Sorpresas de la escasez

Viernes, 21 de febrero de 2012

Como ya dije, un estudio de Datos que me señaló Alfredo Croes revela que los comerciantes no son muy bien vistos en los barrios. Y con “comerciantes,” aclaro por si acaso, la gente simplemente se está refiriendo a los vendedores informales.

¿Por qué la gente tiene una percepción tan mala de los buhoneros si hay muchas personas honestas trabajando en el sector informal?

Fíjense, por ejemplo, lo que está ocurriendo en la famosa redoma de Petare, algo que varias personas me han descrito como “surreal.” Como antes en Sabana Grande, los buhoneros han tomado las aceras con sus tarantines, dejando muy poco espacio para caminar y tapando las alcantarillas con las montañas de basura que producen cada día.

La gente entonces se ve obligada a caminar por la calles esquivando bolsas mugrientas de desperdicio, lagunas pestilentes, y exponiéndose a ser arrollados por una moto o un autobús. Nelson, un petareño con el que llevo días conversando, me dice que los atropellos fatales son comunes.

Pero el espacio no es lo único que empuja a los transeúntes a la calle. También la inseguridad. Porque en medio del tumulto de personas, los campamentos de tarantines y el desorden de la mercancía robar no es tan difícil como parece. Al contrario, en la multitud el delito muchas veces pasa por desapercibido.

Según un funcionario de PoliSucre, el número de robos disminuye cada vez que los buhoneros son desalojados.

Los petareños, además, sospechan que algunos buhoneros están aliados con esos malandros que roban o permiten que operen libremente en su espacio. Nelson me cuenta que un día se tropezó sin querer con una persona y con el bulto tumbó un frasco de pintura de uña. El buhonero le exigió que lo pagara y él se negó, explicándole que era difícil no tumbar lo mercancía con tan poco espacio para caminar. Enseguida lo rodearon un grupo de personas y lo obligaron a pagar el frasco. “Yo pagué por temor a que me metieran una puñalada. A cada rato uno escucha cuentos de hombres que los matan allí, a plena luz del día.”

Para más los buhoneros venden a precios astronómicos, probablemente la razón principal por la cual inspiran resentimiento. Nelson me dice algo que ya había escuchado antes. Los buhoneros se organizan en grupos grandes y pasan el día haciendo viajes a Makro, comprando productos para luego venderlos dos o tres veces más caros que el precio regulado.

¿Por qué entonces la gente les sigue comprando?

“Porque a veces no hay opción,” me dice Nelson. “Tú sabes, la escasez…”

Debates olvidados

Martes, 19 de febrero de 2012

Algo que se me olvidó comentar sobre mi reflexión sobre el alcance limitado de los municipios.

¿Por qué uno jamás escucha una discusión sobre el diseño político territorial del municipio Libertador o Sucre? ¿Por qué uno rara vez escucha a alguien diciendo que Libertador, tal como está diseñado, es prácticamente ingobernable por su tamaño?

Los Consejos Comunales nunca fueron propuestos por el gobierno en este contexto. Son más bien una manera anárquica e improvisada de comenzar a desmontar el andamiaje de las gobernaciones y alcaldías o de quitarle poder a “los caudillitos,” como una vez se refirió Chávez a las autoridades locales y regionales.

La realidad es que uno de los efectos adversos del chavismo es que ha desplazado a los márgenes muchos debates importantes y concentrado la discusión en pocos temas. Discutir el tamaño del municipio Libertador es algo prepóstero si lo que ahora está en juego es el futuro de la descentralización.

La inflación en los barrios

Martes, 19 de febrero de 2012

José Ricardo Thomas hace este comentario en mi Facebook, a raíz de mi anterior nota:

En Petare el dueño de un lugar de buhonera en Baloa paga 6000 BsF a la policía de Sucre y al que le trabaja el puesto entre 1200 a 2000 BsF y el resto es ganancia, la cual la incrementa subiendo los precios de la mercancía escasa. Otro caso interesante es que los camiones de Polar para poder distribuir su mercancía sin ser asaltados pagan 3000 BsF quincenales al Capitán de la Guardia Nacional destacado en el módulo de la zona anteriormente nombrada. ¿Que tal?

Algo que me han dicho a diestra y siniestra es que los pobres en los barrios están pagando mucho más por sus productos que los habitantes de La Lagunita o cualquier otra urbanización de clase alta (lo mismo pasa con el agua). Los buhoneros o vendedores informales no respetan regulaciones de precios y con tanta escasez se aprovechan de la desesperación de la gente. No sólo eso: como ilustra Thomas con su primer ejemplo, los comerciantes también tienen “costos” que los obligan a vender más caro.

No sorprende, pues, que las encuestas digan que pocos gremios son tan mal vistos en los barrios como los comerciantes.

Corrupción como última oportunidad

Lunes, 18 de febrero de 2013

Sorprende como los chanchullos que los más pobres montan en los barrios se parecen mucho a los de los boliburgueses.

Un funcionario de gobierno tiene el poder para asignar un contrato para una obra. Le asigna el contrato a un amigo a cambio de una jugosa comisión, a pesar de que el amigo muchas veces no tiene una empresa real y eso lo obliga subcontratar. La obra se hace mal o no se hace.

Ricos y pobres, las modalidades de los negocios son parecidas. Con una diferencia fundamental que el libro de Katherine Boo sobre la pobreza en la India ilustra con el caso de Mr. Kamble, un señor mayor con un grave problema del corazón que lo hizo perder su trabajo.

Antes de que su salud se deteriorara, Mr. Kamble era un hombre exitoso en el pobrísimo barrio de Annawadi porque tenía algo que casi ninguno de sus vecinos tenía: un trabajo estable. El trabajo consistía en lavar baños públicos y falsificar las hojas de tiempo de sus jefes (los que le consiguieron el trabajo) para que ellos pudieran tomar otros empleos y al mismo tiempo seguir cobrando su sueldo municipal como limpiadores de baño. ¿Qué tiene de envidiable este trabajo? Un sueldo fijo. Ese ingreso hace de Mr. Kamble unos de los hombres más exitosos y respetados del barrio (“a man deemed worthy of titles like ji or mister”).

En fin, a Mr. Kamble le va “bien” hasta que un día colapsa por un problema en su corazón y el departamento de sanidad lo despide. Le dicen que sólo consiguiendo una válvula para su corazón tiene chance de recuperar su trabajo.

Durante meses Mr. Kamble se dedica a mendiguearle a todo el mundo una contribución para la válvula de corazón. Como no logra reunir lo suficiente, decide visitar a Asha, una mujer corrupta y despiadada cuyo buenos contactos con el gobierno local la han convertido en la líder política del barrio.

[Mr Kamble] had learned that Asha was a minor player in a scam involving one of the many anti-poverty schemes the central government in New Delhi enacted in order to bring more citizens into its growth story. The government was lending money at subsidized rates to help poor entrepreneurs start employment-generating business; a local government official and an executive of the state-owned Dena Bank would approve it. Then the official and the bank manager would take a hunk of the loan money. Asha, having befriended the bank manager, was helping him select the Annawadians who would get loans -for her own cut of the loan money, she hoped.

Mr Kamble has decided his imaginary business would be a food stall like the one where he’d been working when his luck changed. If he got a loan of fifty thousand rupees, and from that paid five thousand each to Asha, the bank manager, and the government official, he would be only five thousand rupees short of the heart valve, and go to a loan shark for the rest.

Más que corrupción, esto es supervivencia. Es decir, hay una diferencia fundamental entre Mr. Kamble y los empresarios de Derwick u otros boliburgueses. Para estos la corrupción es una opción. Para aquél es una manera de sobrevivir; una tabla para no ahogarse.

Boo lo explica con mayor claridad:

In the West, and among some in the Indian elite, this word, corruption, had purely negative connotations; it was seen as blocking India’s modern, global ambitions. But for the poor of a country where corruption thieved a great deal of opportunity, corruption was one of the genuine opportunities that remained.

Municipios que no existen

Viernes, 15 de febrero de 2013

Alfredo Croes tuvo la gentileza de señalarme un estudio de Datos sobre los Consejos Comunales. Un dato que salta a la vista es que en los sectores más pobres los CC son mejor vistos que las alcaldías y gobernaciones. En la clase media y alta ocurre al revés.

¿Por qué ocurre esto?

En primer lugar recordemos que si la gente de los sectores pobres dice que los CC son mejores que las alcaldías y gobernaciones esto no quiere decir que piensen que los CC son buenos.

Hago esta aclaración porque muchas alcaldías y gobernaciones tienen un alcance limitado. No llegan a todas partes. Adonde no llegan los alcaldes y gobernadores, los CC llenan un vacío. ¿Lo llenan bien? Quizá no. Pero algo es mejor que nada. Quizá por eso muchos pobres tienen una mejor percepción de los CC que de las alcaldías y gobernaciones. Porque con aquellos al menos tienen contacto.

El padre Alejandro Moreno, quien se ha dedicado como pocos a estudiar la vida en los barrios (y vive en uno desde hace varias décadas), comparte esta hipótesis. Pero lo expresa con una ingeniosa exageración, diciéndome que en Venezuela “el municipio no existe.”

¿Qué quiere decir con esto?

La población del municipio Libertador, por ejemplo, llega a casi 2 millones de habitantes. Esa es la población entera de muchos países.

Helsinki, la capital finlandesa, tiene una población casi cuatro veces menor. La gobierna un alcalde con un consejo municipal de 85 miembros. En contraste, el municipio Sucre tiene 13 concejales. Para Moreno, Sucre y Libertador son demasiado grandes y quizá deberían ser divididos en varios municipios o tener más consejales. Y dice esto dejando a un lado la erosión de los presupuestos de las alcaldías y gobernaciones.

En fin, esa falta de Estado en los barrios explica en gran parte el entusiasmo con que fue recibida la idea de los CC. Cuanto más lejos está una comunidad de los pequeños tentáculos de sus autoridades locales y regionales, más populares son estos consejos.