La vocación social de Chávez

Martes, 6 de octubre de 2009

535181027_3271d4ea49-1Días después de las elecciones regionales de 2008, frente a la derrota de candidatos chavistas para la gobernación de Miranda y la alcaldía Sucre, el gobierno despojó a la Policía de Miranda de trescientas armas, limitando la capacidad de acción del cuerpo de seguridad de uno de los estados más violentos de América Latina. También despojó a la alcaldía de Sucre de dieciséis camiones de recolección de basura, y, peor aún, jubiló intempestivamente a seiscientos docentes de este municipio, vaciando de profesores las escuelas porque no se dejaron sustitutos para estos puestos.

Las medidas, claro, afectaron tanto a chavistas como opositores.

Ayer El Nacional informó que dos directoras de una escuela pública fueron removidas de sus cargos luego de recibir del alcalde opositor Antonio Ledezma una donación de útiles escolares. Según declaraciones del alcalde citadas por el diario, las educadoras “fueron despedidas por el pecado de distribuir los útiles [que doné] a más de 300 niños.”

Si somos generosos, y no asumimos de plano que el gobierno está conformado por gente malvada, quizá podemos encontrar una explicación medianamente racional a estas acciones. El gobierno ve cualquier avance de la oposición, cualquier intento de ganar gente y votos, como una amenaza que debe ser rápidamente suprimida. Piensa que el saboteo gansteril de la labor social de la oposición quizá perjudica en el corto plazo a algunos sectores (incluyendo a su propia gente), pero en el largo plazo el beneficio será mayor para todos. Porque si algún día la oposición vuelve al poder el país se hunde. Por eso cualquier estrategia vale con tal de evitar este escenario apocalíptico, signifique eso despojar a los alcaldes de oposición de camiones de basura o castigar a dos pobres directoras de escuela por aceptar donativos de un escuálido opositor.

Sin embargo, así uno acepte este torcido razonamiento, es difícil entender cómo el gobierno puede sentirse tan amenazado por un donativo que abarca a tan pocas personas. ¿Son 300 votos tan importantes para el gobierno? ¿Lo suficiente como para privar a niños de cuadernos, lápices y loncheras?

En esto consiste la supuesta vocación social de la revolución bolivariana.

El perseguidor

Viernes, 2 de octubre de 2009

charlie 3Antes de leer Rayuela de Julio Cortázar recuerdo haber hecho dos o tres intentos fallidos de leer la novela. Por alguna razón este clásico que ahora me parece tan accesible no lograba atraparme como entonces atrapaba a tantos jóvenes de mi edad. Luego, un frío domingo en Boston (donde entonces estudiaba con muchos músicos que idolatraban a Charlie Parker como a un Dios), leí de una sola sentada El perseguidor en una viejísima edición de Las armas secretas. Y, después de leer este famoso cuento, pude por fin entrarle a Rayuela y disfrutar la novela como pocos otros clásicos del boom latinoamericano. He releído varias veces El perseguidor y, con la excepción del magistral episodio de Berthe Trépat en Rayuela, no creo haber disfrutado tanto ningún otro cuento, extracto o capítulo en la obra entera de Cortázar.

La trama de El perseguidor consiste básicamente en una serie de encuentros y conversaciones entre Bruno, el crítico musical que narra el cuento, y Johnny Carter, un jazzman basado en el gran saxofonista norteamericano, Charlie Parker. A través de estos encuentros Bruno va poco a poco develando ciertos aspectos importantes de la vida de Johnny: sus innovadoras producciones musicales, su revolucionario talento para la improvisación, las personas que lo rodean, y sobre todo sus problemas con el alcohol y las drogas. Pero, más importante aún, Bruno nos va informando sobre las ideas y las dudas existenciales de Johnny. Más que la progresiva desintegración del saxofonista, El perseguidor narra las profundas inquietudes metafísicas de Johnny. Las conversaciones con Bruno son la herramienta que utiliza Cortázar para que Johnny exprese estas inquietudes y para mostrarnos el vínculo que existe entre éstas y su vocación musical.

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