La fortaleza de la República

Lunes, 25 de enero de 2010

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Marcha del 23 de enero, 2010

Hace poco Chávez y sus acólitos comenzaron a asomar la idea de un reforma constitucional para acabar con la separación de poderes, lo cual hizo pensar a muchos que el oficialismo iba a encontrar una manera de eliminar o posponer las elecciones legislativas, o de quitarle poder al Congreso antes de los comicios.

Ahora ya está claro que Chávez (por ahora) escogió otro camino: utilizar todas la herramientas ilegales que estén a su alcance para impedir un triunfo opositor en la Asamblea Nacional. A las inhabilitaciones de candidatos opositores, al grosero uso electoral de recursos públicos, al abuso de las cadenas, a los sistemáticos esfuerzos de intimidación, Chávez ha sumado ahora el gerrymandering (manipulación de circunscripciones electorales con propósitos electorales) y un aumento orwelliano de regulaciones a las televisoras por cable que desembocó el sábado en el segundo cierre del canal RCTV.

Todo esto es simplemente la continuación de un gradual proceso de demolición de las estructuras republicanas. Un proceso perverso y novedoso: el uso de la democracia para destruir la democracia. Valerse de un sistema para socavar su intencionalidad.

Se podría decir que Chávez no es más que una prueba de que no es fácil levantar una República (ni formar ciudadanos democráticos) en un lugar con un pasado monárquico y autoritario tan amplio y largo como el nuestro.

Pero también podría decirse que este novedoso neo-absolutismo que se ve forzado a preservar parte del andamiaje republicano es una muestra del increíble avance democrático que hemos hecho los venezolanos en el último medio siglo.

Esa pequeña decisión de Chávez de competir en las legislativas (así sea alterando circunscripciones y cerrando RCTV) revela un enorme progreso histórico.

Demoler las estructuras republicanas no ha sido nada fácil.

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Morirse de a poco

Viernes, 22 de marzo de 2010

vejezEl amiguismo, la falta de meritocracia y la reticencia a buscar activamente talento e ideas frescas, no sólo son características del actual gobierno venezolano, también de las páginas de opinión de los principales diarios de oposición. Un alto porcentaje de los artículos son inconsecuentes, desechables, un compendio de banalidades y clichés. Es raro -al menos más de lo que debería-  tropezarse con un argumento interesante, un pensamiento original o siquiera con un giro novedoso de una frase.

¿Falta de talento nacional? En lo absoluto. Venezuela quizá tiene los mejores blogs políticos de América Latina, varios de ellos, curiosamente, escritos en inglés. En efecto, una prueba de la mediocridad que reina en las páginas de opinión venezolanas es la inexplicable renuencia de los editores a aspirar el talento que pulula en Internet.

El problema, repito, no es que no haya buenos columnistas, sino que el espacio valioso que ocupan escritores sin vocación es demasiado grande.

Entre los buenos está Miguel Ángel Santos, columnista del diario El Universal (blanco de esta crítica). A continuación los dejo con el final de su última columna:

Los 89.711 homicidios registrados en Venezuela entre 2003-2009, se encuentran muy cerca de los 95.069 ocurridos en la guerra de Irak. Con una diferencia fundamental: En Irak el número de víctimas ha promediado en los últimos dos años 3.042, mientras en Venezuela alcanza 16.800. Nuestra guerra será mucho más larga, y también más sangrienta. De acuerdo con los investigadores Daniel Pipes y Gunnar Heinsohn, entre 1950-2007 el conflicto árabe-israelí cobró algo más de 51.000 muertos (dos tercios árabes y un tercio judíos). Nuestras muertes por homicidio en los últimos siete años están muy próximas al conteo de muertos del terremoto reciente en Haití. En nuestro caso, nadie se ha movilizado, no se ha producido una respuesta de emergencia internacional y, lo que es peor aún, tampoco nuestra. No hay centros de acopio para apoyar a los familiares de las víctimas, no se han multiplicado las ONGs y los programas de ayuda, a nadie se le ha ocurrido siquiera hacer una colecta para donar una planta a la morgue en donde los cadáveres se amontonan y se pudren por falta de suministro eléctrico. Y es que irse muriendo de a poco llama muchísimo menos la atención.

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Finnegan’s take

Miércoles, 20 de enero de 2010

new-yorkerExplicación que ofrece un reportero de The New Yorker, William Finnegan, a la decisión de Estados Unidos de aceptar los resultados de las elecciones presidenciales en Honduras (traducción mía):

¿Qué pasó?…En esencia, pareciera ser que la administración [Obama] fue manipulada por la derecha Republicana. Una de las trabas impuestas por el senador DeMint fue en el nombramiento de Thomas Shannon como embajador de Brasil. Al parecer, Shannon y DeMint se habían estado reuniendo para hablar de Honduras, y ya habían, según DeMint, alcanzado un acuerdo sobre las elecciones en Honduras antes de que Shannon viajara al sur [Tegucigalpa] con su delegación. Dos días después de que Shannon hiciera el anuncio clave de que Estados Unidos reconocería las elecciones -socavando el “acuerdo histórico”- DeMint decidió desbloquear la confirmación de Shannon. DeMint dijo que Hillary Clinton le había asegurado que Estados Unidos reconocería las elecciones en Honduras “independientemente de si Zelaya es restituido.”

La narrativa de Finnegan parece sacada de un cuento de hadas: el “bueno” Obama tiene las mejores intenciones y trata de hacer lo correcto, pero los “malvados” Republicanos se valen de sucias triquiñuelas para secuestrar la política de la administración y obligarlos a aceptar las elecciones en Honduras. Si no fuese por los Republicanos -pareciera decirnos Finnegan- la administración Obama hubiese hecho lo correcto.

En primer lugar, debo decir que comparto la crítica de Finnegan al senador DeMint y otros Republicanos, cuyo comportamiento después del golpe -bloqueando los nombramientos de Shannon y Valenzuela- fue partidista, infantil y contraproducente.

Lo que sí no comparto es su interpretación de la crisis, que busca reducir una compleja realidad a una simplista narrativa que parece sacada de un libro de Galeano. (Recomiendo leer el artículo entero para comprender mejor mi punto).

Primero que nada, la administración Obama nunca cerró completamente las puertas a una posible aceptación de las elecciones en Honduras. Esto es algo que casi nadie pareciera recordar, pero es así. El comunicado del Departamento de Estado en el que por primera vez asomaron la posibilidad de no aceptar los comicios fue muy ambiguo. Yo mismo lo señalé el día que lo publicaron y recuerdo claramente que, en una de esas conferencias de prensa telefónicas con la Casa Blanca, el asesor de Obama, Dan Restrepo, hizo lo imposible por preservar la ambiguedad del comunicado. Cuando una colega le preguntó varias veces si Estados Unidos podría, bajo determinadas circunstancias, aceptar el resultado de las elecciones, él fue esquivo y básicamente leyó lo que decía el comunicado, claramente para no cerrar puertas a esa posibilidad.

Critiqué entonces la estrategia del equipo de Obama. Dije que esta lograda ambiguedad del mensaje se iba a perder en los titulares (como efectivamente ocurrió), y que, asomando la posibilidad de no aceptar lo comicios, a Estados Unidos se le haría difícil aceptarlos si Micheletti no cedía (como también ocurrió). En todo caso, el error de Obama no fue un brusco cambio de opinión, sino pensar que podía hacer dos cosas al mismo tiempo: presionar a Micheletti sugiriendo que podría no aceptar los comicios; y no ser criticado por aceptar las elecciones si no se lograba restituir a Zelaya.

Como especula Finnegan, es probable que Clinton haya pactado con DeMint. Pero esto no quiere decir que, sin la presión de DeMint, Estados Unidos no hubiese avalado las elecciones. Mi impresión es que esa fue siempre la intención si no se lograba restituir a Zelaya. Es decir: probablemente fue Clinton la que manipuló a DeMint (negociando un punto en el que ella de todos modos iba a ceder).

En segundo lugar, Finnegan no acepta que uno puede al mismo tiempo rechazar el golpe de Estado y pensar que las elecciones son una salida -no necesariamente la mejor- al impasse en Honduras. Decir que aceptar el resultado de los comicios es ratificar el golpe es incurrir en el tipo de lógica binaria que caracteriza no a una revista del calibre de The New Yorker, sino a George W. Bush. No voy a esgrimir los argumentos a favor de la aceptación de los comicios, porque ya los abordé en otro artículo. Pero me gustaría añadir un punto. Muchos líderes e intelectuales con impecables credenciales democráticas -entre ellos dos premios Nobel de la Paz- piensan que es ridículo no avalar las elecciones. ¿Es justo decir que todos ellos ratifican el golpe?

Otros textos del autor:

La desproporcionada influencia de Chávez

Lunes, 18  de enero de 2010

chavezintervDos meses antes del golpe en Honduras, y de la condena unánime por parte de los miembros de la OEA al derrocamiento de Manuel Zelaya, Barack Obama se reunió por primera vez con los mandatarios de América Latina en la Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago. El presidente de Estados Unidos llegó con buenas intenciones, hablando de una nueva era de colaboración hemisférica y anunciando que había ordenado el levantamiento de restricciones de remesas y viajes cubanoamericanos con la intención de reorientar la política de Estados Unidos hacia Cuba. Pero el gesto, aunque bien visto, no fue suficiente. En los discursos y reuniones con los otros mandatarios, Obama tuvo que lidiar con una avalancha de críticas agresivas por el embargo de su país a Cuba. Y, cuando tímidamente expresó su rechazo a las políticas represivas de la dictadura cubana, no recibió señal visible de apoyo por parte de ningún país.

Casi cinco meses después, en una reunión de UNASUR a finales de agosto, ocurrió algo similar. Un mes antes autoridades colombianas habían incautado a guerrilleros de las FARC lanzacohetes del ejército venezolano, añadiendo un granito de arena más a la montaña de evidencia que vincula al gobierno de Venezuela con el grupo guerrillero. Pero lo miembros de UNASUR decidieron ignorar este grave hecho y enfocarse en críticas al acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia que otorga acceso a soldados norteamericanos a siete bases colombianas. El mensaje fue claro: la posible expansión de la presencia militar de Estados Unidos en Colombia es un acto más ofensivo que la posibilidad de que un gobierno de la organización financie a un grupo guerrillero que busca derrocar un gobierno democrático y es conocido por reclutar niños, participar en el tráfico ilícito de drogas, y secuestrar y asesinar a ciudadanos inocentes.

¿Qué explica esta ceguera e hipocresía regional? ¿Por qué los países que condenaron decididamente el golpe de Estado en Honduras no critican la falta de democracia en Cuba y más bien promueven la incorporación de Cuba a organizaciones donde sólo democracias pueden ser miembros? ¿Por qué el acuerdo de la bases causó una controversia mayor a la de los lanzocohetes venezolanos en manos de las FARC? Por supuesto, hay varias razones que explican este comportamiento. Pero un factor de peso en sin lugar a dudas la desproporcionada influencia regional del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

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Terror animal

Viernes, 15 de enero de 2009

A continuación el presidente Hugo Chávez anunciando su decisión de suspender el racionamiento (de cuatro horas diarias) en Caracas:

¿Por qué Chávez decidió no cortar la luz en la capital y sí en el resto del país? ¿Por qué envía esa señal atroz a muchos estados donde el apoyo al oficialismo es fuerte y donde siempre ha existido cierto resentimiento hacia Caracas por su protagonismo en la agenda nacional? ¿Y por qué diablos hace ésto en un año electoral?

La razon es muy simple: miedo. Miedo físico.

Porque, desde el 11 de abril de 2002, lo que más teme Chávez es una revuelta popular que, de un día a otro, lo mande al basural de la historia. Por eso ha creado las milicias y armado grupos civiles. Por eso busca armar los consejos comunales y profundizar así la llamada “unión cívico-militar.” Por eso ya no se puede marchar cerca del palacio presidencial. Por eso ha invertido millones de dólares en su seguridad personal.

Ese miedo a veces anula cualquier otra consideración y lo hace reaccionar como un animalito: sólo para librarse de la amenaza que tiene más cerca.