La ilusión de inevitabilidad

Lunes, 11 de abril de 2011

(Publicación conjunta con el blog Caracas Chronicles).

Dos items:

Pedro Carmona

1) Hugo Chávez en una reciente entrevista al diario La República de Uruguay:

“Yo he podido no existir. Un día casi yo me ahogué en un río en el llano. Invierno, mucha agua y nos lanzamos unos jóvenes. Y el río me lleva, me lleva y me salva un cadete. Yo ya era cadete. Y otro cadete joven buen nadador, mucho mejor que yo, me alcanza y me agarra por un pie y me jala a la orilla. Si el no viene y me agarra ahí, lo más probable es que yo me ahogo a los 18 años.”

2) Un artículo de Niall Ferguson publicado por Newsweek sobre cómo hacer más divertido el aprendizaje de la historia:

Debemos hacernos preguntas más excitantes.

¿Qué hubiese pasado si Washington hubiese tenido el mismo apetito por el poder imperial de Napoléon?…¿Si Roosevelt no hubiese sido el presidente durante la Segunda Guerra Mundial?

En su respuesta magistral a esta [última] pregunta, The Plot Against America, Philip Roth correctamente sugiere que es el sentido de inevitabilidad -lo que pasó tenía que pasar- lo que hace tan aburrida la historia que nos enseñan en la escuela primaria y secundaria. “Lo que los niños estudian como “Historia” es historia inocente, donde todo lo que fue imprevisible en su momento es contado en la página como inevitable.” Pero en el presente de los eventos históricos -como ahora en Japón y en el mundo Árabe- “el desarrollo de los imprevisto es todo….El terror de lo imprevisto es lo que la ciencia de la historia esconde.”

Hugo Chávez siempre anda exagerando y es probable que la historia del río no sea verdad. Pero lo cierto es que, desde su primera aparición en la historia en 1992, podemos señalar varios momentos que se prestan para formular esas preguntas provocadoras a las que se refiere Ferguson.

¿Qué hubiese pasado en abril 2002, por ejemplo, si Pedro Carmona no decide disolver los poderes y, en vez de marginar a Vásquez Velasco, lo nombra ministro de Defensa del gobierno de transición? ¿Cuánto cambió la historia del país esa simple decisión de Carmona que muchos le aconsejaron no tomar y que ha podido fácilmente no tomar? ¿Cómo estaríamos celebrando hoy el aniversario del 11 de abril?

Roth y Ferguson tienen razón. La historia que aprendemos en la niñez y en la adolescencia es una fabricación más o menos racional y coherente que empobrece y reduce a una secuencia previsible lo que en la realidad cruda y dura fue una caótica y arbitraria mezcla de planes y azares, intrigas, hechos fortuitos, coincidencias, intereses múltiples que chocan unos con otros provocando cambios, trastornos, avances y retrocesos mucho más cautivadores que la ilusión de inevitabilidad que transpira de los textos escolares.

Más sobre este tema:

  • Reseña de El silencio y el escorpión, un libro sobre los sucesos de abril de 2002.
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