Despolarización

Viernes, 8 de julio de 2011

El académico Jorge Domínguez, en una reciente audiencia en el Congreso estadounidense:

La decisión de la administración Bush en su segundo período, luego reafirmada por el presidente Obama, de no confrontar públicamente a Chávez y coordinar mejor sus políticas con los vecinos de Venezuela han hecho más difícil la estrategia de Chávez de exportar culpas. Pero al mismo tiempo no ha tenido mayor impacto en la lenta marcha de Venezuela hacia la autocracia.

Esta observación de Domínguez es cierta. Bajarle el tono a la confrontación con Chávez ha sido y es -a grandes razgos- la estrategia correcta. Pero no hay que sobrestimar su poder ni eficacia. La dinámica de la comunicación entre Venezuela y Estados Unidos no tiene mayor impacto en la política interna venezolana. Hasta podría decirse que, desde que el State Department decidió ignorar a Chávez, las acciones autocráticas de Venezuela se han incrementado…no porque Estados Unidos haya bajado el tono, sino porque, simplemente, Estados Unidos no tiene mayor capacidad de ejercer influencia dentro de Venezuela a tráves del tono de su discurso.

Donde es más eficaz esta estrategia es el ámbito regional. La decreciente influencia de Chávez en la región se debe a varios factores, pero uno importante es la despolarización. Para Chávez polarizar y crear divisiones regionales era relativamente fácil con Uribe y Bush en el poder (es decir: en un campo político donde las fronteras ideológicas estaban muy bien delineadas). Pero con Obama y Santos dividir al hemisferio en dos es más difícil. Y en un ambiente despolarizado a Chávez se le hace más difícil liderar e influir.

Humala es la prueba. En una región más polarizada sería más fácil arrastrarlo a su campo, tentarlo o llevarlo a escoger entre dos bandos.

Pero un ambiente despolarizado es mucho más difícil.

Lecciones de Bloomsbury

Martes, 5 de julio de 2011

Esto ya lo he señalado antes en este blog.

En unos de sus diarios la gran novelista Virginia Woolf apuntó: “The reason why it is easy to kill another person must be that one’s imagination is too sluggish to conceive what his life means to him.”

La razón por la cual es fácil matar a otra persona debe ser que la imaginación de uno es demasiado perezosa como para concebir lo que la vida de la víctima significa para él.

Me parece acertada esta equivalencia que hace Woolf entre la empatía y la imaginación.

Aunque yo quizá añadiría algo a la frase. Diría “lo que su vida significa para él, su familia, sus amigos y la sociedad en general,” porque matar afecta no sólo a la víctima.

Recordé esta equivalencia ayer, leyendo sobre las repentinas medidas que ha tomado el Poder Judicial en el caso de Alejandro Peña Esclusa, preso político que, como Hugo Chávez, padece de cáncer.

Todo parece indicar que Peña Esclusa va a poder afrontar su juicio y su tratamiento en libertad, acto que es difícil no relacionar a la enfermedad del presidente.

¿Asistió la enfermedad de Chávez su imaginación, lo cual causó un brote de empatía que lo hizo dar la orden de liberar a Peña Esclusa? ¿Fue saber de primera mano lo que se siente tener cáncer lo que motivó este repentino acto de compasión?

Esa podría ser parte de la explicación.

La otra podría ser superstición. Chávez, que según su propias palabras ha rezado mucho para curarse, podría pensar que su indiferencia frente a las enfermedades de los presos políticos podrían disminuir la eficacia de sus rezos.

Su renuencia a atacar e insultar a la oposición desde que se enfermó refuerzan esta hipótesis. No digo que esto vaya a durar, pero en su discurso el odio –por ahora– ha prácticamente desaparecido.

Así como un hilo invisible conecta la imaginación con la empatía, otro conecta el miedo con la superstición.

El premio Saramago

Domingo, 3 de julio de 2011

Por un tiempo respeté a Noam Chomsky. Era el respeto del ignorante, del que se deja seducir por el brillo de argumentos que disfrazan su vacuidad con una aparente (y a primera vista abrumadora e intimidante) erudición.

No me daba cuenta que Chomsky puede ser un mago camuflando su ignorancia, aparentando conocer a fondo temas que no conoce. Quienes no saben de qué está hablando quedan siempre muy impresionados. Pero quienes conocen bien detectan ese barniz de erudición que disimula una incapacitante falta de familiaridad con el objeto de sus reflexiones, una “experticie” vistosa, pero muy llana, que lo puede llevar a esgrimir argumentos que están casi totalmente desconectados de la realidad.

En ocasiones Chomsky -así como otros miembros distinguidos de eso que en Estados Unidos llaman “the looney left”- me han hecho recordar a Jacques Derrida y otros desconstruccionistas, que se empeñaban en definir a la literatura como una mera sucesión o archipiélago de textos autónomos, impermeabilizados, sin contacto alguno con la realidad exterior y por lo tanto inmunes a toda interrelación con el desenvolvimiento de la sociedad. No comparto esa definición; para mí la literatura es algo más que eso. Pero algunos textos de Chomsky me hacen pensar que hay un lugar para las acrobacias teóricas de los desconstruccionistas.

Chomsky, claro, sabe más de algunos temas que otros. Su contribución a la linguística no es sólo real, sino notable.

Pero en otros campos -Latinoamérica, por ejemplo- Chomsky es un charlatán que nadie se toma en serio.

Y no tienen que creerme a mí, sino sólo escucharlo a él.

The New York Times informa hoy que Chomsky acaba de pedirle a Hugo Chávez que liberé de su arresto domiciliario a la juez Afiuni, que como Chávez tiene cáncer.

“Ha sido maltratada; de eso no queda duda,” dice Chomsky. Y a eso añade que la “fragilidad de las acusaciones” y la enfermedad deben impulsar su liberación.

La jueza Afiuni.

El caso más conocido de violación de derechos humanos en Venezuela de los últimos años. Reseñado por todos los diarios y medios importantes del mundo, denunciado por docenas de organizaciones defensoras de los derechos humanos. Y a Chomsky, quien no ha sido tímido expresando sus opiniones sobre Venezuela, que ha aceptado premios de Hugo Chávez y ha firmado cartas denunciando las agresiones de Human Rights Watch contra el gobierno bolivariano, le toma casi dos años enterarse de la gravedad de los abusos contra la jueza.

A este paso, Chomsky seguro se enterará en 2014 de la lista Tascón. Y el 2016 de lo que ocurrió en Los Semerucos. Y en 2017 quizá se entera de los despidos masivos de PDVSA y de algo que se llama Plan Ávila.

Con suerte, logrará la hazaña de José Saramago – quien tuvo la suerte de vivir casi 90 años para darse cuenta, poco antes de morir, y después de medio siglo de dictadura castrista, que los cubanos no vivían en democracia.

El riesgo de inestabilidad

Viernes, 1 de julio de 2011

No tenemos aún detalles del cáncer y es probable que no saque a Chávez del juego político. Pero también es probable que sí. El hombre que habló ayer fue uno que, claramente, se siente todavía muy vulnerable.

Si el cancer está ya en etapa avanzada (algo que, aclaro, no le deseo a Chávez ni a nadie), el riesgo de inestabilidad política es alto. Ahí están las declaraciones de Adán Chávez, que hizo ya consciente de los problemas de salud de su hermano. Estas declaraciones revelan, sí, su talante antidemocrático. Pero revelan más aún un instinto de supervivencia. Mucho chavistas saben que sin Chávez pueden caer presos o pasar el resto de su vida en el exilio. Y esto es un poderoso incentivo para no soltar el poder, cueste lo que cueste. ¿Y no es perfectamente factible un masivo fraude electoral cuando Adán Chávez, sin esperar siquierar a que estos riesgos comenzaran a tomar forma, habló ya de recurrir a la lucha armada para asegurar la continuidad la revolución?

Sea cual sea el escenario, la oposición debe comenzar a tender puentes con los sectores más moderados del chavismo o al menos con los sectores más racionales (así esto suene como un oximorón). Si la bandera del chavismo la toma gente como Elías Jaua, Adán Chávez, Tarek El Aissami y Rangel Silva, la transición podría ser caótica.

Otra cosa importante es que la oposición no sacrifique la unidad. La enfermedad de Chávez podría darle un impulso al chavismo en las encuestas y nada ha contribuido tanto a la unidad opositora como Chávez mismo. En sus lineamientos fundamentales la estrategia de la oposición -unidad, primarias, lucha para recuperar y defender espacios institucionales- ha sido la correcta. Ahora no es el momento de desviarse.

Sobre el discurso de Chávez

Viernes, 1 de julio de 2011

Del discurso de ayer de Chávez, estos dos párrafos llaman la atención:

En este instante recuerdo el 4 de febrero de aquel estruendoso año 1992. Aquel día no tuve más remedio que hablarle a Venezuela desde mi ocaso, desde un camino que yo sentía me arrastraba hacia un abismo insondable. Como desde una oscura caverna de mi alma brotó el “por ahora” y luego me hundí.

También llegan a mi memoria ahora mismo aquellas aciagas horas del 11 de abril de 2002. Entonces también le envié a mi amado pueblo venezolano aquel mensaje, escrito desde la Base Naval de Turiamo, donde estaba prisionero, Presidente derrocado y prisionero. Fue como un canto de dolor, lanzado desde el fondo de otro abismo, que sentía me tragaba en su garganta y me hundía y me hundía.

Son dos párrafos poderosos. En primer lugar por el tono de confesión. En esta nueva versión del 4 de febrero el “por ahora” no suena como un grito triunfal, anuncio de victorias futuras y muestra de una voluntad aguerrida dispuesta a capear cualquier tempestad. Más bien como un grito de ahogado, un murmullo que casi no tuvo fuerzas de pronunciar porque la oscuridad ya se lo estaba tragando.

En segundo lugar porque es una admisión de su actual estado anímico y de que la amenaza del cáncer sigue latente. Este “sentirse en un abismo” podría explicar la comprensible vaguedad de sus explicaciones y la timidez con que proclama el triunfo de las intervenciones. Para cualquier persona, es difícil discurrir sobre las circunstancias que amenazan su vida.

Una última observación. Impacta ver a Chávez, una vez más, vulnerable y empequeñecido. No puedo sino recordar a Pompeyo Márquez, hace como dos años, alertando a los chavistas, desde la poltrona de sus noventa años, que “nadie es eterno…yo he vivido ya demasiado…ustedes actúan como si todo esto fuera a durar para siempre, pero un día todo esto se va a esfumar. Y, créanme, ese momento llega más rápido de lo que uno piensa.”