Cardoso, Berlin y Tolstoi

Lunes, 18 de abril de 2011

Fernando Henrique Cardoso

En un artículo sobre la fecha de las primarias publicado el domingo en Tal Cual y Analítica, Alonso Moleiro nos da una muestra de buen criterio.

Moleiro hace merecidas críticas a la MUD:

Queda en el aire la desagradable impresión de que la fecha acordada guarda relación con un acuerdo político entre algunas de sus parcialidades con el objeto de detener el avance de un potencial adversario en la contienda…En lugar de proceder con la dosis de seriedad y de grandeza que todos esperábamos, pensando en el país completo, algunos políticos de la unidad democrática se empeñaron en seguirse comportando como los incorregibles profesionales de la intriga de la historia venezolana reciente, esos que, se supone, queremos dejar atrás para siempre, privilegiando exclusivamente los intereses de sus partidos.

Pero no deja que su indignación distorsione su visión:

Podríamos concederle a quien lo sostenga que el rango sigue siendo relativamente aceptable: la diferencia que pueda existir entre una consulta en diciembre y una en febrero no nos da argumentos suficientes para postular la tesis de suicidarnos en masa.

Y sobre la MUD:

La sola existencia de una instancia como la MUD es un haber que no tiene precio y que es necesario preservar con mucha madurez y criterio ciudadano. En torno a ella, sobre una secuencia de aciertos, se ha ido creando lentamente una especie de marco institucional que rinde tributo a la idea de la unidad nacional, punto de partida fundamental para la reconstrucción de este país….Es importante seguir valorando, pese a todo, el aporte hecho a la causa de la democracia por todos los dirigentes de la Mesa, incluyendo a los protagonistas de este desafortunado episodio.

Algo que yo valoro más que la inteligencia es el buen criterio, que requiere de inteligencia, pero también de un elemento añadido, sumamente difícil de definir.

La Real Academia Española da una definición muy escueta y pobre de “criterio” o lo que yo pienso que significa esta palabra. Mucho más cercano a lo que tengo en mente es la reflexión sobre “criterio político” que le escuché hace seis años a Fernando Henrique Cardoso en la conferencia anual Seymour Martin Lipset. Estas palabras de Cardoso fueron inspiradas en ideas de Isaiah Berlin:

[El criterio político] no sólo implica la capacidad de discernimiento para evadir los riesgos opuestos de idealismo impráctico y realismo poco inspirador, sino también la sabiduría práctica para aprehender el carácter de una situación particular o momento histórico, y aprovechar las oportunidades, o confrontar los desafíos que esta presenta. Es la capacidad de adentrarse en el remolino caótico de la vida y extraer lo importante, reconocer qué encaja con qué, qué brota de qué, y qué conduce a qué. Es un sentido para reconocer lo cualititativo más que lo cuantitativo, un capacidad probada para la síntesis más que el análisis. [Isaiah] Berlin incluso llega a comparar esta habilidad con el talento de grandes novelistas como Proust y Tolstoi, que son capaces de comunicar un sentido de directo conocimiento con la textura de la vida.

Esta idea no sólo llega cerca de definir esa cualidad casi inefable que es el buen criterio. También es una de las más bonitas y agudas reflexiones que he leído sobre el arte de la novela.

Mirar hacia adelante

Viernes, 15 de abril de 2011

En este espacio promoví mucho la idea de realizar las primarias en el último trimestre de 2011, esgrimiendo un conjunto de argumentos para sustentar mi posición.

Pero la MUD, después de un forcejeo interno entre todos los partidos que la conforman (y subrayo ese “todos”), decidió realizar primarias el 12 de febrero de 2012.

La razón más inmediata fue el giro de Un Nuevo Tiempo, que comenzó apoyando las primarias en 2011 pero luego cambió de opinión. Con el apoyo de UNT, AD, Copei y Proyecto Venezuela sellaron su victoria.

¿Que esos partidos aplazaron las primarias sólo para ganar tiempo para posicionar mejor a sus candidatos?

No lo dudo. Pero pensar que la política puede ser pura, o librarse totalmente de este tipo de mezquindades, es sumamente ingenuo.

No es que UNT o AD hayan, por extremo egoísmo e irresponsabilidad, decidido asumir un riesgo gigantesco sólo por sus propias ambiciones políticas. El problema es que bajo su visión, quizá moldeada, claro, por la conveniencia y la sed de poder, ellos no creen estar asumiendo un gran riesgo haciendo las primarias en febrero. Fíjense que Leopoldo López, a quien también le conviene esperar, estuvo extrañamente silencioso sobre la fecha. De haber estado ya habilitado, dudo que no hubiese estado mucho más activo promoviendo las primarias este año.

Lo importante es que dentro de la MUD se midieron las diferentes fuerzas y llegaron a un acuerdo común para implementar un mecanismo democrático para elegir al candidato. Dentro del espacio de maniobra que tenían, algunos abusaron de su poder, jugando con las fechas y desestimando argumentos convincentes.

Pero no hay que perder la perspectiva. Lo más importante, lo que no se logró en el Perú (reconocer la gravedad de la amenaza y luego idear un mecanismo para unir a las fuerzas democráticas contra esta amenaza), se logró en Venezuela. Ahora hay que dejar esta discusión atrás y mirar hacia adelante.

Enfrascarse en este debate, y despotricar ad nauseam contra la MUD porque no hizo exactamente lo que nosotros proponíamos, es asumir una actitud todavía más miope que la que asumieron los propulsores de las primarias 2012.

¿Se jodió otra vez el Perú?

Miércoles, 13 de abril de 2011

Entre cáncer terminal y sida

El Perú confronta el peor de los escenarios: una segunda vuelta entre Keiko Fujimori, hija del dictador que gobernó el país en la década de los 90, y Ollanta Humala, un ex militar nacionalista cuyo programa de gobierno está más cerca de Hugo Chávez que de Lula y amenaza con hundir al Perú en el mismo hoyo que lo hundió Velasco Alvarado a finales de los sesenta y principios de los setenta.

La decisión que confrontan los peruanos no podía ser más difícil.

Fujimori probablemente no representa una amenaza mayor en materia económica. Pero con ella podría volver a una posición de poder e influencia un criminal cuyo gobierno es directamente responsable, entre otras cosas, de asesinar a los estudiantes de La Cantuta, de masacrar a los vecinos de los Barrios Altos confundiéndolos con senderistas, de descuartizar a Mariella Barreto, de torturar al reportero Fabián Salazar y a Leonor La Rosa (esta última también fue violada), de falsificar milliones de firmas con propósitos electorales, de robarles canales de TV y estaciones de radio a Baruch Ivcher y Delgado Parker, y de acosar e intimidar al diario El Comercio y el Canal N por emitir información independiente, no dictada por Vladimiro Montesinos.

Humala, por su parte, representa también una amenaza autoritaria (yo diría más que Keiko) y la posibilidad de un giro en materia económica que podría arrimar al Perú hacia el desfiladero.

¿Cómo se llegó a esto?

En primer lugar, la división del voto del centro. Es falso, como dicen algunos, que el resultado refleje un profundo descontento con el modelo económico. Hay algo de eso, sin duda. El crecimiento económico sostenido del Perú no ha llegado a todo el mundo. Y la desigualdad, que siempre atiza el resentimiento social, ha aumentado (aunque un aumento menor en importancia que la reducción de pobreza y las mejoras en los índices de desarrollo humano). Pero los tres candidatos del centro alcanzaron sumados casi el 50 por ciento del voto (Humala sólo el 31). Y el programa económico de Keiko, que obtuvo 23 por ciento del voto, es continuista.

(Otros dos datos interesantes:

1) Si la explicación del triunfo de Humala es el descontento con el modelo económico, ¿qué explica el impresionante ascenso de Humala en las semanas previas a las elecciones? ¿A que muchos peruanos, de un día a otro, se desilusionaron con el modelo? Lo dudo.

2) Varias encuestas revelan que para los peruanos uno de los principales problemas es la inseguridad. Y esas mismas encuestas revelan que Humala es visto como el mejor candidato para solucionar este problema.)

El segundo factor que explica lo ocurrido es la crisis de partidos. Es cierto que se puede responsabilizar a Toledo, Kuczynski y Castañeda de no unirse para evitar esta catástrofe. Pero en cualquier país este tipo de comportamiento es inevitable (rara es la madurez que mostró la oposición venezolana forjando una plataforma unitaria en las legislativas del pasado septiembre). De haber un sistema sólido de partidos en el Perú, los tres candidatos del centro hubiesen probablemente resuelto sus problemas en primarias y los prospectos del país no fuesen ahora tan oscuros.

Próximamente:

  • ¿Por quién votaría yo si las elecciones peruanas fueran hoy?

La ilusión de inevitabilidad

Lunes, 11 de abril de 2011

(Publicación conjunta con el blog Caracas Chronicles).

Dos items:

Pedro Carmona

1) Hugo Chávez en una reciente entrevista al diario La República de Uruguay:

“Yo he podido no existir. Un día casi yo me ahogué en un río en el llano. Invierno, mucha agua y nos lanzamos unos jóvenes. Y el río me lleva, me lleva y me salva un cadete. Yo ya era cadete. Y otro cadete joven buen nadador, mucho mejor que yo, me alcanza y me agarra por un pie y me jala a la orilla. Si el no viene y me agarra ahí, lo más probable es que yo me ahogo a los 18 años.”

2) Un artículo de Niall Ferguson publicado por Newsweek sobre cómo hacer más divertido el aprendizaje de la historia:

Debemos hacernos preguntas más excitantes.

¿Qué hubiese pasado si Washington hubiese tenido el mismo apetito por el poder imperial de Napoléon?…¿Si Roosevelt no hubiese sido el presidente durante la Segunda Guerra Mundial?

En su respuesta magistral a esta [última] pregunta, The Plot Against America, Philip Roth correctamente sugiere que es el sentido de inevitabilidad -lo que pasó tenía que pasar- lo que hace tan aburrida la historia que nos enseñan en la escuela primaria y secundaria. “Lo que los niños estudian como “Historia” es historia inocente, donde todo lo que fue imprevisible en su momento es contado en la página como inevitable.” Pero en el presente de los eventos históricos -como ahora en Japón y en el mundo Árabe- “el desarrollo de los imprevisto es todo….El terror de lo imprevisto es lo que la ciencia de la historia esconde.”

Hugo Chávez siempre anda exagerando y es probable que la historia del río no sea verdad. Pero lo cierto es que, desde su primera aparición en la historia en 1992, podemos señalar varios momentos que se prestan para formular esas preguntas provocadoras a las que se refiere Ferguson.

¿Qué hubiese pasado en abril 2002, por ejemplo, si Pedro Carmona no decide disolver los poderes y, en vez de marginar a Vásquez Velasco, lo nombra ministro de Defensa del gobierno de transición? ¿Cuánto cambió la historia del país esa simple decisión de Carmona que muchos le aconsejaron no tomar y que ha podido fácilmente no tomar? ¿Cómo estaríamos celebrando hoy el aniversario del 11 de abril?

Roth y Ferguson tienen razón. La historia que aprendemos en la niñez y en la adolescencia es una fabricación más o menos racional y coherente que empobrece y reduce a una secuencia previsible lo que en la realidad cruda y dura fue una caótica y arbitraria mezcla de planes y azares, intrigas, hechos fortuitos, coincidencias, intereses múltiples que chocan unos con otros provocando cambios, trastornos, avances y retrocesos mucho más cautivadores que la ilusión de inevitabilidad que transpira de los textos escolares.

Más sobre este tema:

  • Reseña de El silencio y el escorpión, un libro sobre los sucesos de abril de 2002.

Observaciones de un expatriado

Viernes, 8 de abril de 2011

Juan es un pintor venezolano que lleva ya años viviendo en Madrid. Hace poco visitó Venezuela y le pedí que apuntara sus impresiones de expatriado.

Aquí los dejo con algunos extractos (editados un poco por mí):

Sobre Caracas:

La ciudad está fea y desmejorada. Pareciera que todos los edificios están abandonados y sucios, como esperando ser demolidos. Las Mercedes es un claro ejemplo. Hay algunos edificios que han sido demolidos por dentro y han dejado el cascarón. La avenida principal está como en construcción. Hay zonas cerradas completamente porque están haciendo una boca de una nueva línea del metro. El edificio ACO, al lado de Paseo Las Mercedes, ha sido expropiado y pareciera que la estructura, visible desde tantos lados de la zona, se estuviera desconchando cada día. Dicen que ahí hay ahora un centro de inteligencia de cubanos.

Hay partes de la ciudad que dan la sensación de haber padecido una guerra o un terremoto. Las calles están destrozadas y hay que manejar con cuidado. Las leyes de tránsito no se siguen y reina la anarquía. A veces me da la sensación de estar en algún pueblo fronterizo entre dos países tercermundistas, donde se mezcla el relajo y la ansiedad y donde reina el caos. Esa sensación se incrementa mucho en las noches. En grandes trozos de avenidas y autopistas a veces no hay luz. La sensación de peligro aumenta cuando uno ve que todo el mundo maneja como y por donde le dé la gana, a cualquier velocidad, por avenidas iluminadas solamente por las luces de esos mismos carros que van y vienen…

Sobre la amargura de venezolanos:

Comprando unos cachitos en una panadería, la muchacha que me atendió andaba amargada y me atendió con desprecio. No le gustó que cambiara de parecer una vez que había introducido el precio en la máquina. Sacándome la cédula y el pasaporte también tuve otro de esos encuentros con funcionarios públicos, gente antipática en muchos países, pero que aquí no tienen ni la delicadeza de dejar pasar primero a las personas de tercera edad, a quienes también trataban con desprecio ante la indignación de la mayoría. Quienes me prepararon los golfiados en una panadería me exigieron rapidez en mi elección de bebida de muy mala gana. También los mesoneros de la arepera a la que he ido varias veces me han tratado muy mal. Eso no me había pasado antes. Es una apreciación que he corroborado con gente aquí. Todos me dicen que el ambiente está agresivo y la gente amargada. Varios amigos me han contado que se han visto casos de gente que se cae a tiros en una cola por un reclamo estúpido…

Sobre la desesperación:

Aparte de amargura pareciera haber también desesperación. Nadie ve arreglo a esto y por ende sienten que no hay futuro. Ya lo había notado en un buen amigo, cuando lo vi en Londres hace unos meses. Él ya me había comentado que siente que en Venezuela no hay futuro, que viven en una especie de estado de desamparo existencial producto de la desesperanza. No hay arreglo en un país absolutamente destruido en todos los ámbitos. Él al menos trata de ver algo positivo dentro de todo lo negativo; considera que vivir semejante situación es interesante para una mente curiosa y observadora, que si bien ha sufrido económicamente, tiene recursos suficientes para aislarse un poco de la crisis. Otra gente, sin embargo, canaliza esa desesperación y frustración a través de ideas delirantes, como la del linchamiento al malandro. Un día escuché en un restaurante lujoso a unos sifrinitos diciendo que no verían con malos ojos la creación de una especie de grupo de élite que entrara en los barrios a matar gente…a ajusticiar al malandro. Evidentemente la idea me parece demente, pero es necesario mencionarla para ilustrar el nivel de frustración al que se ha llegado.

Sobre el clasismo y la desigualdad:

Vivir en Europa, además de tantas otras cosas positivas, ofrece la tranquilidad de no tener que lidiar tan crudamente con la desigualdad y las clases. Es muy fácil en Europa sentirse igual y semejante a todos, o a la mayoría. Ahí tener amigos que no sean universitarios es común. También lo es que sean hijos de obreros, o que sean obreros ellos mismos. Se puede salir y compartir con gente que no sea profesional o “como uno.” En un mismo restaurante hay todo tipo de gente cualquier mediodía. Aquí, en cambio, la clase social tiene límites muy marcados y es bastante homogénea dentro de su estrato. No hay cruces entre una clase y otra. Son ellos y somos nosotros. ¿Saldría yo a tomar una cerveza con quien me limpia la casa? Ni yo quiero ni él quiere.

La normalidad de nuestra clase social es de describir a los otros como “monos” o “niches.” No pareciera ser posible referirse a ellos de una manera que no sea despectiva. Hace unos días escuché cómo unos amigos comparaban dos centros comerciales nuevos. Al Millenium ya no se puede ir “por la cantidad de monos.” El problema es “que está demasiado cerca del metro”…Pero el otro centro comercial todavía está bien. ¿Por qué? Uno deduce que la razón es que los “monos” no lo han tomado. Leyendo esto, quizá el lector imagina automáticamente a una señora soberbia llena de joyas hablando con su mejor amiga en el Country. Pero no. Se escuchan cosas así de gente decente, buena, clase media, que simplemente ha somatizado estos términos, esta desigualdad. Para ellos estas clasificaciones son normales, tan normales como separar a la gente por edad o por el color de pelo.