Todos para uno

Viernes, 14 de octubre de 2011

Según un reporte del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, el pasado septiembre se registraron 497 protestas a lo largo del país.

Las protestas fueron por asuntos laborales (38%), por reclamos de vivienda (34%), por la inseguridad (25%) y exigencias educativas (3%).

Septiembre no fue una excepción.

Según la ONG Espacio Público, entre enero y junio se llevaron a cabo 2365 manifestaciones públicas.

En 2010 se registraron 3114 manifestaciones y 3297 en 2009.

En el país, pues, hay una considerable reserva de energías proveniente de decenas de miles de personas frustradas que están dispuestas a activarse para buscar que las cosas cambien; miles de personas que están dispuestas a convertirse en activistas.

El problema es que estas energías están atomizadas. Cada quien protesta por su lado como si nadie se diera cuenta que sus reclamos tienen un origen común: el actual gobierno.

Si al menos una parte de estos manifestantes se uniera, luchando coordinadamente para alcanzar un objetivo común, su fuerza sería formidable.

Pero actuando individualmente ni siquiera logran atraer la atención de Globovisión.

¿Cómo puede la MUD absorber y aprovechar esta impresionante reserva de activistas, canalizando sus energías hacia objetivos políticos y electorales?

La respuesta es fácil: organización y coordinación.

Hacerlo es lo difícil.

Próximo lunes:

  • Por qué no me gustó la novela El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez (ensayo).

Vida en El Encantado

Jueves, 13 de octubre de 2011

Conversación con Maribel Pérez, habitante del barrio El Encantado en Petare.

¿Cuál es el problema principal de su barrio?

La inseguridad.

¿Y qué medidas personales toma para que no la asalten?

Trato de llegar a mi casa a las seis y luego me encierro hasta el día siguiente. Los malandros atracan en la noche y en las madrugadas, cuando la gente se va al trabajo. Pero en las madrugadas uno no puede hacer nada porque hay que llegar temprano a trabajar.

¿Y es cierto que asaltan mucho a las camionetas que suben al barrio?

Sí, es verdad. Por eso a veces agarro los “piratas,” que son unos jeeps con menos personas y son más seguros, pero que cuestan el doble. Uno agarra los “piratas” por la inseguridad, pero también porque a veces la cola para las normales es demasiado larga. Uno puede estar una hora esperando.

¿Cuánto tiempo tarda el viaje desde la entrada del barrio hasta su casa?

Como media hora. Son colinas que suben y bajan. Es larguísimo e incómodo.

¿Utiliza el metro?

Antes sí, pero ahora no. Se retrasa demasiado, no hay aire acondicionado y hay demasiada gente. Ahora prefiero agarrar una camioneta que me lleva directo a Chacaito. Y de ahí agarro la otra camioneta al trabajo.

¿Algún malandro controla su barrio?

Ahora no. Por siete años lo controló El Diente, pero hace un año lo mataron.

¿Y ahora es más seguro?

Noooo. Antes El Diente no permitía que los malandros del barrio robaran a la misma gente de allí. Uno lo hizo y El Diente le pegó un tiro en la pierna. Tampoco dejaba que se metieran malandros de los barrios vecinos. Era más seguro con El Diente.

¿Por qué mataron a El Diente?

Uno de los que andaba con él mató a una carajita. Y lo mataron a él por ser el jefe. Él huyó del barrio porque sabía que lo iban a agarrar, pero luego lo consiguieron.

¿Usted conoció a El Diente?

Una vez. En una fiesta. Era una fiesta cerrada (sólo voy a fiestas cerradas), pero alguien dejó la puerta abierta y entró él con unos amigos. Me sacó a bailar y a mí me temblaban las piernas. Uno nunca sabe si esa gente está empredrada [drogada]. Apenas pude subí a un cuarto y me quedé allí horas, hasta que se fueron.

¿Siempre escucha disparos cerca de su casa?

Como una vez a la semana. Todo depende.

¿Y es común que maten a gente decente, que no está metida en líos?

Más que todo se matan entre malandros. Gente que está enculebrada. Pero claro que se ven casos de gente inocente que la matan por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. El pasado diciembre hubo una masacre. Salió en los periódicos. Mataron a quince esa noche. Algunos eran personas decentes que no se meten con nadie.

¿Hay Consejos Comunales en su barrio?

Como cuatro. Cada uno tiene cuatro o cinco personas.

¿Hay malandros en esos consejos?

No. Son gente decente. Los malandros no se meten en eso. No les interesa la política.

¿Son muy apasionados con la política los miembros de los consejos?

Sí, son muy chavistas.

¿Es verdad que los chavistas regalan cosas en Petare para comprar votos?

Claaaro. En épocas de elecciones llegan camiones, muchos camiones. Llegan con lavadoras, neveras, colchones, y regalan todo. Gratis. Nadie paga nada.

¿Son muchos?

Muchísimos. Y se forman unas colas larguísimas.

¿Y cuando entregan las neveras le dicen a la gente que vote por Chávez?

No sé, porque nunca voy. No me gusta que me regalen cosas. Pero una vez, cuando me sacaron la cédula, sí me dieron una chuletita para que votara por los candidatos chavistas.

¿Y usted sintió que, si no lo hacía, podía meterse en problemas?

No, chico. Esa gente jamás se daría cuenta.

La unidad como amenaza

Lunes, 10 de octubre de 2011

A Noticias 24 le encanta destacar cualquier noticia que ayude a crear divisiones dentro de la oposición, así ello implique, como señalé hace unas semanas, incurrir en prácticas ilegales o magnificar nimiedades.

No tienen que confiar en mí. Si no se han dado cuenta, simplemente estén alerta.

La muerte y Steve Jobs

Jueves, 6 de octubre de 2011

La convicción de que la vida no vale la pena vivirla si uno no se dedica a lo que uno quiere hacer.

La entronización del trabajo y la persistencia (sobre todo la persistencia) como valores supremos.

El afán por liderar, innovar, no esclavizarse al “pensamiento del otro” y siempre, como decía él, “skate to where the puck is going to be.”

Su habilidad para crear sistemas, conectar ideas y atraer el mejor talento y exprimirlo. ¿No es la plataforma de los Apps del IPhone y el IPad una de la más geniales invenciones de Apple? Una idea tan buena -como tantas otras durante su carrera- tenía que ser copiada por todos sus competidores.

Su talento para simplificar la complejidad y para la economía de medios -un talento más común en grandes compositores y novelistas que en empresarios, y que trasluce no sólo en el diseño de sus productos, también en sus famosas presentaciones. (Vea este video que analiza las sofisticadas técnicas narrativas de Jobs).

Y esa carrera contra la muerte que es uno de los aspectos más fascinantes de su vida y fue uno de los propulsores de la última década milagrosa de Apple.

Ese desarrollado instinto, aguzado luego por su enfermedad, que le permitía casi solidificar y luego asir esa gaseosa abstracción que es la brevedad de la vida o el hecho de que nuestro tiempo en la tierra es limitado. Esa verdad, si es realmente asimilada, tiene el poder de demoler el pasado y curar las enfermedades de la memoria, y enfocar los reflectores en un colosal ahora, avivado e intensificado por la amenaza del fin.

Esto es algo fácil de decir. Pero no es tan fácil sentir en las entrañas y luego actuar en consecuencia.

“Remembering that I’ll be dead soon is the most important tool I’ve ever encountered to help me make the big choices in life. Because almost everything — all external expectations, all pride, all fear of embarrassment or failure – these things just fall away in the face of death, leaving only what is truly important. Remembering that you are going to die is the best way I know to avoid the trap of thinking you have something to lose. You are already naked. There is no reason not to follow your heart.”

“¡Péinese! (Anécdotas sobre CAP)

Miércoles, 5 de octubre de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Personalmente, solo vi a Carlos Andrés Pérez dos veces en mi vida; la primera, a mediados de los años ochenta cuando era reportera del diario La Región, de Los Teques, y CAP llegó a la ciudad en medio de una gira por la candidatura presidencial de AD. Escasamente conversé quince minutos con él y, en vez de hablar de su postulación, le pregunté –coincidencia- sobre Nicaragua y la paz en Centroamérica. En la segunda oportunidad, veinte años después, para La Rebelión de los náufragos apenas intercambiamos saludos. Así que no tengo cuentos propios que contar; pero luego de treinta y seis meses de andar entrevistando a gente que sí lo conoció, tengo las anécdotas que me regalaron otros. Y precisamente en estos días, revivo cuatro; cuatro cuentos que se alejan del tono luctuoso que algunos aconsejarían en este momento, pero que dan una imagen menos “oficial” del personaje que durante dos períodos fue Presidente de Venezuela.

Rutina. Beatrice Rangel, viceministra y luego ministra de Secretaría de la Presidencia durante CAP II, recuerda que en aquella época, apenas abría los ojos en la mañana, sabía que, con seguridad, tres cosas iban a suceder ese día: “Cepillarme los dientes, ponerme bloqueador solar en la cara y recibir un regaño del Presidente Pérez… por lo que fuera.”

Melena. Con Carlos Andrés Pérez, las mujeres en Miraflores debían seguir un código –no escrito- de vestir: usar medias de nylon y olvidarse de pantalones y minifaldas. Gabriela Febres Cordero, de entrada, rompió la norma cuando se presentó en pantalones –y rojos- a su acto de juramentación como funcionaria. Pronto entendió las reglas y, para ir a Palacio, optó por usar vestidos tipo sastre, pero descuidó un detalle: su cabellera. “Yo tengo el pelo crespo, y en ese tiempo tenía una melena que no me secaba –me la dejaba al aire, suelta-, y al Presidente no le gustaba. Le molestaba que, para él, yo luciera desarreglada. Imagino que en su estética ese pelero a lo Janis Joplin era poco adecuado para una persona que era presidenta del ICE… y una vez, en plena reunión de gabinete, llamó a un edecán: Mayor Fulanito, por favor, tráigale un peine a la doctora Febres para que haga el favor y se peine”.

Parrilla. CAP tenía fama de tratar con extrema cortesía aun a sus colaboradores más cercanos (Ricardo Hausmann dice que nunca tenido una relación de trabajo tan formal como la que sostuvo con él). Buscando que Pérez tratara con más familiaridad y hasta tuteara a sus ministros –a quienes siempre saludaba como si fuera la primera vez que los veía: “mucho gusto”-, una ministro inventó hacer una parrillada en su casa. Para intimar. Llegó el día de la parrilla, el Jefe de Estado apareció y, estrechando manos, fue saludando a los miembros de su team, uno por uno: mucho gusto, mucho gusto, mucho gusto…

Betamax. Fernando Martínez Mottola no se olvida de una noche, después del golpe del 4 de febrero de 1992: “Nos enteramos de que José Vicente Rangel iba a entrevistar a uno de los militares presos en Yare. Fui a Televen, vi el programa grabado y me dieron un cassette con la entrevista. Al salir, ya de madrugada, fui a Miraflores para verlo con el Presidente. Estábamos Luis Piñerúa, Iván Darío Jiménez, Pérez y yo. Coloco el cassette de betamax al lado del aparato, y Pérez me dice: Hay que conectar esto. Me siento al lado de Piñerúa, y le digo: Yo no sé hacer eso. Me responde: ¡Caramba! si hubiera sabido que usted no sabe conectar un betamax no lo nombro ministro de Transporte y Comunicaciones ¡nunca!”