Los secretos de la valija

Lunes, 2 de agosto de 2010

El 7 agosto de 2007 una agente del aeropuerto Newbery en Buenos Aires detectó en la aduana un maletín con casi 800 mil dólares. El portador del maletín, el empresario venezolano Guido Antonini Wilson, viajaba desde Caracas en un avión privado alquilado por la compañía estatal argentina Enarsa, acompañado de varios ejecutivos de Petróleos de Venezuela (quienes lo invitaron al avión) y un alto funcionario público argentino, Claudio Uberti. El incidente enseguida se filtró a los medios y los gobiernos de Venezuela y Argentina inmediatamente negaron vínculos con el dinero del maletín. Pero el daño ya estaba hecho. Valijagate había estallado y nada ni nadie impediría que, durante los siguientes meses, el escándalo dominara los titulares de los principales diarios argentinos y venezolanos.

En Los secretos de de la valija el periodista argentino Hugo Alconada Mon reconstruye la interesante (y casi hollywodense) historia detrás del maletín con los 800 mil dólares, una historia llena de suspenso y giros inverosímiles que cuenta además con un cast internacional de bellas mujeres, agentes del FBI, presidentes, ministros, narcotraficantes y multimillonarios empresarios. Como otros hitos de la década chavista (el caso de Danilo Anderson, por ejemplo), valijagate es interesante por su trama casi irreal. Pero también porque parece filmada en la entrañas de la revolución. Adentrarse en el caso es como tener acceso a un orificio desde donde uno puede espiar, sin ser visto, la vida privada del chavismo.

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Los Semerucos

Jueves, 29 de julio de 2010

La era de Chávez tiene ya varios hitos siniestros que están bien asentados en la memoria colectiva. Hitos de piedra que el tiempo no va a disolver y que garantizarán que, tarde o temprano, la historia emita una dura sentencia contra el gobierno de Hugo Chávez.

Algunos episodios, sin embargo, se han ido deslizando lentamente hacia el olvido. Todo el mundo sigue hablando del golpe del 11 de abril, la lista Tascón, el caso Anderson, el cierre de RCTV, valijagate, pero ya pocos hablan, por dar un ejemplo, de lo sucedido en Los Semerucos, en el estado Falcón.

En su último libro La indoblegable sociedad venezolana, Eddie Ramírez recuerda en una sección este oscuro episodio. Ramírez relata como el 25 de septiembre de 2003, a la 4:41 de la madrugada, entre 300 y 350 efectivos de la Guardia Nacional y 100 policías tomaron violentamente la urbanización Los Semerucos, uno de los muchos complejos habitacionales construidos por PDVSA para alojar a sus empleados. La razón de la toma era desalojar a trabajadores de PDVSA ilegalmente despedidos por razones políticas, y se efectuó antes de que los tribunales laborales se pronunciaran sobre la legalidad de los despidos:

Entraron…con gritos de guerra como si fueran a atacar a un enemigo, disparando bombas lacrimógenas directamente a las personas y dentro de las viviendas, donde dormían niños, ancianos y trabajadores…dispararon perdigones y repartieron peinillazos a mujeres y hombres. Los insultos a las mujeres, amenazándolas con violarlas y gritándoles “putas” y “nosotros si somos machos” se oyeron por todo el campo…Resultaron 19 personas lesionadas, 36 niños fueron atendidos en las clínicas por asfixia, cuatro de ellos con heridas de consideración…Las escenas captadas por los medios de comunicación..y los videos caseros…constituyen una prueba evidente de lo sucedido.

Ayer leí una nota en El Universal que informa que el primer vicepresidente de la Asamblea Nacional, el diputado chavista Darío Vivas, declaró que el Ejecutivo está preparando una norma para prohibir desalojos de inquilinos.

“Hay que ponerle coto a los desalojos en el ámbito nacional,” declaró. “Porque se tiene que salvaguardar el derecho de los demás.”

Excepto cuando se trata de los derechos de los adversarios políticos, por supuesto.

Más sobre este tema:

El progreso

Martes, 26 de julio de 2010

Casi todas las mañanas me desayuno con un email de alguno de los 22 miembros de The Macuto Collective criticando este blog.

Pueden ser críticas suaves (errores de tipeo u ortográficos, por ejemplo). O pueden ser críticas más ácidas, como la siguiente:

“Tu mierdita de hoy me pareció estéril. ¿Hasta cuándo los regaños a los Nini? ¿No te das cuenta que a nadie interesan?”

Yo también los critico.

Más allá de su estética vulgar, irreverente, exhibicionista, iconoclasta y grotesca; más allá de su obsesión con las hemorroides, el erotismo religioso, los monos, el fracaso, Anton Bruckner y las belly dancers; más allá de todo eso, me parece que sus mierditas a veces son soporíferas.

Sin embargo, no soy del tipo de gente que deja que sus fobias, gustos y enemistades personales coloreen sus juicios artísticos. Cuando veo algo bueno, lo reconozco. Y debo admitir que con frecuencia TMC hace cosas buenas. Como miembro fundador del grupo (luego expulsado por envidia), a veces me hacen sentir orgulloso de haber sido por un tiempo parte del colectivo.

Así me pasó con el REDOMACO “El Progreso,” un reportaje-documental que es a la vez una apología al capitalismo salvaje devorador y una diatriba contra la tradición y el movimiento pro-medio ambiente.

No creo en la religión del progreso (y no sé si ellos de verdad creen o lo hacen para llevar la contraria), pero sí sé que este corto es uno de los mejores de TMC.

Más sobre este tema:

  • Página web oficial de The Macuto Collective. No dejen de ver la comedia religiosa-erótica “Adán y Eva.”
  • Puede hacerse fan de TMC en su página de Facebook.

La neutralidad perniciosa

Lunes, 26 de julio de 2010

Con respecto a las relaciones entre Venezuela y Colombia, ¿cuál fue la noticia más importante de la semana pasada?

Ciertamente, no fue el timing del gobierno de Colombia para presentar las denuncias ante la OEA, lo cual ha generado en Colombia y Venezuela un debate sobre lo que está ocurriendo tras bastidores en la relación entre Santos y Uribe.

Tampoco fue si la decisión de Álvaro Uribe fue o no fue acertada, o si disminuyó las posibilidades de un restablecimiento de las relaciones comerciales.

Ni mucho menos fue la decisión de Venezuela de romper relaciones diplomáticas (¿por tercera vez? ¿cuarta?) con Colombia.

La verdadera noticia fue la combinación de la sustancia misma de las denuncias de los colombianos con la negativa de los demás miembros de la OEA a tomar en serio estas denuncias.

Porque, si los demás países hubiesen tomado en serio las acusaciones de Colombia, ¿no ha debido haber a lo sumo un ligero movimiento para presionar a los venezolanos para que acepten el ingreso de una comisión de verificación? ¿Por qué, si todo es un montaje, el presidente Chávez no acepta el ingreso de la comisión y así desnuda de una vez la maniobra de Colombia? ¿Por qué nadie en la OEA se ha atrevido siquiera a sugerir esta posibilidad? Desde la perspectiva de un tercero, ¿no es acaso la comisión de verificación (sobre todo si se duda de la palabra de Colombia) la manera más fácil y rápida de solucionar esta crisis?

Las reacción de Brasil, España, Republica Dominicana e Insulza (llamando a las dos partes a dialogar) ha sido neutral. Pero en este caso “neutral” sólo puede ser interpretado como una manera elegante de expresar escepticismo hacia las denuncias del gobierno de Uribe, o como una actitud vergonzosamente permisiva hacia Venezuela.

Repito. Las denuncias de los colombianos -así ya sean harto conocidas- son muy serias. Aseguran que un grupo guerrillero, que buscar derrocar violentamente a gobierno democrático, tiene más de 80 campamentos en Venezuela, desde donde planifican actos terroristas dentro de Colombia. Aseguran que las FARC, que secuestra y asesina a civiles, recluta niños y participa en el comercio ilícito de drogas, tiene en territorio venezolano 1500 guerrilleros, entre el 15 y 20 por ciento de sus fuerzas.

Y retan a la comunidad de internacional a probar la veracidad de sus acusaciones enviando una comisión (dando, incluso, coordenadas específicas de los campamentos).

Considerando entonces la seriedad de estas denuncias, ¿cómo es posible que no se haya presionado a Venezuela para que acepte el ingreso de esta comisión? ¿Cómo es posible que varios miembros importantes de la OEA hayan armado una algarabía por el acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia, exigiéndole a Álvaro Uribe garantías de no intervención, y ahora se limiten a pedir que ambas partes se sienten en una mesa a dialogar? ¿Cómo se puede aceptar tan pasivamente la posibilidad de que un grupo de guerrilleros criminales planifique ataques en Colombia desde territorio venezolano?

Para mí esto -la manera como se han desestimado en la OEA las denuncias de Colombia- ha sido la noticia de la semana. Pero medios tan prestigiosos como El País y The Economist difieren. En vez de enfatizar en sus editoriales este punto (con el que estoy seguro que concuerdan), se han dedicado a pedirle a Uribe que ceda espacio a Santos para gobernar.

Como si ello, sin su presión, no fuese a ocurrir.

¿Mar de felicidad?

Viernes, 23 de julio de 2010

Viendo las constantes cadenas de Hugo Chávez, y comprobando una y otra vez que el presidente gobierna el país como si fuese su propia hacienda (expropiando todo lo que le da la gana de expropiar, por ejemplo), a veces uno pierde un poco la perspectiva.

Por eso recomiendo leer esta nota de AP, de la que cito un pequeño extracto:

Desde 2007, Chávez ha nacionalizado y expropiado compañías en sectores que él considera estratégicos, incluyendo la industria petrolera, cementos, telecomunicaciones, electricidad, acero y alimentos. Pero economistas aseguran que estas empresas nacionalizadas no representan un porcentaje significativo de la economía.

Y el balance entre los sectores público y privados permanece casi igual que cuando Chávez asumió el poder porque el sector privado creció más rápido que el público entre 2003 y 2006, cuando la economía crecía a tasas altas.

El año pasado el sector privado representaba el 70 por ciento del PIB…El sector público el 30 por ciento, un margen ligeramente menor al que tenía cuando Chávez fue electo en 1998.