Bajo la más reciente cuenta oficial la explosión en la refinería Amuay en Paraguaná dejó un saldo de 39 víctimas (incluyendo un niño de diez años) y 86 heridos, superando en mortandad la explosion del gasoducto en Las Tejerías en 1993, donde murieron 36 personas.
No sabemos todavía qué pasó y sería irresponsable ponerse a señalar culpables. Pero también lo sería no iluminar el telón de fondo de esta tragedia.
Dos rápidas observaciones.
1) Desde 2003 a 2011 Primero Justicia ha contabilizado 77 muertes, 267 lesionados y 303 accidentes graves en PDVSA por falta de mantenimiento y fallas en la capacitación del personal. (Aquí una lista de los accidentes).
Sólo en el Centro de Refinación Paraguaná (CRP), conformado por las refinerías de Cardón, Bajo Grande y Amuay, ha habido 79 accidentes graves, con 19 muertos y 67 heridos desde 2003.
Más aún, en su informe anual 2011, la misma PDVSA reconoció que sólo se llevaron a cabo dos mantenimientos de los nueve que estaban pautados (los otros fueron aplazados para 2012).
Claramente, esto no es un evento aislado sino un problema sistémico.
2) El gobierno ha tratado de calmar a la población por la amenaza de problemas de abastecimiento interno de gasolina a raíz de la tragedia. Rafael Ramírez ha asegurado que “el área productiva” de Amuay no fue afectada por la explosión y pidió a la población a que no realice compras nerviosas.
Pero retrocedamos un poco.
Antes de la explosión Venezuela tenía ya un problema de escasez gasolina. Esta situación había forzado al gobierno a importar combustible de Estados Unidos no sólo para consumo interno, también para cumplir con compromisos contractuales.
Según el Departamento de Energía de EEUU, Venezuela importó un millón de barriles de gasolina procesada sólo en diciembre de 2011. Si añadimos a esto las compras de crudos y derivados petroleros el total asciende a 2,21 millones de barriles.
¿Cómo se explica que estemos importando cuando tenemos las reservas de petróleo más grandes del mundo?
La situación se debe a una combinación de factores que van desde la caída de la producción petrolera y el aumento de la demanda (por el incremento en el número vehículos) al creciente y ya masivo contrabando de gasolina a Brasil, Guyana y Colombia.
Otro factor, claro, es el grave deterioro de la capacidad de refinación de Venezuela durante los últimos diez años, producto de la venta de refinerías en el extranjero y de una miríada de accidentes y problemas de mantenimiento en las principales refinerías del país.
De hecho, la política del chip en los estados Zulia y Táchira, que impone un límite a la cantidad de gasolina que cada persona puede comprar cada dos días, puede ser vista simultáneamente como una medida para combatir el contrabando y el inicio de una política de racionamiento.
Todavía no está claro cómo va a impactar la explosión de Amuay esta situación.
El CRP es el segundo centro refinador más grande del mundo. Sólo Amuay tiene una capacidad de refinación de 645 mil barriles por día, una parte importante de la cual, al parecer, está destinada al mercado interno.
Ramírez dice que en dos días reiniciarán operaciones en Amuay.
Ojalá sea así.