Turbocomemierda

Viernes, 23 de septiembre de 2011

Dos temas que me apasionan: el jazz y el poder de las ideologías para aniquilar las capacidad de razonamiento de los seres humanos.

En su último artículo, Ibsen Martínez conecta estos dos temas mediante la figura de T. W. Adorno, que a mí siempre me ha producido el mismo desagrado que a él -aunque nunca he expresado este desagrado con tanto humor y elocuencia:

Hubo un tiempo en el que muchos intelectuales, en el trance de comentar –de hacer trizas, mejor dicho–una película de Hollywood en cualquier revista cultural subsidada por el estado burgués, neocolonial y lacayo, citaban invariablemente a un filósofo de lengua alemana llamado T.W. Adorno (1903-1969) , fundador –entre otros pensadores dedicados a la observación de los fenómenos culturales en la era de la masificación–, de una legendaria “Escuela de Frankfurt”. La “T” era inicial de Theodor; la “W”, de Wiesengrund.

Para irnos entendiendo y avanzar con buen ritmo, evocaré que, siendo yo apenas un prometedor y brillante mozalbete, ya acudía en mi auxilio una prodigiosa inteligencia analítica y , así, me bastó una lectura somera de un par de libros de Theodoro W. Adorno ( quien ha ingresado la posteridad, entre otras cosas, como un filósofo de la “musikología”, con “k”) para concluir que el tipo era un perfecto “comemierda” y me perdonan.

¿Porqué digo yo que T.W. Adorno fue un comemierda? Pues simplemente porque a T.W: Adorno no le gustaba el jazz.

Dicho así suena a pecado venial–“a T.W. Adorno no le gustaba el jazz”–; total nadie está obligado a que le guste el jazz. Pero hay que leer la ringlera de sofismas y simplezas de inspiración marxista que, para descalificar al jazz como una operación de apropiación mercantilista blanca de la cultura negra, hilvanó desmañadamente T.W. Adorno. Termina uno por mover la cabeza y deshauciarlo como eso que he dicho: un turbocomemierda.

Y más adelante:

Recuerdo que leí “Dissonanzen; Musik in der verwalteten Welt ”, seguido de su “Enleitung in die Musiksoziologie zwölf theoretische Vorlesungen” –las leí en castellano, está claro, ¡faltaría más! – durante una breve vacación en Mochima y que cuando hube terminado de leerlo(s), me serví un ron doble en las rocas – en esa época todavía bebía ron– y me puse a oir “A Love Supreme”, de John Coltrane y, la verdad, es que vacilando junto al mar los solos de Coltrane, de Elvin Jones, de Jimmy Garrison y del formidable pianista que fue McCoy Tyner, sentí una lástima infinita por el tal T.W.Adorno que se perdió un mundo de sonoridades por razones ideológicas.

A diferencia de Ibsen Martínez, nunca he sentido la más mínima necesidad de enfrentar esos textos de Adorno sobre el jazz.

Siempre me digo: “No me importa un pito lo que piense ese pobre infeliz, ni voy a perder el tiempo enfrentándome a sus ‘argumentos.’ Déjenlo cacarear por allá lejos mientras yo disfruto mis discos.”

Ibsen, sin embargo, prefirió emular a Cantinflas y lanzarle un “yo a usted ni lo ignoro.”

En busca del hombre nuevo

Jueves, 22 de septiembre de 2011

Cada vez que destaco algún logro o los logros de la oposición venezolana recibo duras críticas por Email y por Twitter.

Varias veces me han llegado correos con explicaciones largas sobre porqué estoy equivocado.

Ninguna explicación me ha hecho cambiar de opinión, pero sí me han ayudado a detectar con precisión donde reside el desacuerdo.

En primer lugar hay una diferencia de expectativas y perspectiva. En las críticas de mis adversarios trasluce una aspiración de perfección, de encontrar -como dice Raúl Aular- políticos “hidropónicos,” impolutos. Quieren ver a una oposición perfecta, que haga exactamente todo lo que ellos promueven y defienden. Desde el otro extremo del espectro ideológico ellos buscan, también, al “hombre nuevo.” Y, cuando no lo encuentran, se frustran.

Yo pienso que esta aspiración es una quimera. Y lo comprueba un vistazo superficial a otros países. Observen el comportamiento de muchos políticos en Alemania, jugando con fuego con la crisis del euro; o la extorsión del tea party y el partido republicano en Estados Unidos en las negociaciones del límite de la deuda, donde básicamente amenazaron a la administración Obama con volar el país si el presidente no cedía en sus demandas.

O miren la actitud irresponsable y cínica de los miembros de la Concertación en Chile, apoyando un paro para exigir respuestas a una serie de problemas cuyos principales autores, más que Sebastián Piñera, son ellos mismos. O la miopía de los candidatos moderados en el Perú, que por dividir el voto del centro dejaron pasar a la segunda vuelta a dos candidatos con fuerte tendencias autoritarias.

O miren a la misma oposición venezolana hace apenas cinco años -dividida, fragmentada, desmovilizada por el espantajo del abstencionismo.

Este ejercicio comparativo es útil, porque ayuda a poner las cosas en perspectiva mostrándonos que errores que a primera vista parecen extremadamente irresponsables son más bien comunes o aciertos que nos parecen normales son más bien extraordinarios.

Para mí, en este contexto, los logros de la oposición durante los últimos años son notables.

La derrota del abstencionismo y la adopción (¡por consenso!) de una estrategia de participación electoral y de lucha por llenar y reconquistar espacios institucionales. (¿Acaso es poca cosa forjar este consenso alrededor de un argumento difícil de digerir y todavía más difícil de vender? ¿Es poca cosa que no haya surgido un ala opositora demagoga -como ha surgido recientemente en países desarrollados con problemas muchos menos graves que los de Venezuela- explotando la frustración del antichavismo ofreciendo soluciones más radicales para salir del presidente?).

Los espacios ganados en las elecciones regionales de 2008. El acuerdo unitario logrado en 2010 para las legislativas, firmado por 18 partidos y una docena de organizaciónes políticas. La decisión de escoger mediante primarias un candidato único para las presidenciales de 2012.

El sano surgimiento de una nueva generación de líderes que coexiste y colabora con la vieja generación, renovando el liderazgo opositor y comprendiendo que para ganarle el pulso a Chávez no hay que dividirse sino más bien sumar esfuerzos.

La mejoras organizativas dentro de la MUD, descritas con detalle en un imperdible artículo de Alonso Moleiro. La articulación de un programa de gobierno unitario que absorbe las ideas de las mentes más brillantes del país.

Ha habido también tropiezos, claro. Y también existe un amplio espacio para mejoras.

Reconocer la labor de la oposición no significa tapar sus errores o renunciar a exigencias y presiones para que las cosas se hagan mejor.

Pero, si Chávez sale de la presidencia en octubre de 2012, dentro de cien años historiadores verán con admiración el papel desempeñado por la oposición en la recuperación de la democracia venezolana.

De eso no me queda duda.

El misterio de las tres torres

Miércoles, 21 de septiembre de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Cuando era muchacha, ante cualquier cuento fingido, explicación rebuscada o excusa guabinosa, era usual que mi mamá –desconfiada- sonriera de medio lado y susurrara la sentencia: ¡el misterio de las tres torres!

Esas seis palabras, de inmediato, nos indicaban a mis hermanas y a mí, que quien había hablado antes ocultaba algo. Que no había sido claro ante preguntas tan simples y directas como: por qué llegas a esta hora; qué pasa con el boletín de calificaciones o cómo es eso de que el novio de fulana no la visita los fines de semana. Podía ser que quien hubiera echado el cuento fuera mi papá, una tía, una prima lejana, la vecina de dos pisos más arriba o cualquiera de nosotras. No importa. Al oír la frase –cáustica-, ya sabíamos que quien contaba escondía una cosa. Entendíamos que la historia enrevesada que se había armado por algún lado tenía unas costuras sueltas. Había algo encubierto, misterioso, y las más de las veces inapropiado o, cuando menos, inexacto.

Oíamos Las tres torres, y como reflejo pavloviano, en vez de salivar, desconfiábamos. A veces, hasta lástima sentíamos por el objeto de una sentencia tan definitiva.

La frase tiene su historia: alude a la cárcel (Las tres torres) que existió en Barquisimeto durante la dictadura de Juan Vicente Gómez y al enigmático –y fatal- destino que envolvía a quien traspasara sus puertas. Preso que entraba a ese recinto, muy difícilmente salía. Misteriosamente, como por arte de magia o de los esbirros, los condenados desaparecían –literalmente- tras los muros gruesos, correosos y los espacios oscuros y de seguro malolientes.

De ahí, entonces, viene la frase que mi mamá y muchos de su generación utilizaban. De ahí, y también de la radionovela que con el nombre de El misterio de las tres torres se transmitió con mucho éxito durante la década de los cuarenta del siglo pasado (ya terminada la dictadura, por supuesto). La novela –comedia, se le decía en ese tiempo-, según contaban mi mamá y mi abuela, se ambientaba en la prisión gomecista y en cada capítulo daba cuenta de torturas, crímenes espantosos y de seres tenebrosos que venían del Más Allá.

De tanto oírla, la frase la hice mía, y entre mis amigas se ha convertido en una especie de código secreto para calificar algún cuento o personaje.

Tenía rato sin usarla, pero en las últimas semanas en más de una ocasión me ha provocado sacarla a relucir, pese a que me encuentre a miles de kilómetros de Venezuela y que mis interlocutores no sepan quién era Juan Vicente Gómez, mucho menos el nombre o la historia de una de sus prisiones. Y es que de un tiempo para acá, cada vez que llego a un sitio, independientemente de que me conozcan o no, apenas saben que soy venezolana, parece que a la gente se le dispara una tecla en el cerebro y, en automático, me hablan sobre un solo asunto. Lo hace un taxista, un mesero, la muchacha de la tintorería, la cajera de la revistería en donde compro la edición dominical de El País o el oftalmólogo a quien consulto por una molestia en los ojos.

La pregunta más reciente vino del odontólogo, quien al cabo de media hora de tenerme con la boca abierta, cuando ya había terminado y se quitaba los guantes, me lanzó:

-¿Qué onda con el Presidente de Venezuela? ¿Por fin, qué es lo que tiene? ¿en dónde?

Y yo, con la coartada de un cachete y media lengua dormidos por la anestesia, encogí los hombros y levanté las cejas. Por dentro, me dije:

-El misterio de Las tres torres.

Cortesía del suplemento Día D de 2001.

Encontrar lo que no está

Martes, 20 de septiembre de 2011

Luis Yslas, comentando en Prodavinci la novela de Juan Gabriel Vásquez, El ruido de las cosas al caer.

Todo lector presiente una forma peculiar de soledad al recorrer las últimas páginas de un libro que se resiste a abandonar. ¿Cómo salir de un mundo que, por unas horas o días, fue también suyo? ¿De qué tipo de dolor está compuesto ese desprendimiento? ¿Qué se remueve en su interior? ¿Qué mutaciones se producen? Un lector que se haga estas preguntas debe sospechar que ese libro no lo abandonará del todo, al menos, mientras siga resonando en su propia historia. Y aunque esa sensación de soledad que lo invade se viva de muchos modos, y en repetidas ocasiones, y a pesar de que es posible releer el libro más de una vez, el efecto de la primera separación jamás tendrá el mismo impacto. Eso también forma parte del oficio de lector: aprender a vivir con ese fin del mundo que se repite en cada lectura, interminablemente, como el amor o la muerte.

¿Forma peculiar de soledad? ¿Dolor? ¿Aprender a vivir? ¿Cómo salir? ¿Cómo salir de un mundo que, por unas horas o días, fue también suyo? ¡¿Cómo salir?!

¡Por favor!

Pareciera que Yslas hablara no de pasar la última página de un libro que no queremos terminar sino de los traumas que confronta una persona que pierde trágica e inesperadamente a un familiar querido.

Los poetas mienten demasiado, se quejaba Nietzsche.

Y cada vez que leo reflexiones como la de Yslas pienso en esa frase.

Es el error frecuente que todos los escritores cometemos, empeñándonos en buscar significado incluso donde no lo hay.

Exagerar. Encontrar lo que no está. Complicar lo que es simple. Invertir demasiadas energías explorando aguas llanitas.

Estas son trampas de la literatura que debemos esquivar.

¿Teoría de conspiración?

Viernes, 16 de septiembre de 2011

Circula desde hace tiempo, pero yo me he resistido a creerla.

La teoría es que este medio, disfrazado de medio objetivo, sirve los intereses del gobierno. ¿Y cuál es la diferencia entre un medio objetivo y un medio disfrazado de objetivo?

Los hitjobs. Los medios disfrazados de objetivos informan como los medios objetivos, excepto con ciertas noticias o con el énfasis que se le da a ciertas historias.

Todo lo que ayude a dividir a la oposición, por ejemplo, debe ser enfatizado, así ello implique romper la ley divulgando varias veces grabaciones de conversaciones privadas.

No hay que ser paranoicos. Éste no es el único medio de Internet privado que ha divulgado grabaciones. Además, los periodistas venezolanos son irresponsables. La divulgación y publicación ilegal de grabaciones se puede atribuir a sus bajos estándares periodísticos. Quizá ni saben que divulgar esas grabaciones es ilegal.

No son sólo estas grabaciones. También son los titulares y las fotos, la manera como confunden. Un ejemplo es esta noticia. Viendo sólo la foto y el titular, uno jamás pensaría que el titular es una declaracion del canciller Maduro.


Esto también puede ser un descuido. Abajo, en la leyenda, mencionan a Maduro. El error es sólo la foto. Si hubiesen puesto una foto de Maduro, no hubiese habido confusión.

No es un solo “descuido.” Son muchos. Y muchas veces más graves. ¡¿Qué hace Juan Carlos Caldera allí?!