El lobby de Insulza

Martes, 8 de mayo de 2012

Christopher Sabatini del Consejo de las Américas es un analista de primera, pero su artículo sobre la amenaza del presidente Chávez de retirarse de la CIDH me dejó queriendo más.

Sabatini se dedica a demostrar porqué la CIDH es un órgano valioso, innovador e independiente, que ha denunciado abusos cometidos por gobiernos de izquierda y derecha, por países poderosos y debiles, punto que nadie niega excepto Chávez y sus socios del ALBA. Pero lo más importante lo dejó para el final:

The larger question is if the other IACHR member states will rally to defend the system should President Chávez fulfill his promise. Any number of current government officials have benefitted and even been saved by past IACHR decisions. Members of Argentine President Cristina Fernández de Kirchner’s government, President Dilma Rousseff of Brazil and President Ollanta Humala of Peru would not enjoy their positions without the IACHR—not to mention the rights their citizens enjoy. Will these leaders finally break their partisan silence on President Chávez to defend a regional legacy that has defined and shaped the modern advances of our hemisphere and saved lives?

Esa pregunta ya fue respondida la semana pasada, en la reunión de Unasur en Cartagena, donde se reunieron ministros de los doce países miembros. Hubiese sido bueno que los ministros se hubiesen limitado a no decir nada sobre la amenaza de Venezuela de retirarse de la CIDH. Pero fue peor. Cuando el canciller venezolano propuso crear una comisión similar bajo el paragua de la CELAC para prescindir de la CIDH, nadie siquiera alzó las cejas.

¿Significa esto que la CIDH es totalmente inútil? No. Yo creo sinceramente que, si un derechista da ahora un golpe de Estado en Honduras y luego amenaza con retirarse de la CIDH, la reacción de Brasil y Argentina y otros países fuese diferente. Venezuela simplemente goza de una suerte de inmunidad de facto para hacer este tipo de gestos, inmunidad que cobija a sus aliados en la región.

Una posible función para el secretario general de la OEA podría ser utilizar su posición de liderazgo para presionar y cabildear para evitar este tipo de doble estándar. Pero Insulza ha preferido un enfoque de nunca hacer nada que pueda enojar a la izquierda populista y autoritaria que lo ha dejado en la penosa situación de estar botando su tiempo haciendo lobby para que esta izquierda radical no haga irrelevante a la OEA.

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