La isla de la fantasía

Martes, 17 de septiembre de 2013

No es nada nuevo, pero leer Noticias 24 y otros medios me parece una experiencia cada vez más surreal.

Y para explicar la razón permítanme hacer una analogía.

Hace poco un amigo, miembro de un Consejo Comunal, me contó que la jefa de su consejo, una señora de unos sesenta años,  es lesbiana.  Sin embargo, nadie en el CC habla abiertamente sobre la orientación sexual de la jefa.

La novia también es miembro del CC y asiste a todas las reuniones. Pero nadie la trata como la novia o esposa de la jefa, sino como una amiga. Todo el mundo sabe que es la compañera amorosa pero igual la tratan como la amiga. Ante una realidad que ellos consideran incómoda los miembros del CC prefieren asumir como real esta fantasía que todo el mundo sabe que es una fantasía.

Volviendo a la situación de los medios. Fíjense, por ejemplo, en esta entrevista que le hizo Venevisión al ministro de Interior Miguel Rodríguez Torres sobre los planes de magnicidio. Todo el mundo sabe que estas acusaciones son una farsa grotesca. Pero ¿qué puede hacer la entrevistadora para hacerle entender esto al televidente? Tiene que ser muy agresiva y hacer todo lo posible por descubrir la farsa. De lo contrario, si las mentiras no son expuestas con agresividad, el ministro logrará su objetivo: recubrir con una pátina de seriedad señalamientos totalmente absurdos.

Por supuesto, la tendencia natural de la entrevistadora es a comportarse “civilizadamente” y no caerle a tiros al ministro.

Ahora bien, ¿por qué ocurre esto? ¿Fanatismo del centro?

No, no es sólo eso. Por un lado, no podemos olvidar la presión a la que son sometidos muchos de estos medios. Tratar mal a un ministro puede acarrear graves consecuencias.

Por otro lado, el chavismo, desde 1998, ha arrimado exitosamente el límite de lo aceptable. Ya es “normal” que un periodista no reaccione agresivamente cuando un funcionario inventa o miente con descaro.

Y así llegamos adonde estamos. A un mundo donde asumimos como serios planteamientos totalmente absurdos que todo el mundo sabe que son absurdos.

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