Hitcher

Viernes, 23 de marzo de 2012

En una entrevista que publicó ayer Últimas Noticias, el ministro de Ambiente, Alejandro Hitcher, se defendió contra los reportes de contaminación de aguas en varios estados del país. Mostró gráficos de inversión, señaló los avances en la cobertura de agua potable desde 1998, denunció una guerra sucia dirigida por la oposición, criticó a Últimas Noticias por participar en esa campaña, etc, etc.

Pero luego, al final de la entrevista…

¿Las mediciones las están publicando?

Por ley no se pueden publicar. Todos esos datos están en las plantas. Como cualquier ciudadano hace una solicitud y le entregamos los datos cuando quiera. Si disponemos, se los entregamos.

¿Podemos visitar una planta de potabilización?

No. Si Últimas Noticias da señales de qué quiere informar. Pero no en el momento de esta campaña. Los movimientos sociales van a ejercer campañas contra el gobernador y el señor Ecarri. Yo la mando para la planta de tratamiento, estoy seguro que va a buscar la foto como hicieron en el Guarapiche. Pero como llegaron tarde y como no consiguieron, tomaron fotos cerradas. Entonces, ¿cuál es el interés?

¿Conocer el proceso?

Yo le mando las fotos de la planta.

El problema con esto no es sólo la falta de voluntad para divulgar las mediciones. Como lo señala Edgar López en El Nacional, Hitcher está mintiendo sobre lo que dice la Ley de Aguas:

En el artículo 9 se señala: “El Estado promoverá la participación de las organizaciones sociales en la gestión integral de las aguas mediante la difusión de información que involucre al ciudadano y a la ciudadana en los problemas del agua y sus soluciones.” Y en los artículos 42 y 44 se establece el Subsistema de Información de las Aguas que “comprenderá las actividades de recolección, procesamiento, sistematización, almacenamiento y divulgación de datos e información de tipo hidrometeorológico, hidrogeológico, fisiográfico, morfométrico y de calidad de aguas, entre otros, provenientes de los sectores público y privado.”

Marino Alvarado de Provea solicitó la intervención de autoridades internacionales como la Organización Panamericana de la Salud a efectos de que hagan las evaluaciones técnicas y ofrezcan resultados convincentes.

Si el gobierno acepta esta propuesta, y todo lo que dice es verdad, se acaba la controversia sobre el agua. Y no tiene que ser necesariamente la OPS el organismo que haga las evaluaciones. Muchos otros órganos calificados podrían ser aceptados por la oposición.

Pero es ingenuo pensar que el gobierno va a aceptar esta propuesta cuando no está dejando que se informe libremente sobre el tema.

The effects of oil spills

Miércoles, 21 de marzo de 2012

Un ensayo en inglés que está circulando en Twitter sobre los efectos de los derrames petroleros en el agua:

Lo grotesco se vuelve normal

Martes, 20 de marzo de 2012

Un extracto de la carta de “El Gato” Briceño al presidente Chávez:

Apenas transcurrieron 24 horas del inicio del derrame y aún teniendo el chorro de petróleo vertiendo importantes cantidades de hidrocarburos al Guarapiche, altos funcionarios del gobierno me pidieron que abriera las plantas potabilizadoras ya que, según ellos, me garantizaban que el petróleo no llegaría a Maturín. Por supuesto, no acepté tal pedimento por considerar que era temerario. Exactamente, esa noche pasaba el petróleo por el frente de la Planta de San Vicente y el día 7 de Febrero estaba en la Planta del Bajo Guarapiche.

A los 8 días, el Ministro del Ambiente llegó a Maturín y declaró, sin pudor alguno, que “no hubo daño ecológico” y me volvieron a constreñir para que abriera la Planta y dejara que agua visiblemente contaminada, llegara a los hogares del pueblo.

La presión continuaba, así que, 33 días después del derrame, convocamos a las Autoridades Nacionales y Regionales de Salud, Ambiente, Defensoría del Pueblo y Fiscalía Ambiental. Encendimos los motores de la torre de toma. En fracciones de segundos salieron trazas de petróleo en el agua. Los funcionarios presentes quedaron impresionados. Me dieron la razón y, aunque no podían declarar ante la opinión pública, apoyaron la decisión de no abrir la planta hasta tener la garantía de que el agua podía ser tratada sin causar más daños de los que el derrame ya había causado.

Pero la coerción [siguió]…

Quiero insistir en esto. Si Chevron o Exxon hubiesen tratado de presionar o sobornar a una autoridad local para abrir una planta potabilizadora con el objetivo de aplacar el ruido causado por un derrame a la vez desestimando con irresponsabilidad criminal la gravedad de surtir a una ciudad con agua contaminada, no hay periódico importante en el mundo que no lo hubiese puesto en la portada.

Pero algunos prefieren reseñar a Bocaranda.

El gobierno decide volar

Martes, 20 de marzo de 2012

Traten de buscarle una lógica a estos datos.

El consumo por habitante de gasolina en Táchira y Falcón supera los dos litros diarios, 36 por ciento más que el promedio nacional y 60 por ciento más que Caracas.

Y, sin embargo, Distrito Capital y Miranda representan un 59 por ciento del parque automotor del país y Táchira y Falcón aproximadamente un 5 por ciento.

¿Cómo se explica esto?

La respuesta es simple: los colombianos están dispuestos a pagar 1,25 dólares o más por el mismo litro de gasolina que al venezolano le cuesta prácticamente cero. Y, si uno vive cerca de la frontera, el costo de venta es muy bajo. Prácticamente uno puede comprar gasolina y luego vendérsela a la persona de la acera de enfrente a un precio muchísimo más alto.

El gobierno, sin embargo, está haciendo todo lo posible para derrotar a la fuerza de la gravedad, imponiendo todo tipo de restricciones para el contrabando de gasolina en los estados fronterizos.

Llegar hasta marrón

Martes, 20 de enero de 2012

Un reciente informe de la Unicef revela que para los niños de las zonas más pobres de las ciudades en Venezuela es más difícil ir a la escuela que para los niños pobres de ciudades en Tayikistán, Pakistán y Benín, aun con los problemas de pobreza extrema o guerras que padecen estas naciones.

Y, como los buenos periodistas (y novelistas), Laura Helena Castillo decidió buscarse una historia individual que ilustrara este gran problema nacional.

Castillo encontró a Álvaro, un niño de 13 años cuyo sueño es “terminar la escuela hasta marrón” (camisa beige de bachillerato) y estudiar derecho “porque la gente se ve linda vestida de abogado.”

Los obstáculos, sin embargo, son enormes, como lo demuesta Castillo en el reportaje que publicó el domingo en El Nacional:

Cuando sale de su casa debe bajar una pendiente inclinada que es puro barro si cae un aguacero. Llega a un camino de tierra que lo llevará a la parte baja de las escaleras del barrio. Sube entonces 1, 2, 3, 40, 85… 195 escalones de cemento. En el escalón 105 se detiene. Descansa un minuto. Respira. Sonríe.

Sigue subiendo hasta alcanzar la carretera. Pasa por el puesto del señor que vende pescado, por el de los CD piratas, por el del que vende lotería. Tendrá que caminar media hora más (unos 2,5 kilómetros) para llegar a la escuela. Cuando su mamá puede, le da los 3 bolívares que cuesta el transporte público (los choferes de las camionetas no le aceptan pagar pasaje estudiantil). Pero casi nunca mamá puede. Entonces Álvaro anda a paticas rumbo al plantel, sabiendo que, aunque se levante tan temprano, nunca llegará a las 7:00 am en punto. Su maestra Eugenia tiene el reporte de las tardanzas. Sin embargo, es flexible y lo deja entrar…

Álvaro muchas veces no va al colegio porque debe ayudar en el hogar. Le toca turnarse con su hermana Inés Nicol, de 12 años de edad, para cuidar a los dos hermanitos menores.

Mamá trabaja en un puesto de empanadas y no puede atenderlos. Él promete que no faltará por ese motivo, porque su hermana de 16 años de edad, que está embarazada y vive en otra casa, se va a ocupar de atender a los chiquitos. Pero en el reporte de la maestra siguen las marcas de inasistencias: 2 o 3 veces por semana.

Su mamá, Nelly, nunca puede acompañar a los niños en el largo trayecto del colegio a casa. No está tranquila hasta verlos de regreso, por la inseguridad en la zona. Inseguridad que Álvaro no percibe, pues sólo expresa: “Por la casa no hay malandros, pero más arriba sí”.

Más arriba es, precisamente, por donde todos los días pasa él.

Aquí está el resto del reportaje.