Flotaven

Lunes, 5 de marzo de 2012

Descensos de rango, imposición de subalternos sin formación como jefes, demora en el pago de prestaciones sociales o del dinero acumulado en la caja de ahorros, exclusión del plan de pensiones, jubilaciones prematuras y obligadas en condiciones desfavorables y traslados a Flotaven….estas son algunas de los métodos de acoso psicológico y hostigamiento laboral que se practican regularmente en PDVSA, a veces de una manera lenta y sistemática que busca paulatinamente resquebrajar  la moral del acosado y adscribir su conducta a los intereses perversos del acosador.

Y las víctimas, según un desolador reportaje de El Nacional, son los que no van a marchas del PSUV, no se ponen la franela roja ni asisten a los actos del presidente o los que sencillamente son etiquetados como sospechosos de simpatizar con la oposición. (Según Aporrea, también se aplica a trabajadores “revolucionarios”).

A la esposa del periodista y ex chavista Vladimir Villegas la despidieron hace poco por las críticas de su marido al gobierno, después de años de abuso y hostigamiento.

Otros con más suerte sobreviven en la organización vegetando u ocupando posiciones muy por debajo de su formación académica, recibiendo un salario que no justifica su presencia en la corporación y a veces no teniendo ni siquiera un cúbiculo donde sentarse.

A ese suerte de limbo, o filial invisible, se le apoda Flotaven, un lugar donde los cargos no tienen responsabilidad ni autoridad y donde muchas personas decentes caídas en desgracia por enfermizos caprichos gerenciales soportan duras humillaciones para no sacrificar una jubilación por la cual han trabajado buena parte de su vida.

Este castigo parece en cierto modo peor al que padecieron los 20 mil trabajadores que fueron despedidos de la petrolera por razones políticas a partir de abril de 2002.

No se pierda:

El genio de las comunicaciones

Viernes, 2 de marzo de 2012

Imagínense que un día de fuertes rumores sobre la muerte de Chávez digo que los rumores son “una guerra sucia de la canalla.” Y el día siguiente el presidente aparece muerto.

Luego un periodista me pregunta porqué dije que Chávez estaba vivo y yo responda: “Yo no dije eso. Yo denuncié que circulaban muchos rumores calumniosos, como que Chávez se murió en el hospital cuando en realidad se murió en su casa; como que la carroza funebre era Chevrolet cuando en realidad era Ford; como que su hijos estaban con él en sus últimos minutos cuando en realidad sólo estaba su madre.”

¿Pensarían ustedes que soy un completo idiota?

Pues bien, eso fue lo que hizo Rizarrita en una entrevista con El Nacional.

En defensa de los malos modales

Viernes, 2 de marzo de 2012

Desde hace tiempo sigo las fieras batallas de los miembros más conspicuos de la blogósfera económica anglosajona. Lo hice un tiempo con algo de culpa, debo decir, porque no siendo los temas económicos mi especialidad, sentía a veces que perdía demasiado tiempo sumido en debates que no comprendo del todo y que atomizan mis energías y me desvían de mis principales intereses.

Pero ahora, más que culpa, siento envidia cada vez que reviso estos blogs. Porque el intenso y a veces grosero cruce de ideas, la pasión por el debate y el argumento, la extrema suspicacia y casi irrespeto al concepto de autoridad (o el arrogante encumbramiento de la razón sobre las credenciales), y la subordinación de los participantes a los más elevados estándares del debate racional, representan para mí un modelo a seguir; algo a lo que todos los demás foros, páginas de opinión y blogósferas deberían aspirar.

Hace dos meses The Economist hizo una lista de los beneficios concretos de tener un debate tan dinámico a través de Internet. Pero yo añadiría otro factor no mencionado por la revista: la diversión. Además de aprender sobre economía y somatizar el espíritu inconforme e inconoclasta que rezuma de estas belicosas discusiones, yo me divierto terriblemente con las refriegas casi callejeras de Paul Krugman, Brad DeLong, John Cochrane, Tyler Cowen y muchos otros economistas que, aunque saben mucho de economía, no tienen la más mínima de idea de qué son los buenos modales.

El fetichismo por el centro (caso venezolano)

Jueves, 1 de marzo de 2012

El fetichismo por el centro no es un fenómeno nuevo. Más aún: es una tendencia natural del ser humano tan común como la lealtad tribal. Pero Paul Krugman tiene razón en señalar la prevalencia de este fetichismo en el discurso público en Estados Unidos, sobre todo en el actual contexto electoral:

[Romney’s] strategy is clearly to portray the president as a suspect character, someone who doesn’t share American values. And since Mr. Obama has done and said nothing to justify this portrait, Mr. Romney just invents stuff to make his case.

But won’t there be some blowback? Won’t Mr. Romney pay a price for running a campaign based entirely on falsehoods? He obviously thinks not, and I’m afraid he may be right.

Oh, Mr. Romney will probably be called on some falsehoods. But, if past experience is any guide, most of the news media will feel as though their reporting must be “balanced,” which means that every time they point out that a Republican lied they have to match it with a comparable accusation against a Democrat — even if what the Democrat said was actually true or, at worst, a minor misstatement.

Simpatizo con el profesor Krugman, pero creo que se sorprendería si viera a los extremos a los que llega este fetichismo en algunos círculos cuando se discute el caso venezolano. Hay quienes, por no ser vistos como radicales o por querer ser visto como mentes templadas y racionales, no pueden escuchar una crítica a Chávez sin enseguida señalar errores de la oposición, muchas veces sugiriendo que existe cierta simetría entre la culpa que tiene la alternativa democrática y el gobierno en la crisis actual.

Algunos críticos “equilibrados” de Chávez incluso hablan de los partidos, o cualquier cosa que medio esté contaminada por la miasma puntofijista, con una virulencia que contrasta con la comprensión, apertura de mente y amplitud de espíritu con que se refieren a algunos líderes que hasta hace muy poco apoyaron a Chávez, todo en nombre de la objetividad.

Pero bueno, cada quien con su fetiche.