La caja de la Nada

Martes, 24 de mayo de 2011

Autora: Mirtha Rivero

A finales del año pasado, me encontraba en Oaxaca, al sur de México, en el tope de un cerro pelado. Visitaba las ruinas de lo que fue la ciudad de Monte Albán cuando, cansada, me senté en una de las gradas milenarias. El calor era espeso, a pesar de que era diciembre, y necesité un respiro. Muy cerca de mí, en la misma escalera de piedra, una pareja conversaba animada. Por lo que oí, ella era zapoteca, del Istmo de Tehuantepec; él, un amigo recién llegado de la capital de la república. La muchacha, de unos veintitantos años, tejía y hablaba al mismo tiempo y ritmo que chocaba y enredaba sus agujas con la lana: rapidísimo. Sin perder un hilo, ni de la conversación ni del tejido. Su compañero parece que me leyó el pensamiento, porque preguntó:

-Me puedes decir cómo haces para hablar y tejer a la vez. Yo no podría.

Fue la excusa que la muchacha necesitó para contar una historia que, a su vez, a ella le habían contado:

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Te voy a dar duro

Lunes, 23 de mayo de 2011

Eleazar Díaz Rangel

“Te estoy llamando por cortesía. Porque eres nuestro amigo. Pero el titular del viernes es inaceptable. Te lo advierto: Te voy a dar duro…No puede ser. ¿Qué hiciste? ¿Mandaste a tres periodistas a tres supermercados y en base a eso concluiste que hay escasez de carne en el país? ¿Tu no ves que esos titulares mentirosos generan zozobra? Te voy a duro, te lo digo. No puede ser que permitas que se publiquen esos titulares.”

Eso fue más o menos lo que le dijo por teléfono el vicepresidente, Elías Jaua, al editor de Últimas Noticias, Eleazar Díaz Rangel, enfrente de un grupo 30 personas. Uno de los participantes me lo contó a mí.

El vicepresidente Jaua y el ministro de Alimentación, Carlos Osorio, convocó una reunión a la que asistieron la Confederación Nacional de Ganaderos (Confagan), la Asociación de Frigoríficos y Mataderos, Unicasa, Central Madeirense, Cargill y Polar, entre otros. ¿El motivo? El titular de primera página de Últimas Noticias del viernes 13 de mayo que decía: “Se buscan aceite y carne regulada”

Osorio comenzó la reunión regañando a todo el mundo, amenazando, calumniando, culpando de la escasez a los representantes de las empresas que asistieron a la reunión. “Ustedes están jugando en contra del gobierno. Quieren sabotear al gobierno acaparando y especulando. Si aquí hay más escasez la gente de los cerros va a bajar y ustedes van a ser lo primeros que se van a joder.”

Luego llegó Jaua y amenazó a uno de los empresarios, apuntándolo agresivamente con el índice: “Si sigues acaparando te voy a expropiar y no te voy a pagar nada.”

Alguien le dijo que la culpa era de Últimas Noticias, que exageraba el problema de la escasez. Jaua entonces llamó a Díaz Rangel y habló con él enfrente de todo el mundo.

Esa noche La Hojilla y VTV se ensañaron contra Díaz Rangel, seguramente siguiendo órdenes de Jaua.

Y, si no creen la historia, hay aproximadamente 30 testigos. Uno habló con Nelson Bocaranda. Otro distinto habló conmigo. Y no me extrañaría que los otros estén dispuestos a corroborar la información si no los citan.

Más sobre este tema:

Mañana:

  • Columna de Mirtha Rivero.

Memorias del subsuelo

Viernes, 20 de mayo de 2011

Uno de lo grandes aportes de Dostoyevski a la novela es la complejidad psicológica que introdujo a los personajes ficticios.

En un episiodio famoso de Memorias del subsuelo, el narrador, un paria que se enorgullece de su rebeldía y su condición de outcast, tiene un encuentro en la calle con un oficial de caballería. El narrador sin querer le bloquea el paso al oficial, que tiene una apariencia física muy atractiva e imponente. De un modo casual, no muy agresivo, el oficial lo carga y lo aparta de su camino.

El narrador se siente humillado y en las noches sus fantasías de venganza no lo dejan dormir. Sabe que todos los días el oficial toma la misma ruta a la misma hora y comienza a seguirlo, “admirándolo a la distancia.” Una noche decide caminar en la dirección contraria y en el momento del encuentro no desviarse. Chocar con él si era necesario. Pero ni esa noche ni las dos próximas lo logra. Cada vez que lo intenta se desvía a último momento para no chocar con el oficial. Un día por fin lo logra y el oficial y él rozan hombros. Esa noche se devuelve a su casa alegre, cantando de felicidad y sintiendo que por fin se vengó.

A través de este episodio Dostoyevski nos muestra que el extremo orgullo puede estar muy cerca de la extrema humildad (¿cómo no definir como humildad que el narrador sienta esa felicidad con ese mero roce de hombros?) y que el odio puede estar muy cerca de la admiración (¿no es la admiración que el narrador siente por el oficial el carburante principal de su deseo revanchista?; si el oficial fuese enano, feo y rechoncho, ¿habría el narrador perdido el sueño fraguando planes de venganza?).

Dostoyevski ilumina la inevitable imprecisión e ineficacia de algunas palabras y conceptos. Odio y amor, por ejemplo, son vistos normalmente como antónimos, términos polarizados como “blanco” y “negro.” Pero en la vida real la dinámica entre estos dos conceptos es mucho más compleja.

 

Damaged brand

Miércoles, 18 de mayo de 2011

Keiko y Chávez bailando "El Trencito" en 2000

Cuando la izquierda en un país busca desprestigiar a la candidata de la derecha autoritaria vinculándola con Hugo Chávez, uno sabe que el brand “socialismo del siglo XXI” no está en su mejor momento:


Otros textos:

En latín

Miércoles, 18 de mayo de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Cicerón

Hace unas cuantas semanas, en el penúltimo día que anduve por Caracas, salía de una estación de radio y recogía mis bártulos. Me incliné para tomar el bolso tirado en el piso y, al incorporarme, alguien quiso presentarme a otro alguien. En modo automático extendí la mano, alcé la vista y no hizo falta que completaran la presentación:

-¡Germán Flores, mi profesor de latín! –exclamé reconociendo el rostro que tenía enfrente.

Y mi profesor asintió, saludando cortés a la ex alumna que –estoy segurísima- no recordaba.

Él permanece casi exacto, tal vez un poco relleno de cara y de cuerpo. La línea de la calva intacta, idéntica a como lucía en 1972, cuando lo dejé de ver; sólo los cabellos que la cercan parecen algo más pardos. De resto, no advertí cambios: el saco encima de una camisa manga corta, los mismos lentes cayendo sobre la nariz ancha, y los incisivos superiores igual de separados que años ha, cuando los mostraba a cada rato ante las barrabasadas que decíamos las cuarenta y un mujeres y los cuatro hombres que durante dos años compartimos un salón en Coche.

Germán Flores fue el padrino de mi promoción, como lo había sido de casi todas las promociones de humanidades que habían egresado antes. Era –espero siga siendo- un hombre generoso, amplio, sereno, que además de las ¿cinco? declinaciones del latín me enseñó el mundo que existía más allá del aula de la sección A de Humanidades del Liceo Pedro Emilio Coll. En medio de dativos y acusativos, a él le daba tiempo para hablar de la vida, de los pueblos del mundo, y para hurgar en las razones de las sinrazones. Por él supe de Jan Palach, el estudiante checo que se incineró en Praga en 1969 en protesta por la ocupación soviética; conocí quiénes eran Anwar el-Sadat, Moshé Dayán y me enteré de la existencia de los chocolates blancos. Él me ponía a pensar. A dudar.

Por eso le guardo cariño, y en todos estos años cuando me topo con el nombre de Palach o con el vendedor de verduras que se inmola en Túnez, me acuerdo de él; y al recordarlo, recuerdo también la única frase en latín que me aprendí de memoria: Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?

La frase formaba parte del discurso que, en tiempos de la República Romana, Cicerón pronunció en el Senado al denunciar la conspiración que preparaba Catilina tras perder las elecciones para Cónsul. Era la segunda conjura que encabezaba Catilina contra Roma, y Cicerón latigueó desde su púlpito: ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?

La oración me vino a la mente cuando volví a ver a mi profesor, y era el ritornelo que me bailaba en la cabeza y que siguió bailando, luego de que me despedí y salí a la noche caraqueña. En cuestión de segundos –los necesarios para llegar hasta donde esperaba Juan Carlos y su taxi- pensé en la leche que no había en los anaqueles, en las toallas sanitarias mexicanas que me había pedido una hermana, en los repuestos que no se consiguen, en los cortes de luz, en el servicio espasmódico de la Internet, en los ciento ochenta hoteles ocupados, en el abandono de las carreteras, en las expropiaciones de estacionamientos, en la huelga de hambre de los estudiantes, en la protesta de los enfermeros, en los sesenta homicidios por cada cien mil personas que hay en Venezuela (en México hay quince, con el narco en su apogeo), y en la vida marciana destruida por el Imperio. Todo eso pensé mientras daba unos cuantos pasos, y justo al abrir la puerta del carro solté: Quousque tandem abutere…?

Publicado el pasado domingo en el suplemento Día D de 2001