Venezuela y el IDH

Miércoles, 13 de marzo de 2013

Para un reportaje que estoy escribiendo he estado jugando con el Índice de Competitividad Global del WEF. Venezuela no sólo está por debajo del promedio regional en la mayoría de los indicadores. También está al fondo del ALBA.

Lo mismo pasa con muchos otros indicadores como la transparencia del gobierno, la eficiencia del mercado laboral, la carga regulatoria, la innovación,  etc.

Pero hay un indicador, el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, en el que Venezuela sale bien en la comparación regional y que, por supuesto, ha sido citado por los defensores de Chávez en los debates sobre su legado.

¿Cómo se explica esto? La respuesta es obvia: petróleo, petróleo, petróleo. El billón de dólares que ha ingresado a las arcas venezolanas gracias a las exportaciones petroleras se ha traducido en fuertes incrementos en el gasto en salud, educación, etc, que han resultado en avances en el IDH. Así sea extremamente ineficiente, este gasto ha contribuido a mejorar en aspectos importantes la calidad de vida de muchos venezolanos.

Lo trágico es que la mayoría de los beneficiados no ven la correlación entre sus mejoras y la bonanza petrolera. Simplemente piensan que el dinero siempre ha estado ahí y Chávez llegó a repartirlo más equitativamente. Frases como “uno no veía esto antes,” que uno escucha a cada rato en referencia a las ayudas del gobierno, prueban este punto. Para muchos el barril sigue en 8 dólares, como estaba cuando Chávez ascendió al poder. La generosidad del gobierno se transforma entonces en la manera lógica de explicar los cambios para bien.

Por cierto, ¿cómo luce Venezuela al lado de otros petroestados? No tan bien. Varios países como Angola y Kasakhstán han avanzado más en el IDH. Irán y Algeria, lo mismo:

 

La magnitud del doble estándar

Martes, 12 de marzo de 2013

Me he preguntado más de una vez estas preguntas que se hace Jorge Casteñeda:

¿Qué hubiera sucedido en otro país si durante dos años el jefe de Estado en funciones se atendiera médicamente en otra nación, bajo un sigilo completo, que aseguraba que los gobernantes del segundo país supieran más del estado de salud del enfermo que la población, la oposición, los médicos y hasta el Poder Legislativo y Judicial del país propio? ¿Qué pasaría en otro país si las principales decisiones médicas las tomaran no solo galenos extranjeros y en otra nación, sino personas subordinadas por completo al poder político de ese otro país? Una cosa son los jeques y los príncipes del golfo Pérsico que se atienden de sus males cardiacos en la Cleveland Clinic, donde el Gobierno de Estados Unidos sabe obviamente cómo evolucionan, pero donde difícilmente da órdenes a los cardiólogos de lo que deben hacer.

Sólo imaginen que en vez de Chávez hubiese sido, digamos, Augusto Pinochet (y mi interés aquí no es comparar a Pinochet con Chávez). Y que en vez de internarse en Cuba se hubiese internado en un hospital en Washington, manejado por personal subordinado al poder político de la Casa Blanca.

Imaginen la huella que esto hubiese dejado. Durante siglos y siglos líderes políticos e intelectuales de izquierda no hubiesen sido capaces de terminar una conversación sin recordar este incidente varias veces.

Sobre la decision de Copei

Viernes, 8 de marzo de 2013

Bien, esto es más o menos lo que ocurrió.

El TSJ emite otra sentencia que le permite a Maduro asumir el mando del país y competir en las próximas elecciones desde la presidencia.

Por Twitter, Capriles califica la sentencia como “fraudalenta.” La MUD anuncia que no asistirá a la juramentación en señal de protesta -no sólo por la sentencia, también por la intención del gobierno de llevar a cabo la juramentación en la Academia Militar.

Luego el gobierno recula y dice que la juramentación (“por razones de espacio”) se realizará en la Asamblea Nacional. En un conferencia de prensa, Capriles, hablando en nombre de la MUD, se mantiene firme en su posición y reitera que la sentencia es “espuria.”

Copei rompe con la decisión de la MUD y anuncia que asistirá a la juramentación. En Globovisión Pedro Pablo Fernández dice que la oposición está cometiendo el mismo error que cometió en 2005, cuando boicoteó las parlamentarias y entregó espacios importantes al oficialismo.

¿Tiene razón Copei?

En primer lugar, lo dicho por P.P. Fernández es una estupidez. No yendo a la juramentación no se está cediendo ningún espacio. No es lo mismo ausentarse de un acto que no participar en un proceso electoral.

Segundo, ¿qué exactamente están arriesgando Capriles y la MUD con esta decisión? ¿Que el pueblo chavista en duelo vea este gesto como un sacrilegio? ¿Que el oficialismo aproveche este incidente para pìntar a la oposición como unos apátridas capaces de defecar en la memoria de El Comandante?

Francamente, este va a ser el corazón de la campaña del oficialismo haga lo que haga la oposición.

En todo caso, debo admitir que aquí hay espacio para debate.

Donde no veo espacio para debate es en la posición de Copei.

¿Qué exactamente gana Copei rompiendo con la MUD?

Lo único que se me ocurre es que el partido quiere proyectarse como el ala sensata y abierta de la oposición. Y el costo de esta “ganancia” es debilitar a la MUD así como la percepción de que la oposición está unida detrás de Capriles.

Ah -y Copei ganó otra cosa. Que tanto Maduro como Cabello los humillarán en la AN diciendo que, pese a que la MUD no había asistido, algunos diputados opositores sí lo habían hecho obligados por “su consciencia.”

Estados Unidos y América Latina para Efecto Naím

Lunes, 4 de marzo de 2013

Un reportaje que hice para Efecto Naím:

Un par de comentarios.

Desde cierta perspectiva histórica, tienen razón los que dicen que no hay nada malo con que Estados Unidos ignore a la región. Entre el intervencionismo militar y la falta de atención, la segunda es mejor.

Pero esto no tiene porqué ser visto como un asunto binario entre intervencionismo y no intervencionismo. Porque lo cierto es que la falta de atención a América Latina tiene consecuencias reales, a veces trágicas, para muchos países. Ese es el caso de la guerra antidrogas y del disfuncional sistema migratorio. Un hilo conecta la distracción de Washington y los tabúes/pequeños intereses que osifican ciertos debates en el Congreso con las injusticias y tragedias que padecen muchos latinoamericanos, desde el inmigrante deportado a la familia centroamericana que ha perdido a un ser querido por la crisis de narcoviolencia.

Otro punto. Esta pieza está enfocada en la política de EEUU hacia América Latina, pero las políticas de EEUU no son las únicas que están estancadas. Muchos países de América Latina siguen empeñados en mirar hacia el norte para buscar soluciones a sus problemas.

Esto se ve con mucha claridad en las cumbres.

Cuando se habla de la relación con EEUU, el foco siempre está en la lucha antinarcóticos y Cuba. Ambos temas siempre desvían la atención de lo que pueden o no pueden hacer los latinoamericanos hacia lo que hace o deja de hacer Estados Unidos. En el caso de Cuba el embargo y la ausencia del país en la OEA siempre acaparan toda la atención. Y en el caso de la droga el alto consumo de Estados Unidos (a pesar de que el consumo en muchos países de la región está aumentando significativamente).

Esta falta de creatividad es lamentable.

El significado de las etiquetas

Domingo, 24 de febrero de 2012

El título de “El olvido que seremos,” poema atribuido a Borges que dio nombre a la gran novela de Héctor Abad, captura la esencia de los versos: la distancia que hay entre la importancia que de una manera natural e inconsciente todos asignamos a nuestra propia vida y su insignificancia real.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre;
pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

Una de la escenas más poderosas de The Wire me recordó este poema. A Omar Little, uno de los personajes más fascinantes de la serie, lo asesina un niño casi al final de la última temporada. En el momento que lo matan ya el espectador lleva varios años (ficticios) acompañándolo, casi 60 horas de ficción.

En la última escena del episodio un trabajador de la morgue abre la bolsa de su cadáver, ve la etiqueta con el nombre, la cierra y luego abre otra bolsa con otro cadáver de un hombre blanco. En ese momento se da cuenta de que alguien confundió las etiquetas y repara el entuerto cambiando la etiquetas y poniéndolas donde deben ir.

Bien, este es el tipo de momento en el que David Simon, Ed Burns y los otros guionistas de esta espléndida ficción demuestran que son algo más simples documentalistas de la realidad social de Baltimore.

¿Qué quiere asomar Simon con esta escena? El tema de “El olvido que seremos” o esa insignificancia real o ese carácter tristemente efímero que tiene cada vida. Pero ¿por qué no deja entonces las etiquetas en los cuerpos equivocados? Fundamentalmente porque no necesita llegar hasta ese punto. Lo único que necesita hacer es asomar la idea, introducirla en la mente del televidente, decirle esto ha podido pasar. Es decir, dejando las etiquetas en los cuerpos equivocados Simon corría el riesgo innecesario de que se notara el artificio; de que sus objetivos como artista fueran demasiado transparentes, afectando la verosimilitud de la escena.

Segundo punto. Hay algo increíblemente pedestre en este intercambio de etiquetas. Lo que hace el trabajador de la morgue es algo sumamente rutinario o, como diría Borges, “invisible de lo habitual.” Es el tipo de cosas que el trabajador seguramente olvidó a los dos minutos porque no conoce a Omar; el tipo de cosas nos ocurren todos los días y de inmediato se esfuman de nuestra memoria. Y esta acción tan pedestre es lo que hace ver al televidente esta gran verdad sobre la vida.

Parte del poder de la escena proviene de esta hermosa contraposición.