Narcotráfico y geopolítica

Viernes, 11 de mayo de 2012

Quiero comentar varias cosas de la entrevista que le hizo SoiTV a Luis Velásquez Alvaray, pero no he podido por falta de tiempo.

Por ahora lo siguiente:

Es interesante lo difuso que son los límites entre los objetivos políticos y geopolíticos del gobierno de Venezuela y los intereses comerciales de los carteles que operan en el país. A veces los dos parecen coexistir plácidamente, demostrando que no hay necesariamente una contradicción entre ambos. Más aún: en el sentido más perverso del término, funciona como un círculo virtuoso. El narcotráfico facilita ciertos objetivos políticos del gobierno y las políticas del gobierno facilitan el tráfico ilícito de drogas que, a su vez, repotencia los esfuerzos para cumplir los objetivos políticos.

Miren el caso de Hugo Carvajal, quien ha sido señalado como narcotraficante por el Departamento del Tesoro norteamericano.

Velásquez Alvaray cuenta que parte del petróleo que envía Venezuela a China es pagado con armas y otros equipos militares, un porcentaje del cual va a las FARC. ¿Y quién está a cargo de coordinar todo esto? Hugo Carvajal. Es decir, un narcotraficante dirige una labor importante que es parte de la agenda geopolítica del gobierno: asistir la lucha insurgente de las FARC. Y las FARC, por supuesto, participa también en el narcotráfico. Y gracias al control que tienen miembros de las FARC de ciertos cultivos, redes, rutas y territorios, narcotraficantes como Hugo Carvajal probablemente se benefician personalmente de sus contactos con ellos. En el caso específico de la asistencia a las FARC, pareciera haber una especie de simbiosis entre los intereses comerciales del narcotráfico y la agenda geopolítica.

Luego están los gringos. Imposible no recordar este artículo de Bernard-Henri Levy, rememorando su conversación con el comandante de las FARC, Ivan Ríos:

I remember him talking to me as we were walking toward the little country airport where Camilo Gomez, the Colombian president’s high commissioner for peace, was expected to arrive. Ríos used all his dialectical skills to convince me that the culture of coca, the militarization of clandestine labs where it would be refined, the trafficking of cocaine and its massive commercialization in service of the metropolises of the American Empire, was all a form of resistance to oppression, a way for impoverished peasants broken by capitalists to defend themselves, a politically correct response to the deterioration of the terms of exchange between North and South set in place by American corporations.

Y luego agrega:

Rarely in my life have I come up against rationality gone so mad.

Para mí esta reflexión de Bernard-Henri Levy no aplica a gente como Carvajal o Cliver Alcalá, a quienes el enriquecimiento personal debe motivar más que la política y la ideología. Pero sí podría explicar la relación de Chávez con el narcotráfico, relación que incluso deja perplejos a insiders como Velásquez Alvaray y Aponte Aponte.

Update: Un lector que dice haber trabajado en Interiores me informa que ha escuchado en el ministerio esa explicación de Iván Ríos para justificar los vínculos del gobierno y las FARC con el narcotráfico. No hay manera de verificarlo, pero no me sorprendería que fuese verdad.

Peor que un loro

Miércoles, 9 de mayo de 2012

El diputado oficialista Luis Acuña defendiendo el retiro de Venezuela de la CIDH:

Todos los planteamientos que ha estado haciendo la CIDH durante estos últimos diez años atentan contra una Constitución que, en todo caso, supera todos los planteamientos que tiene la CIDH.

Antes los diputados, cuando cacareaban la línea oficial, elaboraban oraciones que, aunque mentirosas, cualquier persona podía entender. Pero ahora ni siquiera hacen eso bien y sueltan galimatías que requieren de un traductor.

El lobby de Insulza

Martes, 8 de mayo de 2012

Christopher Sabatini del Consejo de las Américas es un analista de primera, pero su artículo sobre la amenaza del presidente Chávez de retirarse de la CIDH me dejó queriendo más.

Sabatini se dedica a demostrar porqué la CIDH es un órgano valioso, innovador e independiente, que ha denunciado abusos cometidos por gobiernos de izquierda y derecha, por países poderosos y debiles, punto que nadie niega excepto Chávez y sus socios del ALBA. Pero lo más importante lo dejó para el final:

The larger question is if the other IACHR member states will rally to defend the system should President Chávez fulfill his promise. Any number of current government officials have benefitted and even been saved by past IACHR decisions. Members of Argentine President Cristina Fernández de Kirchner’s government, President Dilma Rousseff of Brazil and President Ollanta Humala of Peru would not enjoy their positions without the IACHR—not to mention the rights their citizens enjoy. Will these leaders finally break their partisan silence on President Chávez to defend a regional legacy that has defined and shaped the modern advances of our hemisphere and saved lives?

Esa pregunta ya fue respondida la semana pasada, en la reunión de Unasur en Cartagena, donde se reunieron ministros de los doce países miembros. Hubiese sido bueno que los ministros se hubiesen limitado a no decir nada sobre la amenaza de Venezuela de retirarse de la CIDH. Pero fue peor. Cuando el canciller venezolano propuso crear una comisión similar bajo el paragua de la CELAC para prescindir de la CIDH, nadie siquiera alzó las cejas.

¿Significa esto que la CIDH es totalmente inútil? No. Yo creo sinceramente que, si un derechista da ahora un golpe de Estado en Honduras y luego amenaza con retirarse de la CIDH, la reacción de Brasil y Argentina y otros países fuese diferente. Venezuela simplemente goza de una suerte de inmunidad de facto para hacer este tipo de gestos, inmunidad que cobija a sus aliados en la región.

Una posible función para el secretario general de la OEA podría ser utilizar su posición de liderazgo para presionar y cabildear para evitar este tipo de doble estándar. Pero Insulza ha preferido un enfoque de nunca hacer nada que pueda enojar a la izquierda populista y autoritaria que lo ha dejado en la penosa situación de estar botando su tiempo haciendo lobby para que esta izquierda radical no haga irrelevante a la OEA.

Petróleo salvador

Lunes, 7 de mayo de 2012

Entre los muchos y difíciles retos que confronta Henrique Capriles si gana la presidencia de Venezuela, está el de lidiar con la grave situación de las empresas estatales, desde PDVSA para abajo.

Un dato muy citado que da una idea de la magnitud del desafío: entre 2007 y 2011 el número de empleados de Sidor prácticamente se duplicó, llegando a casi 10 mil. Pero en esos mismos cuatro años la producción cayó en un 50 por ciento.

Y situaciones similares se dan en otras empresas estatales como Alcasa, Venalum, Bauxilum, Ferrominera y Carbonarca.

Tomemos el caso de Sidor. En teoría, si gana, Capriles tiene dos opciones: reducir la nómina de Sidor o aumentar la producción con ese mismo número de empleados. El problema es que para producir más sin reducir la nómina tiene que de igual modo botar a un poco de gente porque obviamente los que están allí no sirven.

Y, si la decisión es reducir la nómina, se le está dando una herramienta poderosa al adversario político, cuyo mensaje será “les dije que la oposición llegaría al poder para quitar empleo.” Quien haya trabajado en una empresa estatal, sabe que rara vez un empleado público piensa “tienen razón en reducir; esta empresa tiene demasiado personal y ese personal no está produciendo.” Lo más común es que cada empleado racionalice a extremos delirantes porque ellos son necesarios.

¿Qué ventaja tiene Capriles?

Pues que lo más seguro es que en los próximos años los precios del petróleo se mantengan altos, dándole un margen de maniobra para implementar cambios gradualmente e ir extirpando los tumores del Estado venezolano uno por uno, sin que la bestia del descontento social se despierte y tumbe de un manotazo al gobierno.

Pero, con petrodólares y todo, va a ser un reto.

El problema con los detalles de McEwan

Domingo, 6 de mayo de 2012

Boris Muñoz se la pasa persiguiendo y entrevistando escritores, como una especie de paparazzo ilustrado. Y, aunque no siempre coincido con sus opiniones, siempre leo y disfruto sus crónicas.

La última que escribió es sobre una conferencia de Ian McEwan, donde el talentoso novelista británico habla sobre la importancia de los detalles como herramienta para hacer verosimil la ficción (corté alguna partes):

McEwan comenzó citando al sabio Arquímedes de Siracusa…autor de la cuadratura de la parábola y quien estableció…los fundamentos de la hidráulica y los principios de la palanca. “Dadme un lugar donde apoyarme y moveré el mundo”.

A partir de la máxima de Arquímedes, McEwan discurrió sobre los apoyos y las palancas de las que se vale el escritor para construir sus mundos ficticios. Pero ese análisis lo hizo del modo menos previsible y quizás más encantador: describiendo los errores y faltas al realismo que él mismo ha cometido en sus novelas y reflexionando sobre lo que le han enseñado.

Por ejemplo, en un pasaje de la novela The Confort of Strangers, el protagonista se asoma al cielo de una noche de verano en una pequeña ciudad en el sur de Europa y contempla el cinturón de Orión…Años después de publicada…McEwan recibió la carta de una astrónoma que…lo reconvenía porque la situación descrita era astronómicamente imposible: la constelación no se puede divisar en el hemisferio norte en esa época del año…

McEwan piensa que la novela se caracteriza por un cruce constate de la imaginación a la realidad. En otra carta un lector lo increpa porque en un pasaje sobre la II Guerra Mundial de la novela Atonment pone a los soldados británicos a usar una expresión propia del inglés estadounidense y, además, coloca mal el nombre de un tipo particular de cañones usados en aquella época. La reflexión que le despiertan estos regaños es que el éxito o fracaso del realismo y la verosimilitud en una ficción depende en gran medida de la solidez de los detalles.

El problema es que, en su obsesión por los detalles como mecanismo para “apalancar” sus ficciones, McEwan a veces logra el efecto contrario al que busca. Este error es flagrante en su novela Saturday, cuyo protagonista, Henry Perowne, es un exitoso cirujano. Articularía yo la crítica, pero ya lo ha hecho perfectamente James Wood:

Reading McEwan, there are times when one feels that the extreme narrative order — his clean joins and hinges — have been purchased at too high a cost to credibility, and sometimes even to animation and free life. Perowne is convincingly rendered in all his literalism and bland scientific ardor; but McEwan overdoes the extent to which his entire life seems to be saturated by medical language and know-how. Pushkin famously complained that Byron’s conspirators even ordered a drink conspiratorially, and Proust wisely observed the “lack (or seeming lack) of participation by a person’s soul in the virtue of which he or she is the agent.” Proust goes on to say that whenever he has come across, in convents for instance, truly saintly people, they have always had the “cheerful, practical, brusque and unemotioned air of a busy surgeon.” McEwan’s doctor is too completely medical.

With Proustian complexity, Perowne should be more nun-like and less surgical. He watches a drug addict scratching herself and sees “amphetamine-driven formication…. Or an exogenous opioid-induced histamine reaction, common among new users.” He sees that Baxter’s convulsive temper is typical of his disease, and “suggestive of reduced levels of GABA among the appropriate binding sites on striatal neurons.” Perowne’s tendency to supply medical terminology whenever possible violates the delicacy — finely achieved elsewhere in the book — of McEwan’s free indirect style, for if Perowne were thinking to himself, why would he need to remind himself so often of what he already knows anyway?

Siendo McEwan un novelista tan talentoso, este error -un típico caso de no ver el bosque por estar enfocado en las hojas de los árboles- es lamentable. Uno puede imaginarse al diligente y estudioso McEwan sumido durante semanas en libros médicos recolectando información para apalancar sus ficciones. Pero en este proceso olvidó la observación de Proust sobre los conventos, sacrificando la verosimilitud que precisamente buscaba reforzar con la solidez de sus detalles.

El problemas de McEwan no es su admiración por Arquímedes de Siracusa, porque los detalles claro que sirven para apalancar las ficciones. Su problema es que -parafraseando y modificando a Pushkin- olvidó que los cirujanos no piden cervezas en los bares con lenguaje médico.