Analizando encuestas

Jueves, 17 de junio de 2010

En la última encuesta de Datanálisis un 48 por ciento de los venezolanos evalúa como Muy-buena/Buena/Regular-hacia-buena la gestión del presidente Chávez. Pero, cuando se preguntan a los venezolanos cómo evalúan la situación del país, un 62,5 por ciento dice Muy-mala/Mala/Regular-hacia-mala y sólo un 36,4 dice Muy-buena/Buena/Regular-hacia-buena.

Es decir, hay un porcentaje de venezolanos que ve mal la situación del país, pero aprueba la gestión de Chávez.

¿Cómo se explica esto? Podrían haber varias explicaciones.

1) La gente piensa que Chávez hace buen gobierno, pero no es fácil arreglar un país tan desastroso como Venezuela.
2) La gente piensa que Chávez tiene buenas intenciones, pero su entorno es incompetente.
3) La gente piensa que Chávez hace buen gobierno, pero el clima y la crisis económica mundial han saboteado su gestión.
4) La gente piensa que Chávez no es muy bueno, pero al menos mejor que la oposición o los gobiernos anteriores.

Sobre el punto 1, hay un número revelador en la encuesta de Datanálisis. Cuando se pregunta quién es el principal responsable de los problemas del país, casi un 40 por ciento dice Chávez. En el segundo lugar, con aproximadamente un 25 por ciento, está La-gente/El-pueblo. Un tercer lugar muy alejado ocupan los gobiernos regionales.

Sobre el punto 2, hay también números reveladores. En el diagnóstico de los diferentes problemas del país, un porcentaje no alto, pero significativo, culpa a los ministros. En la inseguridad el porcentaje alcanza el 16,5 por ciento. En la corrupción el porcentaje es mucho más alto (previsiblemente). Esto de los ministros es viejo, pero igual no deja de sorprender. Cada vez es más incomprensible que la gente no responsabilice a Chávez de ¡nombrar mal a sus ministros!

Lo que dice la encuesta sobre el punto 3 también se debe resaltar. Un porcentaje considerable piensa que la crisis eléctrica se debe a El Niño (32,2), y que la crisis económica se debe a la crisis económica mundial (17,9), a pesar de que otros países han lidiado mejor con la sequía y la crisis.

Sobre el punto 4 hay muchos datos y todos están relacionados al deteriorado brand “oposición,” tema que ya he tocado antes.

¿Quién es el mejor líder de la oposición? 7,6 por ciento dice Capriles. 34,9 dice violentamente “Ninguno.”

Si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, ¿por quién votaría? 28,2 por ciento dice por Chávez; 20,5 dice por la oposición. Es decir: del 62,5 por ciento que dice que la situación está Muy-mala/Mala/Regular-hacia-mala, sólo 20,5 dice que votaría en las presidenciales por la oposición (en las parlamentarias la oposición sí le gana al gobierno).

Las conclusiones son muy simples:

1) Renovar el brand “oposición.”
2) Buscar maneras creativas de convencer a la gente de que a) las cosas pueden mejorar; y b) Chávez es el principal responsable de los problemas que más afectan a los venezolanos (la seguridad, la inflación, el desempleo y la electricidad).

Decirlo es fácil, pero traducir estos dos objetivos en mensajes atractivos es más difícil. Envíenme sus ideas a alejandro.tarre@gmail.com.

La religión del embargo

Martes, 15 de junio de 2010

En un ensayo reciente sobre Cuba publicado en The New York Review of Books, Nik Steinberg y Daniel Wilkinson de Human Rights Watch se plantean varias preguntas importantes: ¿Cómo se explica que Fidel y Raúl Castro, después de cincuenta años en el poder, sigan contando con gente que los apoya y los defiende? ¿Cómo se explica que la comunidad internacional no condene con mayor vehemencia los terribles abusos a los derechos humanos de la dictadura? ¿Qué explica la falta de solidaridad mundial hacia las víctimas de un régimen policial que niega las libertades más fundamentales, incluyendo el acceso a Internet, la libertad de viajar fuera del país o el derecho a expresar opiniones críticas del gobierno? ¿Qué explica la simpatía por un régimen que considera un crimen con pena de cárcel leer un diario como The New York Times o repartir copias de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?

Para responder estas preguntas Steinberg y Wilkinson tienen un argumento interesante. En primer lugar comienzan describiendo la manera como reaccionó la dictadura cubana a un reporte de Human Rights Watch sobre la violaciones a los derechos humanos en la isla. El reporte, cuya elaboración tomó varios años y documenta rigurosamente, y con lujo de detalles, los abusos del régimen, fue declarado “ilegal” por las autoridades cubanas y descrito como parte de una campaña para “socavar” el derecho a la “libre autodeterminación y la igualdad soberana” de Cuba. La reacción, dicen los autores, no fue sorpresiva. Invocar el argumento de la soberanía o el de la agresión externa es lo que normalmente hacen los regímenes autoritarios para justificar sus actos represivos. En la primavera negra de 2003, en la que fueron detenidos (y luego sentenciados a un promedio de 19 años de cárcel) 75 disidentes cubanos, la dictadura acusó a los activistas de haber sido parte de una estrategia de subversión contra Cuba concebida, financiada y dirigida desde el exterior con la activa participación de la Sección Consular de Estados Unidos en La Habana. Es decir: con los arrestos el gobierno cubano dijo estar simplemente defendiendo su soberanía.

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La hija de Afiuni

Jueves, 10 de junio de 2010

Leyendo anoche este reporte del economista Walter Molano, en el que describe muy bien como Chávez está llevando al país al despeñadero, me sentí repentinamente desmoralizado, algo que no me suele ocurrir. Lo que está ocurriendo en Venezuela es irreal. Chávez está rebasando límites que no pensamos nunca que iba a rebasar. Parece decidido a fundirse con su país y suicidarse.

Pero luego, al rato, veo este video de la hija de la jueza Afiuni. Un video que me recuerda que en la vida no hay que preocuparse sino ocuparse, y que en cualquier lucha el que se cansa primero pierde.

No explico de qué se trata el video, ni quién es la jueza Afiuni, porque su valiente y articulada hija hace irrelevante esta labor:

¿Provocando una crisis?

Miércoles, 9 de junio de 2010

“Porque cuando yo agarré el pito aquel en un ‘Aló, Presidente’ y empecé a botar gente [de PDVSA] yo estaba provocando la crisis…cuando nombre a Gastón Parra Luzardo, y aquella nueva junta directiva, estábamos provocando la crisis. Ellos respondieron y se presentó el conflicto. Y aquí estamos, pues.”

Chávez dio estas famosas declaraciones varios meses después del golpe de abril de 2002. Con ellas básicamente dijo que él provocó a la oposición para crear una crisis (el golpe) que luego le permitió afianzar su poder.

¿De verdad Chávez calculó todo?

Yo me inclino a pensar que no. Creo que Chávez, al ver que el golpe terminó beneficiándolo, se inventó esa historia de que él había provocado con sutileza maquiavélica los eventos que lo ayudaron a blindar su poder.

Ciertas o no, sin embargo, estas declaraciones revelan que Chávez piensa que, cuando la situación se complica, crear una crisis es una potencial solución.

Lo cual quizá ilumina su creciente radicalismo en las últimas semanas.

Quizá Chávez busca crear una crisis antes de las elecciones legislativas, algo que no va a lograr con facilidad porque la oposición ya parece inmune a sus provocaciones y tiene la mira puesta en septiembre.

Chávez en Diana

Lunes, 7 de junio de 2010

Busco el control remoto y sintonizo Globovisión. En el televisor aparece Chávez. Está en la fábrica de aceite Diana, rodeado de gente, las cámaras siguiéndolo mientras le dan un tour por las máquinas. Lleva una chaqueta verde militar, abotonada hasta el cuello, que casi cubre completamente la camisa roja que lleva debajo como una sudadera. Es un hombre bajito, macizo, un barrilito. No ha tenido una buena semana, pero se le ve enérgico. Se le nota en la manera como camina, en los gestos, en la locuacidad. Lleva varios días desaparecido, atizando las eternas especulaciones sobre su estado de ánimo (“Parece que a Chávez le dio un bajón; está deprimido; no se levanta de la cama…”). Pero, si estuvo deprimido, esta mañana se levantó de buen ánimo, dispuesto a batallar contra sus adversarios.

El vicepresidente Elías Jaua está al lado de él, casi indistinguible del resto de los asistentes y trabajadores -todos uniformados con camisas y cascos rojos. Chávez saluda a la gente, hace preguntas, comentarios, a veces buscando las cámaras si considera que lo que dice o va a decir es importante. El trabajador que lo guía se detiene en una máquina que le pone las tapas a las botellas ya llenas de aceite. Pero cuando comienza a darle una explicación Chávez lo interrumpe:

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