¿Por qué en Chile y no en Brasil?

Jueves, 18 de agosto de 2011

¿Por qué hay protestas en Chile y no en Brasil o en México? ¿Por qué la Primavera Árabe comenzó en 2010 y no hace dos, cinco o diez años? ¿Por qué las explicaciones de las protestas en el Reino Unido son casi tan numerosas como los manifestantes?

Comencemos con Chile. En los últimos meses decenas de miles de jóvenes han tomado las calles pidiendo mejoras al sistema educativo. Desde la dictadura de Augusto Pinochet, no se veían en Chile manifestaciones tan grandes. El presidente Sebastián Piñera ya batió el récord histórico chileno de baja popularidad.

Lo curioso es que Chile tiene uno de los mejores -o menos malo- sistemas educativos de América Latina. Es cierto que es muy desigual, pero el país ocupa el primer lugar de la región según los tests PISA de la OCDE. Más aún, de los cuatro de diez chilenos que van a la universidad, más del 70 por ciento son los primeros en ir de sus familias.

Chile, además, lleva dos décadas creciendo. Desde 1990 la pobreza ha sido reducida del 45 al 10 por ciento y el ingreso per cápita ha subido de 2 mil a 14 mil dólares.

Los chilenos han avanzado mucho, pero este desarrollo ha venido acompañado de crecientes expectativas. Conforme mejora el ingreso y la educación de los chilenos, también aumentan sus aspiraciones.

Pero ¿por qué entonces no hay protestas en Brasil? ¿No han ascendido a la clase media brasileña más de 35 millones de personas desde 2003, creando también una ola de expectativas? ¿Y no es el sistema educativo de Brasil más desigual e injusto que el de Chile?

En efecto, protestas pidiendo mejoras en el sistema educativo serían más justificadas en Río o Sao Paulo que en Santiago.

Igualmente difícil de explicar son las revueltas en Medio Oriente y el Norte de África.

Las causas de la Primavera Árabe -el desempleo, la corrupción, los sistemas políticos cerrados y, también, la creciente clase media- no son nuevas. Nunca entenderemos porqué las protestas estallaron en diciembre de 2010 en vez de 2009 o incluso diez años antes.

Ni tampoco porqué hubo protestas en algunos países de esta región y no en otros.

Lo cierto es que la ciencias sociales pueden aspirar a replicar el carácter previsible y formal de ciertas ciencias naturales.

Pero sólo aspirar.

De coctel en coctel

Miércoles, 17 de agosto de 2011

Hace un rato escuché a Hugo Chávez interrumpiendo con una llamada telefónica una conferencia de prensa de su ministro de Finanzas, Jorge Giordani.

Como siempre, dijo muchas burradas, delatando, una vez más, que su ignorancia económica es un barril sin fondo.

Pero lo que me causó gracia fue un comentario que hizo sobre Noriega, ex subsecretario de Estado norteamericano para asuntos del hemisferio occidental.

En la visión de Chávez, Noriega -a quién rotuló ex secretario de Estado- forma parte de los círculos de poder de la extrema derecha que de verdad mandan en Washington, por arriba no sólo de Obama, sino de cualquier administración, demócrata o republicana.

“Esta es la voz del imperio,” dijo. “No necesariamente de Obama, pero de los que de verdad mandan.”

Para cualquiera más o menos familiarizado con Washington -y que sepa que Noriega fue marginado de la diplomacia norteamericana por los mismos republicanos (específicamente la administración de George W. Bush)- esta declaración da risa.

Mucho más acertada (y tan divertida) es la descripción de Noriega que hizo hace unos meses Álvaro Vargas Llosa (1.06):

Alerta de qué se dice…

Martes, 16 de agosto de 2011

Carlos Mata Figueroa

¿Qué busca el gobierno de Venezuela desplazando al centro del debate público el papel de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la vida política nacional?

Hay dos cosas ocurriendo simultáneamente.

La primera es una visible paranoia del gobierno que pareciera estar relacionada a la enfermedad de Hugo Chávez o al temor de que el relativo vacío de poder creado por su enfermedad sea aprovechado por militares resabiados en la FANB.

La segunda es un calculado goteo de declaraciones de funcionarios chavistas sugiriendo, a veces de una manera ambigua, a veces de una manera más clara y directa, que la FANB sólo puede ser leal a Hugo Chávez y que no reconocería una victoria electoral de la oposición.

El primer factor, la paranoia, es perfectamente comprensible, pero el timing del segundo factor no es tan fácil de comprender.

¿Por qué ahora? Si la intención es que la FANB desconozca un resultado electoral adverso al gobierno, ¿por qué no esperan el día de las elecciones para dar el golpe? ¿Para qué el temprano aviso? ¿Para desmotivar al votante opositor y tratar de convencerlo de que su voto es inútil? ¿Pero cuál es la necesidad de dar ese mensaje en este momento? ¿Por qué no esperar una fecha más cercana a las elecciones para desmovilizar al electorado opositor?

La torpeza no puede descartarse como explicación, porque el gobierno muchas veces actúa irracionalmente.

Pero otra hipótesis es que el target del mensaje sea la FANB misma. Las declaraciones de desconocer resultados electorales quizá buscan cualquier reacción de militares institucionales para luego marginarlos y sacarlos de posiciones donde pueden ser peligrosos. Es decir: lo que estamos viendo ahora podría ser una estrategia de purga.

Hace pocos días el ministro de Defensa, Carlos Mata Figueroa, acusó sin dar nombres a ex integrantes de la FANB de estar acompañando a la “canalla” que ataca a la institución militar.

Aseguró que los servicios de inteligencia están muy pendientes de todo esto e hizo un llamado a todos los oficiales: “Estemos alertas en todas partes donde estemos, de quién tenemos al lado, de dónde estamos, de qué se dice.”

Obviamente se refería a militares “enemigos” dentro de las Fuerza Armada Nacional.

Caminata

Lunes, 15 de agosto de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Ernesto Sábato

Como las ocho y media de la mañana, bajaba por el parque completamente absorta, desoyendo la música que sonaba a través de los audífonos. Pensaba en una charla que había tenido con mi marido y en cómo transformarla en un artículo. La noche anterior habíamos estado hablando (mejor dicho: él hablaba, yo apenas metía baza), sobre el ensayo La maldad totalitaria del filósofo chileno Fernando Mires que recién había descubierto en prodavinci.com. El ensayo –denso- había copado la sobremesa, y yo, al día siguiente, seguía pensando. Trataba de masticar el texto que hablaba de la maldad, del totalitarismo como maldad y, también, de la banalidad. Mientras me ejercitaba, exprimía la plática.

La maldad no puede existir sin un grupo de malvados, pero sobre todo sin una sociedad banal, entendiendo por banal a la masa de gente que se acomoda a que le digan qué está bien, qué está mal, a dónde ir, qué decidir, qué visión de país tener. La maldad del totalitarismo (aunque suene redundante) precisa de gente sin capacidad crítica o profundidad de pensamiento, requiere de muchedumbres que –sin preguntar- aceptan la realidad como se la pintan desde el poder o desde la ideología. Son sociedades uniformes, sin relieves, sin aristas, sin clases sociales, porque los regímenes totalitarios no resisten la complejidad, sino que fabrican cuatro o cinco respuestas simples y, a partir de ahí, explican, justifican y culpabilizan todo. Y por eso –oía en mi cabeza a mi marido- en sociedades simples puede triunfar la maldad; la maldad totalitaria no cuadra con la vida en democracia, porque vivir en democracia implica la contribución de muchos, y al haber muchos la realidad se hace compleja; el gobierno de una sola persona o una sola ideología es simple per se, no tiene ni acepta complejidades.

Por eso el mal triunfa y el fascismo se impone, porque hay una masa –banal- que adopta (a veces por las malas, es verdad) la superficialidad, que acepta todo lo que viene de arriba. Pero resulta que el totalitarismo precisa disfrazar su simplismo, necesita grandilocuencia, epopeyas, símbolos patrios, gestas gloriosas para esconder su verdadero pensamiento que solo sabe de amigos, enemigos, servilismos y conspiraciones.

En fin… que yo estaba tratando de resolver cómo “metía” toda esa plática en tres mil quinientos caracteres, cuando, de súbito, una mariposa amarilla y negra casi rozó mi cachete. Y me sorprendí, porque, además, se supone que esos insectos tienen radares y deben saber cómo no chocar con la gente desprevenida que camina sudorosa entre los árboles. Pues bien, la mariposa me sacó del berenjenal en que estaba sumida, y no contenta con eso pareció querer acompañarme el trecho que me faltaba por cubrir. Ya había llegado al final del parque y me devolvía, subiendo mi cuesta, y la mariposa subía conmigo. Entonces me olvidé de la maldad, del fascismo y de las sociedades que lo permiten para fijarme en una mariposa empeñada –creí yo- en acompañarme. Era una mariposa hermosa, parecida a las Monarca que en septiembre visitan Monterrey en un largo viaje que las lleva desde la frontera entre Canadá y Estados Unidos hasta los bosques de Michoacán en el centro de México. Y al percatarme de la criatura, acallé mi pensamiento junto con la música que, inútil, sonaba. Decidí, como habría dicho Ernesto Sábato, que camináramos juntas “sin decirnos nada, como cuando se muere alguien que queremos mucho y cuando comprendemos que las palabras son irrisorias o torpemente ineficaces.”

Cortesía del suplemento Día D de 2001.

La gran explicación

Viernes, 12 de febrero de 2011

España, el Reino Unido, Chile, Israel, Medio Oriente y el Norte de África, ¿tienen un denominador común las protestas en todos estos países y regiones? ¿Y están estas protestas conectadas al creciente descontento popular en China?

Samuel Huntington le decía a sus alumnos que en las ciencias sociales uno debía encontrar algo grande qué explicar. Si tratas de explicar algo trivial, ¿a quién le importa? Pero si es algo como la revolución francesa las razones para tratar de explicarla son muy poderosas:

“Si tienes 19 razones que explican la revolución francesa no estás haciendo bien tu trabajo. Si le dices a la gente que el mundo es complicado no estás haciendo tu trabajo como politólogo. La gente ya sabe que el mundo es complicado. Tienes que destilarlo, simplificarlo, darles una idea de cuál es la causa principal, o el par de causas principales, que explican este poderoso fenómeno.”

Aunque no es un mal consejo, se debe tomar con cuidado. Porque hay una pendiente resbaladiza entre observar un fenómeno grande y destilarlo hasta identificar su causa principal, e imaginar una causa principal para luego deformar y manipular una compleja realidad para que encaje con esa causa.

En Choque de Civilizaciones Huntington hizo lo segundo más que lo primero.

Pero, ¿tienen las protestas en Medio Oriente, España, el Reino Unido, Chile e Israel un denominador común?

Nouriel Roubini dice que este denominador común es la creciente desigualdad de ingreso. Otros dicen que el origen de muchas de estas protestas puede ser fiscal.

Si estuviera vivo, creo que Huntington tendría otra explicación.