Mirando el horizonte

Lunes, 12 de agosto de 2013

Javier Corrales dice dos cosas interesantes.

La primera la he repetido muchas veces, pero me ha venido otra vez la mente con las elecciones municipales.

Ante el difícil panorama que confronta la oposición ahora, no cabe duda que participar en las elecciones municipales es mejor que abstenerse. Por razones que he explicado detalladamente y siguen siendo válidas, incluso después del 14 de abril.

Alguna gente se pregunta si las pasadas elecciones no demostraron la inutilidad de votar. Pero ¿cuál era la alternativa? ¿Estuviésemos hoy mejor si nadie hubiese salido a votar?

Para mí es legítimo el debate sobre si Capriles ha debido o no cancelar la protesta después de las elecciones. Pero no hay duda que la abstención jamás hubiese debilitado a Maduro como lo hizo el voto. Quizá hoy el panorama no luce muy brillante pero luciría mucho menos brillante si la oposición no hubiese participado el 14.

Ahora bien, los argumentos a favor de participar son relativamente sofisticados, no fáciles de asimilar y digerir, sobre todo en un colectivo cuyo juicio puede ser a veces nublado por una comprensible rabia, frustración e indignación producto de los abusos del gobierno.

Sin embargo, el consenso en torno a la participación sigue intacto, incluso después del 14 de abril. No sólo eso: a pesar de la falta de incentivos para mantener la unidad, la oposición sigue unida, con sorpresivamente pocas excepciones.

Como dice Corrales, la oposición ha sido inusualmente sabia. Y aquí la clave es comparar la oposición venezolana con la oposición de otros países, bajos circunstancias similares, donde la fragmentación y la abstención no son la excepción, sino la regla.

Otra cosa interesante que dice Corrales es que la oposición ya debe dejar atrás el tema del fraude del 14 de abril. ¿Por qué? Porque con eso sólo logra unir al chavismo.

¿Tiene razón?

Las probabilidades de triunfo de la oposición en este frente son tan bajas que el efecto unificador en las filas chavista es mínimo. Para mí una razón más poderosa para pasar la página y concentrar energías en las municipales es que la campaña para deslegitimar a Maduro internacionalmente -un foco importante de la estrategia de denuncia de la oposición- no ha sido exitosa. Más bien, con cada presidente que rechaza a Capriles, la imagen de Maduro se fortalece. ¿Para qué entonces continuar con los viajes?

Pero Corrales tiene razón en resaltar la importancia de la percepción  de Maduro dentro del chavismo. Para Nicolás no hay nada más peligroso que perder legitimidad internamente, quizá más peligroso que gobernar sin el apoyo de la mayoría.

La estrategia de mensaje de la oposición no debe olvidar que el chavismo organizado debe ser un target importante.

El reto de mantener la unidad

Martes, 6 de agosto de 2013

Así que Antonio Ecarri decidió lanzarse por su cuenta en el municipio Libertador, rompiendo con la MUD.

En el discurso de hoy dijo que la unidad opositora era “chucuta” y que la MUD tenía “verrugas.”

¿Me sorprende esto?

En realidad, no. A diferencia de Luis Vicente León, que le resta importancia al asunto, a mí esto me parece serio. Decisiones como las de Ecarri pueden tener un efecto dominó y ya sabemos que por este tipo de divisiones la oposición ha perdido importantes alcaldías y gobernaciones.

Pero la decisión de Ecarri no me sorprende porque algunas fuerzas que mantenían unida a la MUD se han disipado. Tener en el horizonte cercano una potencial salida a la pesadilla chavista ayudaba a mantener la unión. El 7 de octubre, y luego el 14 de abril, alimentaron las esperanzas de una salida. Pero ahora  la sensación en Venezuela, correcta o no, parece ser que el fin no está cerca. Y, si la posibilidad de un cambio no está en el horizonte, el incentivo para permanecer unidos es menor. Si unidos o no Maduro va a estar allí al menos seis años más, ¿es tan importante mantener la unidad?

A esto se suman otros dos factores. Primero, tener en el poder a una gavilla de gángsters dispuestos a comprar a medio mundo para fracturar la unidad. Y, sin una salida cerca, la tentación de acomodarse con el gobierno ahora es mayor, sobre todo en un país donde la crisis económica afecta a todos menos a los enchufados.

Por supuesto, esta visión es tan derrotista como cortoplacista. Ceder ahora, que la oposición -según algunas encuestas que me han llegado- tiene una clara mayoría en el país, le abre el paso al gobierno para seguir cerrando espacios que blindan aún más su poder y podrían alargar la fecha de un cambio.

Corrección. Fernando Nava Bravo corrige mi último post sobre la clase media y la obesidad: “Una persona de clase media alta tiene más dinero para comprar frutas y verduras, y más tiempo para cocinar o hacer ejercicio, mientras que una persona con dos trabajos tiene menos tiempo de cocinar, y menos dinero.”

No tengo razón para dudar de Fernando, un lector informado e inteligente. Pero ese error no cambia mi argumento de fondo.

Revolución hollywoodense

Miércoles, 31 de julio de 2013

El ministro de Interiores de turno denunció un nuevo plan de magnicidio. Y entre los autores intelectuales están -¡sorpresa!- Álvaro Uribe y Luis Posada Carriles. Esta vez, al parecer, Aznar, Noriega y los Poleo estaban ocupados con otras cosas, pero en su lugar participó nada menos que Roberto Micheletti.

Pero el gobierno ha debido actualizar su narrativa porque Micheletti y Zelaya se acaban de aliar contra de Porfirio Lobo en Honduras. Aunque, a decir verdad, el gobierno, creo, ya perdonó a Lobo. ¿O no? Ahora que lo pienso, ¿se olvidó ya el gobierno de Zelaya? Todo es muy confuso. De todas todas, creo que Micheletti ahora está del lado de los buenos.

Hablando en serio, la nueva conspiración no se diferencia mucho de las viejas:

Danilo Anderson: Líderes de la oposición venezolana, paramilitares colombianos y funcionarios de inteligencia norteamericanos se reunen para planificar el magnicidio de Chávez, pero luego, convencidos por Patricia Poleo (¡nada menos!), deciden que quizá lo mejor es comenzar asesinando al fiscal Anderson.

Chávez Abarca: Actuando por órdenes de Posada Carriles (el Dark Vader del universo chavista) y el exilio cubano en Florida, y en alianza con líderes opositores venezolanos como Alejandro Peña Esclusa, este peligroso terrorista aterriza en Caracas con la intención de desestabilizar el país mediante actos terroristas. Afortunadamente, las autoridades logran capturarlo a tiempo.

El golpe de abril de 2002: La oposición, aliada con el imperio yanqui y algunos militares traidores, derroca al presidente Chávez. El plan premeditado fracasa porque el pueblo sale a las calles y salva al presidente.

En todos estos casos el chavismo ha fabricado una historia simple, fácil de digerir, donde los hechos tienen una secuencia coherente (demasiado coherente) y las líneas entre el bien y el mal están claramente definidas. En esto la revolución parece seguir el modelo de los peores culebrones de Hollywood.