El atardecer de Lugones

Viernes, 13 de mayo de 2011

Leopoldo Lugones

¿Han escuchado Resistiré de El Duo Dinámico?

La canción es un monumento a la cursilería, un festival de clichés, un pequeño espacio temporal donde los cantautores despliegan virtuosamente su mal gusto.

Y, sin embargo, yo no puedo escuchar esa canción sin que su letra huachafa me conmueva hasta el hueso. No puedo escuchar la canción sin convencerme de que los miembros de El Duo Dinámico son mis amigos y congéneres.

¿Por qué ocurre esto? ¿Y por qué también ocurre con algunas canciones de Héctor Lavoe, cuyas letras, leídas en papel, carecen de artesanía, refinamiento, sutileza y mesura?

J. L. Borges responde:

Las metáforas no deben ser creídas. Lo que es verdaderamente importante es que nosotros pensemos que corresponden a las emociones del escritor. Esto, debo decir, es más que suficiente. Por ejemplo, cuando Lugones describió el atardecer como “un violento pavo real verde, deliriado en oro,” no hay necesidad de considerar el parecido -o la falta de parecido- entre un atardecer y un pavo real verde. Lo que es importante es que nos convenza de que a él lo conmovió ese atardecer, de que él necesitaba esa metáfora para comunicarnos su emoción. A esto es a lo que me refiero cuando hablo de la importancia de la convicción del poeta.

Próximamente:

Viena como Santo Domingo

Martes, 10 de marzo de 2011

Jonathan Franzen

En los personajes ficticios es fácil detectar la sutil dinámica entre dos dimensiones: la particular y la universal. Algunos aspectos de los personajes son universales y casi intercambiables.

Entró a la habitación de su madre, que estaba casi igual a como la dejó el día que se murió. Ya había comenzado a botar algunas cosas, pero la habitación seguía casi igual. No había botado nada importante. No había podido vaciar su clóset, ni regalado su cama, ni su mesa de noche, donde todavía estaban los papeles, recibos, libros, que ella había dejado allí. Regalar todo eso se le hacía difícil. Sabía que su madre ya no iba a volver, pero algo en él se negaba a aceptar esa realidad. Irracionalmente algo en él le impedía botarle esas cosas, como su consciencia le impedía botarle sus cosas a una persona viva.

Esta incapacidad de botar las pertenencias de su madre no necesariamente define al personaje. Si algo, lo universaliza. Cualquiera puede identificarse fácilmente con él. A casi cualquier persona se le puede atribuir esta reacción sin sacrificar sus cualidades particulares.

Otras observaciones están más en el terreno de lo particular:

El cabello de Shinju era típicamente asiático: negro, lacio, largo. En las puntas estaba cortado con precisión, como si el peluquero hubiese utilizado una regla. En su figura sólo una parte desarmonizaba con el todo: el tamaño de sus senos. En otra mujer no hubiesen sido muy grandes, pero en ella, sí. Y sólo recordar esa disonancia, esos senos obscenamente sexuales en esa japonecita tan decentita y pueril, lo excitaba. También lo excitaba recordar sus piececillos, pequeños y delicados como los de una niña, con unas uñas perfectamente recortadas.

La frontera que separa lo particular de lo universal es gaseosa, al punto que a veces es difícil separar ambas dimensiones.

Fijénse, por ejemplo, en esta maravillosa descripción de Santo Domingo en La Fiesta del Chivo:

Está en la esquina de Independencia y Máximo Gómez, esperando entre un racimo de hombres y mujeres para cruzar. Su nariz registra una variedad tan grande de olores como en sinfín de ruidos que martillean sus oídos: el aceite que queman los motores de las guaguas y despiden los tubos de escape, lenguetas humosas que se deshacen o quedan flotando sobre los peatones; olores a grasas y fritura, de un puesto donde chisporrotean dos sartenes y se ofrecen viandas y bebidas, y ese aroma denso, indefinible, a cuerpos transpirando, un aire impregnado de esencias animales, vegetales y humanas que el sol protege, demorando su disolución y evanescencia.

Vargas Llosa nos da claras señales de que está describiendo Santo Domingo. Pero un habitante de Bangkok o del centro de Caracas sabe exactamente de lo que está hablando.

Al mismo tiempo, Vargas Llosa hubiese errado describiendo de esta manera una ciudad como Viena.

Imaginemos, por ejemplo, a un novelista que durante cuatro capítulos hace perceptivas descripiciones de Viena y en el capítulo V decide copiarse de Vargas Llosa y robarse su descripción de Santo Domingo para describir el verano en Viena.

La observación seguiría siendo genial (y seguiría teniendo un maravilloso componente universal), pero su Viena se hubiese desinflado un poco porque Santo Domingo y la capital austríaca no tienen los denominadores comunes que tienen muchas ciudades del tercer mundo. Con tres o cuatro errores más de este tipo, la solidez lograda en los primeros capítulos se hubiese desintegrado.

Para mí este uno de los principales defectos de Freedom, la última y sobrestimada novela de Jonathan Franzen.

Franzen con frecuencia nos inspira admiración con sus agudas observaciones, que le gusta desplegar en el terreno de lo universal. Pero es aquí, también, donde reside su principal defecto como novelista. Uno a cada rato lo ve ceder ante la tentación de describir a Viena como Santo Domingo, sacrificando en el proceso la solidez y coherencia de sus personajes, desinflándolos hasta convertirlos en espacios vaporosos que el autor simplemente utiliza para proyectar su inteligencia.

 

Cardoso, Berlin y Tolstoi

Lunes, 18 de abril de 2011

Fernando Henrique Cardoso

En un artículo sobre la fecha de las primarias publicado el domingo en Tal Cual y Analítica, Alonso Moleiro nos da una muestra de buen criterio.

Moleiro hace merecidas críticas a la MUD:

Queda en el aire la desagradable impresión de que la fecha acordada guarda relación con un acuerdo político entre algunas de sus parcialidades con el objeto de detener el avance de un potencial adversario en la contienda…En lugar de proceder con la dosis de seriedad y de grandeza que todos esperábamos, pensando en el país completo, algunos políticos de la unidad democrática se empeñaron en seguirse comportando como los incorregibles profesionales de la intriga de la historia venezolana reciente, esos que, se supone, queremos dejar atrás para siempre, privilegiando exclusivamente los intereses de sus partidos.

Pero no deja que su indignación distorsione su visión:

Podríamos concederle a quien lo sostenga que el rango sigue siendo relativamente aceptable: la diferencia que pueda existir entre una consulta en diciembre y una en febrero no nos da argumentos suficientes para postular la tesis de suicidarnos en masa.

Y sobre la MUD:

La sola existencia de una instancia como la MUD es un haber que no tiene precio y que es necesario preservar con mucha madurez y criterio ciudadano. En torno a ella, sobre una secuencia de aciertos, se ha ido creando lentamente una especie de marco institucional que rinde tributo a la idea de la unidad nacional, punto de partida fundamental para la reconstrucción de este país….Es importante seguir valorando, pese a todo, el aporte hecho a la causa de la democracia por todos los dirigentes de la Mesa, incluyendo a los protagonistas de este desafortunado episodio.

Algo que yo valoro más que la inteligencia es el buen criterio, que requiere de inteligencia, pero también de un elemento añadido, sumamente difícil de definir.

La Real Academia Española da una definición muy escueta y pobre de “criterio” o lo que yo pienso que significa esta palabra. Mucho más cercano a lo que tengo en mente es la reflexión sobre “criterio político” que le escuché hace seis años a Fernando Henrique Cardoso en la conferencia anual Seymour Martin Lipset. Estas palabras de Cardoso fueron inspiradas en ideas de Isaiah Berlin:

[El criterio político] no sólo implica la capacidad de discernimiento para evadir los riesgos opuestos de idealismo impráctico y realismo poco inspirador, sino también la sabiduría práctica para aprehender el carácter de una situación particular o momento histórico, y aprovechar las oportunidades, o confrontar los desafíos que esta presenta. Es la capacidad de adentrarse en el remolino caótico de la vida y extraer lo importante, reconocer qué encaja con qué, qué brota de qué, y qué conduce a qué. Es un sentido para reconocer lo cualititativo más que lo cuantitativo, un capacidad probada para la síntesis más que el análisis. [Isaiah] Berlin incluso llega a comparar esta habilidad con el talento de grandes novelistas como Proust y Tolstoi, que son capaces de comunicar un sentido de directo conocimiento con la textura de la vida.

Esta idea no sólo llega cerca de definir esa cualidad casi inefable que es el buen criterio. También es una de las más bonitas y agudas reflexiones que he leído sobre el arte de la novela.

La ilusión de inevitabilidad

Lunes, 11 de abril de 2011

(Publicación conjunta con el blog Caracas Chronicles).

Dos items:

Pedro Carmona

1) Hugo Chávez en una reciente entrevista al diario La República de Uruguay:

“Yo he podido no existir. Un día casi yo me ahogué en un río en el llano. Invierno, mucha agua y nos lanzamos unos jóvenes. Y el río me lleva, me lleva y me salva un cadete. Yo ya era cadete. Y otro cadete joven buen nadador, mucho mejor que yo, me alcanza y me agarra por un pie y me jala a la orilla. Si el no viene y me agarra ahí, lo más probable es que yo me ahogo a los 18 años.”

2) Un artículo de Niall Ferguson publicado por Newsweek sobre cómo hacer más divertido el aprendizaje de la historia:

Debemos hacernos preguntas más excitantes.

¿Qué hubiese pasado si Washington hubiese tenido el mismo apetito por el poder imperial de Napoléon?…¿Si Roosevelt no hubiese sido el presidente durante la Segunda Guerra Mundial?

En su respuesta magistral a esta [última] pregunta, The Plot Against America, Philip Roth correctamente sugiere que es el sentido de inevitabilidad -lo que pasó tenía que pasar- lo que hace tan aburrida la historia que nos enseñan en la escuela primaria y secundaria. “Lo que los niños estudian como “Historia” es historia inocente, donde todo lo que fue imprevisible en su momento es contado en la página como inevitable.” Pero en el presente de los eventos históricos -como ahora en Japón y en el mundo Árabe- “el desarrollo de los imprevisto es todo….El terror de lo imprevisto es lo que la ciencia de la historia esconde.”

Hugo Chávez siempre anda exagerando y es probable que la historia del río no sea verdad. Pero lo cierto es que, desde su primera aparición en la historia en 1992, podemos señalar varios momentos que se prestan para formular esas preguntas provocadoras a las que se refiere Ferguson.

¿Qué hubiese pasado en abril 2002, por ejemplo, si Pedro Carmona no decide disolver los poderes y, en vez de marginar a Vásquez Velasco, lo nombra ministro de Defensa del gobierno de transición? ¿Cuánto cambió la historia del país esa simple decisión de Carmona que muchos le aconsejaron no tomar y que ha podido fácilmente no tomar? ¿Cómo estaríamos celebrando hoy el aniversario del 11 de abril?

Roth y Ferguson tienen razón. La historia que aprendemos en la niñez y en la adolescencia es una fabricación más o menos racional y coherente que empobrece y reduce a una secuencia previsible lo que en la realidad cruda y dura fue una caótica y arbitraria mezcla de planes y azares, intrigas, hechos fortuitos, coincidencias, intereses múltiples que chocan unos con otros provocando cambios, trastornos, avances y retrocesos mucho más cautivadores que la ilusión de inevitabilidad que transpira de los textos escolares.

Más sobre este tema:

  • Reseña de El silencio y el escorpión, un libro sobre los sucesos de abril de 2002.

Mentiras verdaderas

Miércoles, 6 de abril de 2011

El caso Rosenberg en Guatemala, relatado con lujo de detalles en un reportaje publicado recientemente por The New Yorker, es una invitación a reconsiderar la compleja relación entre realidad y ficción.

¿Qué pasa cuando la realidad se asemeja a una pésima novela, llena de enrevesadas conspiraciones, giros improbables y melodramáticas motivaciones? ¿Qué pasa cuando una historia real parece escrita por un guionista novato que, sin el más mínimo tacto artístico, le da rienda suelta a su imaginación sacrificando en el proceso los más elementales estándares de coherencia y verosimilitud? ¿Qué pasa cuando la realidad de un país se parece al cine más pobre y escapista de Hollywood?

Muchos dicen que, con los blockbusters hollywoodenses, la gente simplemente busca escapar la realidad, sumirse en un mundo de fantasía que los divierta y los saque por dos horas de la gris monotonía de sus vidas. El hombre va al cine para divertirse y olvidarse de sus problemas, no para recordarlos y revivirlos.

Pero en Guatemala estas historias exageradas y poco creíbles parecen ser la realidad.

Si no me cree, lea usted mismo el reportaje de Grann.

Tribuna:

  • Último ensayo sobre la lucha antidrogas, La eterna derrota. Para escuchar una opinión opuesta vea la entrevista que le hizo Andrés Oppenheimer al ex presidente de Colombia, Álvaro Uribe.