Cosas de la desigualdad

Miércoles, 10 de octubre de 2012

Ya han comenzado a pulular las explicaciones sobre porqué Chávez ganó las elecciones.

He examinado ya muchas veces este tema, desde mucho ángulos. Pero ahora simplemente diría que no es una gran hazaña ser popular en un petroestado con un porcentaje significativo de pobreza donde además no hay ninguna clase de controles. Si Capriles hubiese gozado del ventajismo del que gozó Chávez, muy probablemente hubiese ganado.

Pero me gustaría abordar una pregunta más específica. ¿Cómo se explica que mucha gente votara por Chávez considerando la inflación, la escasez, la inseguridad y deterioro general de los servicios públicos?

Esta pregunta tiene muchas respuestas, pero por ahora me gustaría abordar un solo aspecto, el de los servicios públicos.

Para los que viven en paupérrimas condiciones el impacto del deterioro de los servicios públicos está allí, pero es menor que para el que está acostumbrado a gozar de estos servicios. Para una persona de clase media tener que bañarse un día con agua fría o subir las escaleras porque se fue la luz representa un significativo deterioro en su calidad de vida. En cambio para una persona pobre esto ya forma parte de su normalidad.

Esto ayuda a entender el valor que le asignan muchos a una pensión, una lavadora o una vivienda (o la esperanza de recibir una). Estas dádivas impactan la vida de los más pobres de una manera que es difícil imaginar para la clase media, sencillamente porque a la gente con más recursos nunca le han faltado estas cosas.

Equivocación

Miércoles, 10 de octubre de 2012

He criticado a Luis Vicente León como analista, por perogrullo o por mantenerse en sus predicciones y análisis en un terreno ambiguo donde, cualquier cosa que pase, él queda bien.

En esto no estoy sólo -y con razón.

En la campaña mis críticas a León se extendieron a las encuestas de Datanálisis, porque creí ver en sus datos esa misma actitud cómoda de León. Tener un número tan inusualmente alto de indecisos blindaba a Datanálisis de cualquier equivocación.

Sin embargo, como lo reconocí en el momento, en su encuesta final Datanálisis le dio una ventaja a Chávez de diez u once puntos con más o menos el mismo número de indecisos. Independientemente de lo que estuviese diciendo León a los medios (por ejemplo, abriéndose a la posibilidad de un empate técnico), estos fueron los últimos datos formales que publicó la encuestadora, por los cuales hubiese tenido que responder si no ganaba Chávez.

Por el otro lado, Consultores 21 estaba augurando una carrera muy, muy cerrada.

Consultores 21 se peló y yo me pelé confiando tanto en ellos. En el duelo entre las dos encuestadoras, ganó Datanálisis.

Aunque nunca fui triunfalista, no pensé que la ventaja de Chávez sería de diez puntos. Y, con cauteloso optimismo, consideré una posibilidad real que Capriles triunfara.

En fin, no me estoy haciendo el loco. Me equivoqué.

Otra cosa. ¿Por qué no caí en el triunfalismo si decidí que había mayores razones para confiar en Consultores que en otras encuestadoras?

Porque pensaba que incluso con los números de Consultores Chávez tenía el upperhand. Por eso consideré responsable insistir no una, sino varias veces, que si perdíamos no era el fin del mundo, temiendo el bajón que podría causar una derrota.

Además, durante la campaña dediqué cuatro o cinco artículos a examinar desde distintos ángulos el tema del ventajismo y el gasto público, y sabía que el desafío era descomunal.

La promoción del suicidio

Martes, 9 de octubre de 2012

Veo que por ahí andan los agoreros de siempre explotando la comprensible frustración de muchos y, queriendo o sin querer, resucitando los fantasmas de la división y el abstencionismo.

Déjenme dejar algo claro.

Esto es, en primer lugar, un insulto a quienes trabajaron día y noche durante meses levantando una maquinaria para defender el voto. Ellos saben mejor que nadie si hubo o no hubo fraude en el conteo.

En segundo lugar, los cantos de fraude no sólo conducen a una calle ciega, también son una manera de suicidarse. Para mí el camino a seguir está muy, muy claro. Lograr lo mejores resultados posibles en las próximas elecciones para alcaldes y gobernadores.

Y para eso hay movilizar, y no desmotivar, a los seis millones y medio de personas que votaron por Capriles y podrían también votar por las opciones de la unidad.

Desviar las energías hacia otros objetivos que además desmotivan la participación es una afrenta al sentido común.

Ahí vamos, otra vez

Martes, 9 de octubre de 2012

Como dijo Yogi Berra, el juego no se acaba hasta que se termina. O la oposición se reagrupa rápido para dar la próxima batalla o corre el riesgo de ceder los espacios que tanto le ha costado ganar y recuperar, sin los cuales jamás hubiera alcanzado casi seis millones y medio de votos, prácticamente la mitad del país.

No me malinterpreten. Lo del domingo fue un balde de agua fría. Chávez obtuvo una victoria cómoda, mucho más amplia de lo que muchos esperábamos. Le sacó a Capriles una ventaja de más de un millón de votos y ganó incluso en Miranda.

Pero la oposición goza de un apoyo importante que tiene que aprovechar para, a lo sumo, mantener espacios en las estructuras de poder del país. Si se deja sacar de esas estructuras, para el gobierno va a ser mucho más fácil demolerlas e infligir otro duro golpe a la alternativa democrática. Y no les quede duda que esa es la intención.

La masa opositora está ahí; el reto es simplemente sacudirla hasta sacarla del estupor en el que se encuentra para luego movilizarla. Se ha dicho mucho que, después de su estupenda campaña, Capriles está en una posición ideal para asumir el liderazgo opositor y blindar la unidad. Pues bien, ahí tiene su primer reto. Ahora más que nunca necesitamos a nuestro rock star animando a la gente y recorriendo el país para apoyar a los candidatos a alcaldes y gobernadores.

En cierto sentido las elecciones que se avecinan son una bendición, porque a través de ellas la unidad opositora puede canalizar otra vez, hacia un objetivo concreto, el espíritu de lucha y las energías de millones de venezolanos. Y ayuda que en estas elecciones las ambiciones personales de los aspirantes se funden con las ambiciones de la oposición como conjunto.

No hay que olvidar, además, que cualquier análisis superficial de los pasados procesos electorales revela que si Chávez gana en un estado eso no se traduce en victorias de alcaldes y gobernadores oficialistas en ese mismo estado. Carlos Ocariz y Pablo Pérez, por ejemplo, siguen siendo fuertes candidatos en Miranda y Zulia.

Una última reflexión. Muchas veces la desmoralización es consecuencia de proyectar hacia el futuro las actuales circunstancias. Pero la política, como la vida, no es fija sino fluida. Las cosas cambian con mucha facilidad. El presidente fue sumamente irresponsable compitiendo por un período presidencial de seis años cuando padece de un cáncer que parece ser muy grave. A su vez, vienen por ahí unos duros ajustes económicos que van a golpear duro a todos los venezolanos y muy probablemente provocará que muchos se arrepientan del gravísimo error que cometieron el pasado domingo.

La oposición debe estar lista, dispuesta y en perfectas condiciones para seguir ofreciendo a los venezolanos una alternativa.

La diáspora votando

Domingo, 7 de octubre de 2012

Acabo de regresar de votar y lo que vi fue maravilloso, una prueba de que los venezolanos en el exterior no se han olvidado de su país. Al contrario lo llevan en las entrañas como si se hubiesen mudado ayer. Vi a muchos amigos, algunos que llevaba mucho tiempo sin ver. Mucha alegría y voluntad para derrotar a Chávez.

Mi viejo amigo de Berklee, José Ignacio Hinestrosa, me envió desde Nueva York una canción que compuso para estimular el voto. No se la pierdan: