La grasa indispensable

Lunes, 22 de agosto de 2011

Llevo unos días hablando con un amigo comerciante, quien me ha estado explicando el procedimiento para importar mercancía a Venezuela. Lo que más me ha impresionado son los poderosos incentivos del sistema para la corrupción o el simple irrespeto de la legalidad.

Es imposible importar cualquier cosa sin sobornar a alguien, pagar una comisión o irrespetar algún procedimiento legal. Si de un día a otro todos los importadores deciden no cometer ni una sola irregularidad legal el país colapsaría. Como dijo Luis Tascón antes de morir, “la corrupción es la grasa que lubrica el funcionamiento del Estado y dinamiza sus procesos.”

Yo ampliaría esta observación. La corrupción liberaliza y desregula la economía. Es una suerte de contrapeso “neoliberal” (en el sentido peyorativo del término) a las fuertes regulaciones del Estado que frenan y casi paralizan la actividad económica, así como a la falta de profesionalismo de los funcionarios estatales.

Para que CADIVI apruebe una solicitud de dólares para importar la mercancía debe estar ya en un puerto venezolano. Una vez en el puerto, un funcionario del SENIAT debe validar esta mercancía (asegurarse de que corresponde al monto de dólares solicitados a CADIVI). Y una vez validada la mercancía CADIVI entrega o liquida los dólares solicitados.

Por lo que he logrado comprender el importador tiene dos retos principales: 1) Asegurarse de que el funcionario del SENIAT valide la mercancía. 2) Asegurarse de que, una vez validada la mercancía, CADIVI apruebe entregar los dólares solicitados para el pago al proveedor (exportador) de la mercancía.

Hay un tercer reto: tener las solvencias de su compañía vigentes.

Pero este obstáculo, aparentemente, es más fácil de superar que los otros dos.

El problema es que cumplir con todos los requisitos legales no es una garantía de que el funcionario del SENIAT valide la mercancía. Y la validación del funcionario del SENIAT en el puerto tampoco es una garantía de que CADIVI liquide los dólares solicitados.

Y esto crea incentivos muy poderosos para actuar al margen de la ley. A continuación algunos de los métodos que utilizan los importadores:

1) Creación de compañías en otros países para exportarse a uno mismo.

“La cuestión es muy simple,” me dice mi amigo. “¿Qué proveedor te va a enviar una mercancía cuando el dinero para el pago depende no de procedimientos legales, sino de la voluntad de funcionarios corruptos del SENIAT y de CADIVI? La única manera es correr uno mismo el riesgo. Formas una companía en China, le compras al verdadero proveedor y luego te exportas a ti mismo. Eso es ilegal en Venezuela, pero es una de las pocas maneras de importar productos. Y lo hace muchísima gente.”

2) Pago de comisiones a funcionarios del SENIAT en el puerto.

“Por ley uno está obligado a tener un agente aduanal, que es el intermediario en el puerto entre el empresario/importador y el funcionario del SENIAT. Este agente aduanal hace el trabajo sucio. Le paga una comisión al funcionario del SENIAT para asegurarse de que valide la mercancía en el puerto. Por supuesto, si uno está dispuesto a pagarle sumas altas a este funcionario él te puede validar cualquier cosa. Puedes lograr que valide mercancía de 300 mil dólares por montos mayores. Es decir: hay gente que solicita 500 mil dólares a CADIVI y luego trae mercancía por un monto mucho menor, digamos 300 mil. Si le pagas al funcionario del SENIAT lo suficiente, él puede validarte esta mercancía de 300 como si fuera de 500 mil…Pero el punto principal es el siguiente. Así uno se vaya por el camino honesto y legal el funcionario del SENIAT te va a cobrar una comisión. Hay incluso tarifas. En los puertos la corrupción está institucionalizada. También tienes que estar mosca con el agente aduanal. Muchas veces este agente es muy amigo del funcionario del SENIAT, trabajan juntos, y se ponen de acuerdo para sacarte lo máximo que ellos creen que te pueden sacar.”

“Otra cosa: el gobierno nacionalizó los almacenes de los puertos, que ahora se llaman bolipuertos. Cuando llega la mercancía al puerto tienes más o menos 7 días de gracias para almacenarla en unos de esos bolipuertos, dependiendo del contrato con la naviera y otros factores. Pero luego de esos siete días te cobran cada día el 2 por ciento de la mercancía, o para ser precisos, del CIF (Cost, Insurance and Freight), que es mayor al costo de la mercancía. Si al funcionario del SENIAT le da la gana de retrasar la validación, el incentivo para pagarle una comisión es enorme. Porque a la larga, si no se valida la mercancía antes de los siete días de gracia, el CIF te puede salir mucho más caro que la comisión.”

3) Pago a las “flechas” en CADIVI.

“Una vez que te valida la mercancía el funcionario del SENIAT no hay ninguna garantía de que CADIVI te liquide los dólares, o de que lo haga rápido. El proceso puede durar seis meses, un año y es posible que nunca te los liquiden ¡así ya el SENIAT haya validado la mercancía! Por eso los importadores en Venezuela forman sus compañías afuera para exportarse a ellos mismos. Porque pocos proveedores están dispuestos a correr este riesgo.”

“Para asegurarte de que te liquiden los dólares tienes que dar otro paso importante. Una vez que el funcionario del SENIAT te valida la mercancía en el puerto contratas a una “flecha” en CADIVI, que es el nombre que se le da a los funcionarios que te agilizan la liquidación. La flechas cobran tarifas más o menos fijas, x número de bolívares por cada dólar solicitado. Esto también es corrupción institucionalizada; parte de tu costo como importador.”


La historia, por supuesto, es mucho más compleja. Hay muchas otras regulaciones y fuentes de corrupción. Los entes estatales reciben un trato preferencial para importar. Hay países que también reciben un trato preferencial para exportar a Venezuela. Y hay muchas otras maneras de vencer los obstáculos para importar mercancía (bypasseando a las flechas, el funcionario del SENIAT, etc).

Pero esto da un idea del nivel de corrupción.

¿Por qué en Chile y no en Brasil?

Jueves, 18 de agosto de 2011

¿Por qué hay protestas en Chile y no en Brasil o en México? ¿Por qué la Primavera Árabe comenzó en 2010 y no hace dos, cinco o diez años? ¿Por qué las explicaciones de las protestas en el Reino Unido son casi tan numerosas como los manifestantes?

Comencemos con Chile. En los últimos meses decenas de miles de jóvenes han tomado las calles pidiendo mejoras al sistema educativo. Desde la dictadura de Augusto Pinochet, no se veían en Chile manifestaciones tan grandes. El presidente Sebastián Piñera ya batió el récord histórico chileno de baja popularidad.

Lo curioso es que Chile tiene uno de los mejores -o menos malo- sistemas educativos de América Latina. Es cierto que es muy desigual, pero el país ocupa el primer lugar de la región según los tests PISA de la OCDE. Más aún, de los cuatro de diez chilenos que van a la universidad, más del 70 por ciento son los primeros en ir de sus familias.

Chile, además, lleva dos décadas creciendo. Desde 1990 la pobreza ha sido reducida del 45 al 10 por ciento y el ingreso per cápita ha subido de 2 mil a 14 mil dólares.

Los chilenos han avanzado mucho, pero este desarrollo ha venido acompañado de crecientes expectativas. Conforme mejora el ingreso y la educación de los chilenos, también aumentan sus aspiraciones.

Pero ¿por qué entonces no hay protestas en Brasil? ¿No han ascendido a la clase media brasileña más de 35 millones de personas desde 2003, creando también una ola de expectativas? ¿Y no es el sistema educativo de Brasil más desigual e injusto que el de Chile?

En efecto, protestas pidiendo mejoras en el sistema educativo serían más justificadas en Río o Sao Paulo que en Santiago.

Igualmente difícil de explicar son las revueltas en Medio Oriente y el Norte de África.

Las causas de la Primavera Árabe -el desempleo, la corrupción, los sistemas políticos cerrados y, también, la creciente clase media- no son nuevas. Nunca entenderemos porqué las protestas estallaron en diciembre de 2010 en vez de 2009 o incluso diez años antes.

Ni tampoco porqué hubo protestas en algunos países de esta región y no en otros.

Lo cierto es que la ciencias sociales pueden aspirar a replicar el carácter previsible y formal de ciertas ciencias naturales.

Pero sólo aspirar.

De coctel en coctel

Miércoles, 17 de agosto de 2011

Hace un rato escuché a Hugo Chávez interrumpiendo con una llamada telefónica una conferencia de prensa de su ministro de Finanzas, Jorge Giordani.

Como siempre, dijo muchas burradas, delatando, una vez más, que su ignorancia económica es un barril sin fondo.

Pero lo que me causó gracia fue un comentario que hizo sobre Noriega, ex subsecretario de Estado norteamericano para asuntos del hemisferio occidental.

En la visión de Chávez, Noriega -a quién rotuló ex secretario de Estado- forma parte de los círculos de poder de la extrema derecha que de verdad mandan en Washington, por arriba no sólo de Obama, sino de cualquier administración, demócrata o republicana.

“Esta es la voz del imperio,” dijo. “No necesariamente de Obama, pero de los que de verdad mandan.”

Para cualquiera más o menos familiarizado con Washington -y que sepa que Noriega fue marginado de la diplomacia norteamericana por los mismos republicanos (específicamente la administración de George W. Bush)- esta declaración da risa.

Mucho más acertada (y tan divertida) es la descripción de Noriega que hizo hace unos meses Álvaro Vargas Llosa (1.06):

Alerta de qué se dice…

Martes, 16 de agosto de 2011

Carlos Mata Figueroa

¿Qué busca el gobierno de Venezuela desplazando al centro del debate público el papel de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en la vida política nacional?

Hay dos cosas ocurriendo simultáneamente.

La primera es una visible paranoia del gobierno que pareciera estar relacionada a la enfermedad de Hugo Chávez o al temor de que el relativo vacío de poder creado por su enfermedad sea aprovechado por militares resabiados en la FANB.

La segunda es un calculado goteo de declaraciones de funcionarios chavistas sugiriendo, a veces de una manera ambigua, a veces de una manera más clara y directa, que la FANB sólo puede ser leal a Hugo Chávez y que no reconocería una victoria electoral de la oposición.

El primer factor, la paranoia, es perfectamente comprensible, pero el timing del segundo factor no es tan fácil de comprender.

¿Por qué ahora? Si la intención es que la FANB desconozca un resultado electoral adverso al gobierno, ¿por qué no esperan el día de las elecciones para dar el golpe? ¿Para qué el temprano aviso? ¿Para desmotivar al votante opositor y tratar de convencerlo de que su voto es inútil? ¿Pero cuál es la necesidad de dar ese mensaje en este momento? ¿Por qué no esperar una fecha más cercana a las elecciones para desmovilizar al electorado opositor?

La torpeza no puede descartarse como explicación, porque el gobierno muchas veces actúa irracionalmente.

Pero otra hipótesis es que el target del mensaje sea la FANB misma. Las declaraciones de desconocer resultados electorales quizá buscan cualquier reacción de militares institucionales para luego marginarlos y sacarlos de posiciones donde pueden ser peligrosos. Es decir: lo que estamos viendo ahora podría ser una estrategia de purga.

Hace pocos días el ministro de Defensa, Carlos Mata Figueroa, acusó sin dar nombres a ex integrantes de la FANB de estar acompañando a la “canalla” que ataca a la institución militar.

Aseguró que los servicios de inteligencia están muy pendientes de todo esto e hizo un llamado a todos los oficiales: “Estemos alertas en todas partes donde estemos, de quién tenemos al lado, de dónde estamos, de qué se dice.”

Obviamente se refería a militares “enemigos” dentro de las Fuerza Armada Nacional.

Caminata

Lunes, 15 de agosto de 2011

Autora: Mirtha Rivero

Ernesto Sábato

Como las ocho y media de la mañana, bajaba por el parque completamente absorta, desoyendo la música que sonaba a través de los audífonos. Pensaba en una charla que había tenido con mi marido y en cómo transformarla en un artículo. La noche anterior habíamos estado hablando (mejor dicho: él hablaba, yo apenas metía baza), sobre el ensayo La maldad totalitaria del filósofo chileno Fernando Mires que recién había descubierto en prodavinci.com. El ensayo –denso- había copado la sobremesa, y yo, al día siguiente, seguía pensando. Trataba de masticar el texto que hablaba de la maldad, del totalitarismo como maldad y, también, de la banalidad. Mientras me ejercitaba, exprimía la plática.

La maldad no puede existir sin un grupo de malvados, pero sobre todo sin una sociedad banal, entendiendo por banal a la masa de gente que se acomoda a que le digan qué está bien, qué está mal, a dónde ir, qué decidir, qué visión de país tener. La maldad del totalitarismo (aunque suene redundante) precisa de gente sin capacidad crítica o profundidad de pensamiento, requiere de muchedumbres que –sin preguntar- aceptan la realidad como se la pintan desde el poder o desde la ideología. Son sociedades uniformes, sin relieves, sin aristas, sin clases sociales, porque los regímenes totalitarios no resisten la complejidad, sino que fabrican cuatro o cinco respuestas simples y, a partir de ahí, explican, justifican y culpabilizan todo. Y por eso –oía en mi cabeza a mi marido- en sociedades simples puede triunfar la maldad; la maldad totalitaria no cuadra con la vida en democracia, porque vivir en democracia implica la contribución de muchos, y al haber muchos la realidad se hace compleja; el gobierno de una sola persona o una sola ideología es simple per se, no tiene ni acepta complejidades.

Por eso el mal triunfa y el fascismo se impone, porque hay una masa –banal- que adopta (a veces por las malas, es verdad) la superficialidad, que acepta todo lo que viene de arriba. Pero resulta que el totalitarismo precisa disfrazar su simplismo, necesita grandilocuencia, epopeyas, símbolos patrios, gestas gloriosas para esconder su verdadero pensamiento que solo sabe de amigos, enemigos, servilismos y conspiraciones.

En fin… que yo estaba tratando de resolver cómo “metía” toda esa plática en tres mil quinientos caracteres, cuando, de súbito, una mariposa amarilla y negra casi rozó mi cachete. Y me sorprendí, porque, además, se supone que esos insectos tienen radares y deben saber cómo no chocar con la gente desprevenida que camina sudorosa entre los árboles. Pues bien, la mariposa me sacó del berenjenal en que estaba sumida, y no contenta con eso pareció querer acompañarme el trecho que me faltaba por cubrir. Ya había llegado al final del parque y me devolvía, subiendo mi cuesta, y la mariposa subía conmigo. Entonces me olvidé de la maldad, del fascismo y de las sociedades que lo permiten para fijarme en una mariposa empeñada –creí yo- en acompañarme. Era una mariposa hermosa, parecida a las Monarca que en septiembre visitan Monterrey en un largo viaje que las lleva desde la frontera entre Canadá y Estados Unidos hasta los bosques de Michoacán en el centro de México. Y al percatarme de la criatura, acallé mi pensamiento junto con la música que, inútil, sonaba. Decidí, como habría dicho Ernesto Sábato, que camináramos juntas “sin decirnos nada, como cuando se muere alguien que queremos mucho y cuando comprendemos que las palabras son irrisorias o torpemente ineficaces.”

Cortesía del suplemento Día D de 2001.