El volumen de su legado

Jueves, 7 de marzo de 2013

Incluso antes de su muerte el proceso de santificación ya había comenzado. Pero ahora el proceso se ha acelerado. Entre lágrimas y gestos de amor, decenas de miles de venezolanos han acudido a la Academia Militar en Caracas para verlo por última vez en su féretro. Hugo Chávez parece encaminado a cumplir una de sus principales ambiciones: perpetuarse en la memoria de muchos de sus compatriotas como un gran héroe y prócer nacional.

Antes de evaluar el legado del líder venezolano se debe primero aterrizar en el terreno pedestre de las cifras y plantar al frente de la discusión un dato importante: ningún país en la historia de América Latina ha recibido una bonanza como la que ha recibido Venezuela durante la última década. Alrededor de un billón de dólares han ingresado a las arcas venezolanas gracias a sus exportaciones petroleras, una cantidad exorbitante en un país de 29 millones de habitantes.

Esta bonanza le permitió a Chávez tomar la bandera de la lucha contra la exclusión social y financiar una miríada de programas sociales dirigidos a los pobres a través de lo cuales ganó muchos adeptos. Más importante aún, le permitió darse un lujo vedado a los países no petroleros: seguir un modelo económico cuyo funcionamiento depende de aumentar de la capacidad de consumo de la población a través de masivos incrementos del gasto público (cortesía de la renta petrolera y el endeudamiento) y fugaces repuntes macroeconómicos generados por la manipulación de las políticas monetarias, fiscales, cambiarias y salariales. Este modelo, dependiente del precio del crudo, es irresponsable e insostenible. Pero también, mientras dure, electoralmente efectivo.

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Murió el venerador

Miércoles, 6 de marzo de 2013

Si tuviese que elegir una anécdota de la vida de Chávez que ilumina uno o más aspectos importantes de su personalidad, ¿cuál elegiría?

Una de ellas sería la del Látigo Chávez, un pitcher venezolano del estado Barinas que murió en un trágico accidente después de una breve carrera en la Grandes Ligas.

El Látigo ilustra una aspecto fundamental de Chávez que ya ha sido resaltado por sus biógrafos Alberto Barrera y Cristina Marcano (y luego Enrique Krauze): su veneración de héroes.

En su juventud Chávez idolatró con pasión al Látigo y por años su sueño fue seguir los pasos de su paisano barinense y llegar a las Grandes Ligas. Cuando los sueños de revolución comenzaron a desplazar los sueños de beisbolista, Chávez no simplemente abandonó su compromiso de seguir los pasos de su ídolo. Al contrario: fue a la tumba del Látigo y le pidió perdón. Según su propia versión, después de visitar el cementerio se sintió “liberado.”

Chávez veneraba héroes con un fuego adolescente. La fuerza de su culto a veces alcanzaba extremos de delirio. Tener héroes es muy humano. Todos tenemos héroes a los que admiramos e imitamos. Pero lo que separaba a Chávez de la mayoría era la intensidad de su idolatría y la necesidad de conectar, de distintas maneras, su vida con la de los hombres que admiraba. Esta intensidad y esta necesidad de consustanciarse con sus ídolos era la que lo llevaba a hacerles promesas, rendirles juramentos, buscar filiaciones familiares con ellos y rastrear en cualquier lugar señales que probaran el vínculo casi místico que él creía tener con ellos. Incluso lo llevó, en diversas ocasiones, a coquetear con la idea de la reencarnación. (Chávez una vez le confesó a dos amigos que era la reencarnación de unos de sus máximos héroes, Ezequiel Zamora).

El Látigo no era una excepción. Esta seriedad en su compromiso con sus ídolos definía a Chávez. También lo definía su convencimiento casi místico de que sus héroes eran sus predecesores. Chávez no era un venerador pasivo. El fuerte vínculo que conectaba la vida de sus ídolos con la visión que tenía de su propio destino era inseparable de su culto. Basándose en la historia, Chávez escribió su propia versión distorsionada de la historia. Y esta historia consistía en una sucesión de héroes dotados con una suerte de fuego divino que combaten, a lo largo de los siglos, las mismas fuerzas o enemigos: el colonialismo, la oligarquía, la Iglesia, la burguesía, el imperio. “Todo pasado es presente,” escribió Krauze sobre Chávez. Lo que sus héroes hicieron antes, él tenía que hacer ahora.

De todos los ídolos de Chávez, Bolívar era el más importante. Chávez convirtió al Libertador en el símbolo de su proyecto político. Durante sus catorce años en el poder lo invocó constantemente en sus discursos, bautizando proyectos e iniciativas con su nombre, y recurriendo a él como fuente máxima de inspiración. Es cierto que Chávez también le dio un uso político al nombre del Libertador. Él mismo admitió públicamente que estaba consciente de los réditos electorales que le daba el prócer. Pero eso no significa que su admiración no era genuina.

Muchos excesos de Chávez –incluyendo la exhumación de Bolívar– deben ser vistos a través de este cristal. Chávez miraba el mundo tomando siempre como marco de referencia las vidas y hazañas de sus héroes (hazañas que él con frecuencia idealizaba, malinterpretaba y deformaba). Las numerosas expropiaciones ilegales que ordenó el gobierno, por ejemplo, son más fáciles de entender si uno escucha a Chávez hablar con aprobación sobre cómo Ezequiel Zamora mandaba a quemar los archivos de propiedad y decomisaba ganado y leche para los niños. Uno entiende mejor los problemas de Chávez con la Iglesia cuando uno lo ve leyendo con aprobación cartas o escritos de Bolívar criticando al clero. Uno entiende mejor porqué habló una vez de “liberar a Colombia de la oligarquía” (cita textual) o porqué financió movimientos rebeldes a los largo y ancho del continente. Uno también entiende mejor porqué implicó en la conspiración para matar a Bolívar a la aristocracia colombiana y a Andrew Jackson. Chávez confundía los tiempos de sus héroes con el suyo, o el suyo con el de sus héroes.

Muchas otras cosas definían a Chávez. Pero de esas otras cosas me ocuparé en otra ocasión.

Estados Unidos y América Latina para Efecto Naím

Lunes, 4 de marzo de 2013

Un reportaje que hice para Efecto Naím:

Un par de comentarios.

Desde cierta perspectiva histórica, tienen razón los que dicen que no hay nada malo con que Estados Unidos ignore a la región. Entre el intervencionismo militar y la falta de atención, la segunda es mejor.

Pero esto no tiene porqué ser visto como un asunto binario entre intervencionismo y no intervencionismo. Porque lo cierto es que la falta de atención a América Latina tiene consecuencias reales, a veces trágicas, para muchos países. Ese es el caso de la guerra antidrogas y del disfuncional sistema migratorio. Un hilo conecta la distracción de Washington y los tabúes/pequeños intereses que osifican ciertos debates en el Congreso con las injusticias y tragedias que padecen muchos latinoamericanos, desde el inmigrante deportado a la familia centroamericana que ha perdido a un ser querido por la crisis de narcoviolencia.

Otro punto. Esta pieza está enfocada en la política de EEUU hacia América Latina, pero las políticas de EEUU no son las únicas que están estancadas. Muchos países de América Latina siguen empeñados en mirar hacia el norte para buscar soluciones a sus problemas.

Esto se ve con mucha claridad en las cumbres.

Cuando se habla de la relación con EEUU, el foco siempre está en la lucha antinarcóticos y Cuba. Ambos temas siempre desvían la atención de lo que pueden o no pueden hacer los latinoamericanos hacia lo que hace o deja de hacer Estados Unidos. En el caso de Cuba el embargo y la ausencia del país en la OEA siempre acaparan toda la atención. Y en el caso de la droga el alto consumo de Estados Unidos (a pesar de que el consumo en muchos países de la región está aumentando significativamente).

Esta falta de creatividad es lamentable.

Dos talentos

Lunes, 4 de marzo de 2013

Bob Woodward, el legendario reportero detrás de Watergate, lleva un tiempo haciendo el ridículo con sus artículos de opinión y en sus incursiones como analista.

¿Cómo es posible que este reputado periodista publique a cada rato artículos cuyos argumentos casi inmediatamente son hechos añicos por otros comentadores y analistas?

Jon Chait responde a esta pregunta:

To reconcile Woodward’s journalistic reputation with the weird pettiness of his current role, one has to grasp the distinction between his abilities as a reporter and his abilities as an analyst. Woodward was, and remains, an elite gatherer of facts. But anybody who has seen him commit acts of political commentary on television has witnessed a painful spectacle. As an analyst, Woodward is a particular kind of awful — a Georgetown Wise Man reliably and almost invariably mouthing the conventional wisdom of the Washington Establishment.

Ya he dicho antes que muchos confunden el talento de juntador de datos con el talento de pensar. Hay gente muy buena transformando en hermosas narrativas sofisticadas operaciones de recolección de datos. Pero leer estas narrativas muchas veces no aporta casi nada a nuestra comprensión de una situación o una realidad. A veces, más bien, estos relatos logran lo contrario.

Sin embargo, la elegancia de la prosa, el prestigio del reportero o el innegable esfuerzo que llevó enhebrar estos reportajes, lleva a la gente a sobrestimar las habilidades del reportero como pensador, analista o intérprete de una realidad. Entonces la gente siente una especial obligación a creer lo que dice, como ocurre con Woodward.

Chavismo sin Chávez

Sábado, 2 de marzo de 2012

Alberto Ramos de Goldman Sachs, citado por el WSJ:

Alberto Ramos, an economist at Goldman Sachs, said, “We remain of the view that there could very well be no Chavismo without Chávez—no other senior figure has yet to show the capacity to replicate the president’s charisma and unique connection with voters.”

Tres meses después:

Alberto Ramos, an analyst at Goldman Sachs in New York, does not expect Chavismo to die with Chávez. “Chavismo will probably last generations,” he said. “Chávez’s emotional connection with the people is unique; there is no one else that comes close. Chavismo as an idea, as a political movement, will survive.”

Sólo hay una posible manera de interpretar esta contradicción. En la primera cita Ramos en realidad estaba diciendo….bueno, ahora que lo pienso, en realidad no hay explicación posible.

En todo este debate sobre el chavismo sin Chávez, no hay que olvidar el alcance municipal del chavismo. En las regionales de 2004 la oposición ganó en 85 municipios de los 335. En 2008 ganó en 56. En las presidenciales de 2012 en 48 y en las regionales de 2012 en 29. Es decir, el chavismo ganó en 306 de los 335 el pasado diciembre. Esto no se va a revertir de un día a otro.