Elecciones y gasto

Domingo, 21 de octubre de 2012

Miren esto , de ODH Grupo Consultor:

Cierta volatilidad en el voto oficialista versus el voto opositor, ¿no?

Ahora miren la curva del gasto público:

La primera observación es obvia: hay una correlación entre el gasto y el voto del oficialismo. La victoria del referendo constitucional coincidió con una reducción del gasto público significativa. Luego, en las regionales de 2008 y las legislativas de 2010, el gasto se mantuvo bajo con respecto a su pico en 2006 y las oposición logró preservar y ganar espacios en esos procesos.

La segunda observación es que cuando el futuro de Chávez está en juego el voto oficialista es mayor. Esto debe ser porque Chávez mismo tiene una base de apoyo superior a la del oficialismo y porque el gobierno invierte más recursos para ganar y movilizar el voto cuando la carrera involucra al presidente.

Como se ve en los dos gráficos, en 2012 Chávez aprovechó los altos precios del petróleo y se endeudó para aumentar masivamente el gasto y crear artificialmente un escenario en el que derrotarlo era difícil. Pero tuvo suerte con el timing. Si las elecciones hubiesen sido, decir, a principios del 2010, las condiciones no hubiesen sido tan favorables. La crisis económica mundial hubiese aumentado las probabilidades de un triunfo opositor. No garantizado, porque el desnivel no es sólo en el gasto, pero sí aumentado.

En fin, estos gráficos muestran que el apoyo de Chávez tiene una parte de espuma. El apoyo opositor, por el otro lado, es mucho más sólido. Muestra un sostenido ascenso a pesar de la vicisitudes económicas.

Ahora bien, varios economistas serios están augurando unos serios ajustes económicos y una recesión para el año que viene producto de la manera como se supeditó la economía a las elecciones. Al mismo tiempo, la salud de Chávez es un gran signo de interrogación.  Una coincidencia de factores -poco probable, pero probable- podría transformar el panorama muy rápido y, como ya he dicho, la oposición no debe simplemente ceder terrenos ya ganados y descartar cisnes negros.

Una última cosa. Meses antes de las elecciones me pregunté si la oposición, en términos electorales, no tenía también poderosos vientos a su favor: la inseguridad, la inflación, la escasez, la crisis eléctrica, etc. Pero, viendo los gráficos, está claro que estos factores no guardan una correlación con la votación histórica del oficialismo. Al menos no si se compara con el gasto.

Es decir, el gasto público y el crecimiento que resulta de este gasto son tan poderosos que camuflan o desplazan a los márgenes la desastrosa gestión del gobierno. Más que una ilusión de armonía, esto revela cómo un petroestado puede radicalmente retorcer en el peor sentido del término lo que un país espera y exige de sus gobernantes.

Círculo vicioso del derrotismo

Viernes, 19 de octubre de 2012

Reaccionando a la nota de Petkoff, un lector me pregunta de qué valió todo lo que ganó la oposición desde 2007 a 2012 si de todos modos perdimos las elecciones presidenciales.

Me gusta esta pregunta porque revela que el debate coyuntural sobre la participación y la abstención es al mismo tiempo un debate sobre algo más grande.

Para enfocar en el asunto clave la discusión, asumamos, por un instante, que el único motivo de preservar y ganar espacios era derrotar a Chávez en las presidenciales; que las gestiones de los gobernadores opositores, mejor apreciados que los oficialistas según todos los sondeos, no tienen valor en sí mismas.

Visto así, el lector tiene razón. ¿Para qué tanto esfuerzo y participación si el resultado al final fue una derrota? ¿No hubiese sido mejor no hacer nada si de todos modos se iba a perder?

Quizá, pero hay otra manera de verlo.

Podemos analizar la situación y concluir que no hay nada que hacer porque derrotar al líder autoritario de un petroestado con el precio del barril oscilando los cien dólares es demasiado difícil. O podemos hacer todo lo posible por crear un escenario en el que esa victoria sea una posibilidad. El primer camino lleva a la inacción que, a su vez, reconfirma más que desafía un escenario de derrota. El segundo lleva a la acción y la lucha, y a aumentar las probabilidades de victoria, así estas probabilidades sean bajas.

La diferencia entre escoger el primer o el segundo camino no es meramente una diferencia de coyuntura. Es una diferencia de filosofía de vida; entre los que luchan por una victoria improbable pero posible (y de ese modo aumentan considerablemente las probabilidades de triunfo) y los que simplemente se resignan a la actuales circunstancias y blindan de esa manera su derrota.

Le falta sal

Jueves, 18 de octubre de 2012

Un comentario sobre los ataques virulentos que están recibiendo Capriles y la MUD por no presionar más al CNE antes de las elecciones.

En primer lugar el desacuerdo no es de fondo sino de grado de intensidad. La MUD y el Comando Venezuela presionaron al CNE. Sin embargo, algunos dicen que esta presión ha podido ser mayor.

A esto se suma que la campaña de Capriles (más que la MUD) pensó que denunciar sistemáticamente al CNE podía desestimular el voto.

Uno puede o no puede estar de acuerdo con esto, pero nadie puede negar que, en el peor de los casos, esto fue un error bienintencionado. Capriles pensó que las ganancias concretas de denunciar sistemáticamente al CNE no iban a superar las potenciales efectos negativos que podían tener estas denuncias en los niveles de participación/abstención.

Repito, quizá Capriles ha podido lograr un mejor equilibrio entre sus denuncias al CNE y su esfuerzo por estimular el voto, pero su error no constituye una traición a la patria.

¿Por qué entonces algunos están denunciando a Capriles y la MUD como si hubiesen entregado el país el pasado 7 de octubre?

Sospecho que es una manera que tienen muchos de ventilar su profunda frustración ante la derrota del 7/O. Es como el esposo que llega a la casa frustrado por un problema en el trabajo y le cae a gritos a la esposa porque la comida no tiene suficiente sal.

La mejor opción

Jueves, 18 de octubre de 2012

En Tal Cual hoy, Teodoro Petkoff recuerda qué ha logrado la oposición participando en procesos electorales:

Quebró la mayoría de 2/3 del gobierno en la Asamblea Nacional; derrotó la reforma constitucional; recuperó cinco de las gobernaciones que había perdido en 2004, que se cuentan entre las más importantes del país y ganó la Alcaldía Metropolitana de Caracas. En otras palabras, la oposición comenzó a avanzar.

Se transformó en una opción de lucha. Subió su porcentaje de los votos de 40% a 50%, equiparando su votación con la del gobierno.

Y luego la pregunta clave:

¿En qué situación estaríamos de haber optado por la abstención como política a lo largo de toda la travesía chavista? ¿Es necesario argumentar por qué estaríamos mucho peor que ahora?

Petkoff ha esgrimido mejor que nadie el argumento a favor de la participación. Ni ahora, ni antes del 7/0, he escuchado ideas que representen siquiera un desafío a este argumento. Sólo puras insinuaciones y juegos de palabras de quienes no se atreven a nombrar el destino obvio de sus insinuaciones.

¿Abstencionistas en el clóset?

Miércoles, 17 de octubre de 2012

En su más reciente columna Yon Goicoechea entremezcla dos debates diferentes. Un debate, que a mí me parece natural y sano que algunos promuevan, es sobre el tema del chavismo lite. Es decir, si Capriles acertó con la ley de misiones, desenfatizando la defensa de la democracia, adoptando ciertos matices populistas en su discurso, etc.

En esta discusión Goicoechea se cuenta entre los críticos de Capriles.

El segundo debate es sobre la estrategia general que ha adoptado la oposición desde 2006, que consiste en la participación electoral como imprescindible herramienta para ganar y no ceder espacios en las estructuras de poder del país.

Hasta hace poco Goicoechea apoyaba esta estrategia, pero ahora, al parecer, cambió de opinión. Refiriéndose a la reacción de la oposición a la derrota, Goicoechea dice:

Lo que ha de venir no podrá ser contenido con autoayuda, mucho menos con pasar la página y votar en diciembre. Urge una lucha no violenta.

Y luego:

Nos insultan quienes prefieren que se acabe el país pero que no se acabe la teta, los de siempre. A los presos políticos les piden que sigan presos pero contentos y, a las madres de los muertos les ofrecen el consuelo de que a ellas también las pueden matar, todo es cuestión de llegar tarde a casa. Eso sí, a todos llaman a votar.

Varias veces he explicado con detalle los méritos del argumento a favor de la participación. Y, después del 7/O, pienso que sigue siendo válido porque sencillamente no hay una mejor opción pacífica.

A mí me gustaría que Goicoechea deletreara qué exactamente propone él. ¿A qué se refiere con “urge una lucha no violenta”? ¿Qué quiere decir con eso de no podemos sencillamente  “pasar la página y votar en diciembre”? ¿Está promoviendo la abstención? Y, si es así, ¿por qué no lo dice sin ambages?

Otra posibilidad es que Goicoechea no se haya expresado claramente y piense que la mejor opción es votar en diciembre pero ejerciendo mayor presión para nivelar el terreno electoral; que es posible pujar al CNE y lograr resultados concretos sin desestimular el voto.

Pero, si este es el caso, no entiendo porqué es tan malo llamar a votar.

Lo mismo aplica, por cierto, a los reputados columnistas que andan repitiendo que la “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados.”

Quienes repiten esta frase de Einstein no se atreven a deletrear lo que acarrea la cita en el contexto de la derrota del 7/O.

¿Qué nos quieren decir? ¿Que la oposición se equivocó participando en las regionales de 2008 y 2010? ¿Que eso fue tan demencial como participar en las presidenciales de 2012? ¿Que la oposición acertó retirándose de las parlamentarias en 2005 y que desde entonces no ha hecho más que “hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”?

No, por supuesto que no. Ellos jamás promoverían la abstención. Pero, sin ser explícitos ni directos, eso es lo que están diciendo.