Martes, 6 de octubre de 2009
Días después de las elecciones regionales de 2008, frente a la derrota de candidatos chavistas para la gobernación de Miranda y la alcaldía Sucre, el gobierno despojó a la Policía de Miranda de trescientas armas, limitando la capacidad de acción del cuerpo de seguridad de uno de los estados más violentos de América Latina. También despojó a la alcaldía de Sucre de dieciséis camiones de recolección de basura, y, peor aún, jubiló intempestivamente a seiscientos docentes de este municipio, vaciando de profesores las escuelas porque no se dejaron sustitutos para estos puestos.
Las medidas, claro, afectaron tanto a chavistas como opositores.
Ayer El Nacional informó que dos directoras de una escuela pública fueron removidas de sus cargos luego de recibir del alcalde opositor Antonio Ledezma una donación de útiles escolares. Según declaraciones del alcalde citadas por el diario, las educadoras “fueron despedidas por el pecado de distribuir los útiles [que doné] a más de 300 niños.”
Si somos generosos, y no asumimos de plano que el gobierno está conformado por gente malvada, quizá podemos encontrar una explicación medianamente racional a estas acciones. El gobierno ve cualquier avance de la oposición, cualquier intento de ganar gente y votos, como una amenaza que debe ser rápidamente suprimida. Piensa que el saboteo gansteril de la labor social de la oposición quizá perjudica en el corto plazo a algunos sectores (incluyendo a su propia gente), pero en el largo plazo el beneficio será mayor para todos. Porque si algún día la oposición vuelve al poder el país se hunde. Por eso cualquier estrategia vale con tal de evitar este escenario apocalíptico, signifique eso despojar a los alcaldes de oposición de camiones de basura o castigar a dos pobres directoras de escuela por aceptar donativos de un escuálido opositor.
Sin embargo, así uno acepte este torcido razonamiento, es difícil entender cómo el gobierno puede sentirse tan amenazado por un donativo que abarca a tan pocas personas. ¿Son 300 votos tan importantes para el gobierno? ¿Lo suficiente como para privar a niños de cuadernos, lápices y loncheras?
En esto consiste la supuesta vocación social de la revolución bolivariana.
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