La magnitud del doble estándar

Martes, 12 de marzo de 2013

Me he preguntado más de una vez estas preguntas que se hace Jorge Casteñeda:

¿Qué hubiera sucedido en otro país si durante dos años el jefe de Estado en funciones se atendiera médicamente en otra nación, bajo un sigilo completo, que aseguraba que los gobernantes del segundo país supieran más del estado de salud del enfermo que la población, la oposición, los médicos y hasta el Poder Legislativo y Judicial del país propio? ¿Qué pasaría en otro país si las principales decisiones médicas las tomaran no solo galenos extranjeros y en otra nación, sino personas subordinadas por completo al poder político de ese otro país? Una cosa son los jeques y los príncipes del golfo Pérsico que se atienden de sus males cardiacos en la Cleveland Clinic, donde el Gobierno de Estados Unidos sabe obviamente cómo evolucionan, pero donde difícilmente da órdenes a los cardiólogos de lo que deben hacer.

Sólo imaginen que en vez de Chávez hubiese sido, digamos, Augusto Pinochet (y mi interés aquí no es comparar a Pinochet con Chávez). Y que en vez de internarse en Cuba se hubiese internado en un hospital en Washington, manejado por personal subordinado al poder político de la Casa Blanca.

Imaginen la huella que esto hubiese dejado. Durante siglos y siglos líderes políticos e intelectuales de izquierda no hubiesen sido capaces de terminar una conversación sin recordar este incidente varias veces.

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