Orígenes de la represión

Viernes, 4 de marzo de 2011

Pienso en el arresto de Oswaldo Álvarez Paz por una simple declaración en un programa de TV. O la vez que hizo un llamado a la Fiscal para supervisar Internet por un reporte que no le gustó. O cuando arremetió contra Tal Cual por ese artículo de Laureano Márquez en el que mencionaba a su hija Rosa Inés.

¿Por qué hace eso Chávez? ¿Por un sofisticado método de represión selectiva?

En algunos casos, sí.

En otros casos creo que la explicación es más básica.

Chávez dice que hay que luchar contra las campañas mediáticas de desestabilización. Que ese “veneno” que se transmite en los medios opositores contribuye a una clima de ingobernabilidad, desinformación y violencia que obstaculiza los avances revolucionarios.

Esto, claro, es cuento chino. Con el control que tiene de la FAN, las cortes, el Congreso, la Fiscalía, la Contraloría, el Banco Central y PDVSA, Chávez puede gobernar con mucho más espacio de maniobra que cualquier presidente de cualquier democracia civilizada.

Estas ofensivas de Chávez no son una consecuencia de los imperativos económicos y sociales del país, ni de una necesidad de ampliar su espacio para gobernar más efectivamente.

Estas ofensivas no contribuyen de ninguna manera a resolver estos problemas sociales y económicos, ni tienen mayor efecto (positivo o negativo) en el poder exagerado que tiene ya Chávez para resolverlos.

Estas ofensivas no tienen nada que ver con la resolución de las diferentes crisis del país, ni con una necesidad real o urgente de represión.

Con lo que tienen mucho que ver es con los propios problemas personales de Chávez, con su vanidad, sus inseguridades, sus complejos.

El poder de un buen final

Martes, 1 de marzo de 2011

Nunca me había gustado su estilo retórico. Me parecía ensayado, overwilling, estirado, incluso falso. Viéndola sentía lo que siempre siento cuando alguien, en una entrevista, deja de ver al moderador para hablarle directamente a las cámaras. Su discurso me parecía el equivalente retórico de una mujer con demasiado maquillaje.

Sin embargo, me sumo al coro de voces que la ha felicitado por su intervención hace unos días en la Asamblea Nacional.

Lo genial fue el final. No sólo lo que dijo, sino también el delivery:

Uno y muchos

Domingo, 27 de febrero de 2011

Cientos, sino miles, de víctimas de la brutal represión del régimen libio. Gadafi diciendo en la Plaza Verde de Tripoli que la gente que no lo ama “no merece vivir” y anunciando la distribución de armas de los arsenales estatales para proteger a su gobierno. Reportes divulgados por el Secretario General de la ONU de que tropas libias “han entrado en los hospitales y clínicas para matar a oponentes.” Docenas de videosimágenestestimonios confirmando la brutal represión.

¿Y cómo reacciona el gobierno de Venezuela?

El embajador de Venezuela en Libia dice que en Trípoli todo está tranquilo y que lo reportes de violencia son exageraciones de los medios (a pesar de que Telesur, cuya cobertura de la crisis ha dejado mucho que desear, informa lo contrario).

El canciller Maduro, después de hacer gala de su conocimiento Wikipedia de Libia, señala en la Asamblea Nacional que lo que ocurre en Trípoli es que el imperio busca crear condiciones para intervenir el país y apoderarse de su petróleo.

Menos sutil, el vicepresidente para África del Norte venezolano alaba los logros de la dictadura de Gadafi, declaración, claro está, que jamás hubiese hecho sin la aprobación del presidente.

¿Y Chávez? ¿Cómo reaccionó Chávez ante la violencia en Libia, país donde, gracias a Gadafi, un estadio de fútbol lleva su nombreCon inusual prudencia. Uno bien sabe que su corazoncito está con Gadafi, pero muy habilidosamente mezcla su apoyo a su gobierno con su amistad con otros líderes árabes y el pueblo árabe. Dice que está a favor de la paz, pero al mismo tiempo se abstiene de condenar la represión del gobierno libio.

Hay quienes dicen que Chávez es un frío calculador, que sospesa muy bien cada acción midiendo con suma precisión sus posibles efectos políticos internos y externos.

Otros dicen que Chávez actúa por instinto, dominado siempre por sus emociones, al punto que muchas veces dice y hace cosas que lo afectan considerablemente sin traerle ningún beneficio.

Su reacción a los sucesos de Libia -en la que surgió el Chávez friamente calculador- revela que las dos cosas son ciertas.

Las verdades de Revel

Martes, 22 de febrero de 2011

Jean-François Revel

Hace una semana, en una entrevista con José Vicente Rangel, Hugo Chávez explicó que la corrupción actual en Venezuela es producto de los antivalores del capitalismo.

Señaló también que su administración ha dado “pasos muy importantes en el orden institucional y en el orden político profundo” para combatir este flagelo, como el impulso del Poder Popular.

Difícil leer esta declaración sin pensar en las incisivas observaciones de Jean-François Revel sobre el discurso de los comunistas.

Si algo va bien (los supuestos avances en alfabetización, por ejemplo), el mérito siempre es de la revolución. Si algo va mal (el crimen, la corrupción, etc), la culpa es de los antivalores capitalistas que siguen corrompiendo a la población obstaculizando los avances revolucionarios.

Si las cosas siguen mal después de diez, doce, quince años, la explicación es muy simple: la revolución, a pesar de sus titánicos esfuerzos, no ha podido terminar de liquidar los antivalores capitalistas.

Hugo Chávez, pues, goza de la eternidad para triunfar, beneficio que no recibe sino él. En el caso de los pasados presidentes cinco años son más que suficiente. Y los que aspiran a gobernar no gozan siquiera de un sólo día para probar si pueden o no pueden hacer un mejor trabajo que el actual gobierno. Ellos representan a priori esos antivalores que, con tanto esfuerzo, la revolución está tratando de marginar.

Como dicen los gringos, you can’t lose!

Los sarayas

Martes, 15 de febrero de 2011

Osama Saraya

Un lector me envió un reportaje sobre Egipto publicado en The Washington Post, titulado “Seguidores de Mubarak se reinventan para adaptarse al nuevo Egipto.”

La nota detalla el rápido viraje de Osama Saraya, editor del diario estatal pro-dictadura al-Ahram.

Saraya, al parecer, ya descolgó los cuadros de Mubarak de su oficina (uno está debajo del TV y otros detrás de la cortina), y el domingo escribió en un editorial “Los corruptos en Egipto eran sólo unos cuantos, y su tiempo ya acabó.” También manifestó en ese mismo editorial “su respeto a la juventud” que provocó la caída de Mubarak.

Hace sólo una semana, dice la nota, Saraya denunciaba en su diario el caos causado por esa juventud que ahora, repentinamente, inspira su respeto. En una columna el 28 de enero dijo que las manifestaciones estaban siendo secuestradas por islámicos radicales y gente con nefastos intereses externos. El mes pasado prohibió a un economista escribir sobre Túnez por el temor (en retrospectiva justificado) a las implicaciones que aquella crisis podría tener en Egipto.

Ahora Saraya no encuentra dónde esconder los cuadros de Mubarak.

Leer esta nota me recordó un artículo en Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante. Refiriéndose a alguna de las muchas bajezas y canalladas de Fidel Castro, el gran escritor cubano inserta en una oración un inesperado paréntesis que, por su posicionamiento, por su timing, por la efectividad con que comunica un sentimiento visceral de indignación y repulsión por la podredumbre moral de la dictadura castrista, jamás he olvidado.

En ese paréntesis Cabrera Infante simplemente se pregunta: ¿Cómo se puede ser tan miserable?

No me queda duda de que el día que caiga Hugo Chávez aparecerán muchos sarayas. Ya durante la crisis de abril de 2002 Juan Barreto (que llamó a un amigo y le dijo “cayó el loco”) y José Vicente Rangel (que dio una entrevista a El Nacional marcando distancia con el gobierno) nos regalaron un pequeño anticipo.