Lunes, 7 de mayo de 2012
Entre los muchos y difíciles retos que confronta Henrique Capriles si gana la presidencia de Venezuela, está el de lidiar con la grave situación de las empresas estatales, desde PDVSA para abajo.
Un dato muy citado que da una idea de la magnitud del desafío: entre 2007 y 2011 el número de empleados de Sidor prácticamente se duplicó, llegando a casi 10 mil. Pero en esos mismos cuatro años la producción cayó en un 50 por ciento.
Y situaciones similares se dan en otras empresas estatales como Alcasa, Venalum, Bauxilum, Ferrominera y Carbonarca.
Tomemos el caso de Sidor. En teoría, si gana, Capriles tiene dos opciones: reducir la nómina de Sidor o aumentar la producción con ese mismo número de empleados. El problema es que para producir más sin reducir la nómina tiene que de igual modo botar a un poco de gente porque obviamente los que están allí no sirven.
Y, si la decisión es reducir la nómina, se le está dando una herramienta poderosa al adversario político, cuyo mensaje será “les dije que la oposición llegaría al poder para quitar empleo.” Quien haya trabajado en una empresa estatal, sabe que rara vez un empleado público piensa “tienen razón en reducir; esta empresa tiene demasiado personal y ese personal no está produciendo.” Lo más común es que cada empleado racionalice a extremos delirantes porque ellos son necesarios.
¿Qué ventaja tiene Capriles?
Pues que lo más seguro es que en los próximos años los precios del petróleo se mantengan altos, dándole un margen de maniobra para implementar cambios gradualmente e ir extirpando los tumores del Estado venezolano uno por uno, sin que la bestia del descontento social se despierte y tumbe de un manotazo al gobierno.
Pero, con petrodólares y todo, va a ser un reto.
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