy tenemos que importar para suplir nuestro propio mercado, al igual que tenemos que importar otros productos, como la caña de azúcar y la carne bovina, para cubrir la demanda interna que antes cubríamos con producción nacional.

De hecho, la disminución de la producción se ha combinado con un aumento del consumo producto del masivo gasto público para disparar las importaciones hacia las nubes. En 1998 el valor de los productos importados no superaba los 2 mil millones y hoy oscila entre los 5 y 7,5 mil millones de dólares. Si algo ha ocurrido en Venezuela durante la última década no es entonces que el país ha conquistado su soberanía alimentaria. Más bien la ha perdido. En materia alimentaria hoy somos menos independientes que nunca.

Nada de esto fue por accidente. La producción en el país ha colapsado por las ineptas políticas públicas del gobierno. Y la lista de desaciertos es larga: desde la expropiación de fincas y empresas de la cadena agroindustrial a la combinación letal de controles de precios y alza de costos de producción; desde las restricciones para importar insumos por el control de cambios y el ventajismo del que gozan los órganos del Estado que importan alimentos al deterioro y las carencias de la infraestructura. Todos estos factores y otros se han nutridos mutuamente y mezclado para producir un miasma que literalmente ha diezmado el aparato productivo nacional y contribuido a que la inflación anual de alimentos sea casi cuatro veces mayor a la tasa promedio de América Latina.

Lo peor es que esta historia podría sería muy diferente. Venezuela podría aprovechar su clima y sus tierras fértiles para aumentar la producción de alimentos que ya produce, crear nuevo rubros y abastecer mejor la demanda interna y aumentar sus exportaciones. Como lo están haciendo Brasil, Argentina, Paraguay, Perú, Colombia y algunos países de Centroamérica que producen y exportan cada vez más, nuestro país podría beneficiarse de los altísimos precios internacionales de los alimentos -tendencia, por cierto, que perjudica a economías de puerto como la nuestra.

Pero esto no va a ocurrir pronto si este domingo no sacamos a Hugo Chávez del poder.

Nota: Desde el año 2007, el gobierno dejó de ofrecer muchas cifras sobre el sector alimentos. Las estadísticas que no tienen enlaces provienen de una base de datos de Carlos Machado Allison, el experto más reconocido en el país en esta materia. Machado Allison me explicó que sus cálculos se basan en gran parte en cifras de distintas redes de distribución y asociaciones de productores de la agroindustria.

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