Lunes, 25 de enero de 2010
Hace poco Chávez y sus acólitos comenzaron a asomar la idea de un reforma constitucional para acabar con la separación de poderes, lo cual hizo pensar a muchos que el oficialismo iba a encontrar una manera de eliminar o posponer las elecciones legislativas, o de quitarle poder al Congreso antes de los comicios.
Ahora ya está claro que Chávez (por ahora) escogió otro camino: utilizar todas la herramientas ilegales que estén a su alcance para impedir un triunfo opositor en la Asamblea Nacional. A las inhabilitaciones de candidatos opositores, al grosero uso electoral de recursos públicos, al abuso de las cadenas, a los sistemáticos esfuerzos de intimidación, Chávez ha sumado ahora el gerrymandering (manipulación de circunscripciones electorales con propósitos electorales) y un aumento orwelliano de regulaciones a las televisoras por cable que desembocó el sábado en el segundo cierre del canal RCTV.
Todo esto es simplemente la continuación de un gradual proceso de demolición de las estructuras republicanas. Un proceso perverso y novedoso: el uso de la democracia para destruir la democracia. Valerse de un sistema para socavar su intencionalidad.
Se podría decir que Chávez no es más que una prueba de que no es fácil levantar una República (ni formar ciudadanos democráticos) en un lugar con un pasado monárquico y autoritario tan amplio y largo como el nuestro.
Pero también podría decirse que este novedoso neo-absolutismo que se ve forzado a preservar parte del andamiaje republicano es una muestra del increíble avance democrático que hemos hecho los venezolanos en el último medio siglo.
Esa pequeña decisión de Chávez de competir en las legislativas (así sea alterando circunscripciones y cerrando RCTV) revela un enorme progreso histórico.
Demoler las estructuras republicanas no ha sido nada fácil.
Otros textos del autor:
- Lea la última Tribuna de Alejandro Tarre, La desproporcionada influencia de Chávez.
Share